Una de las herencias menos intencionadas y mas perdurables en las familias tiene que ver con la música. Canciones o cantantes que me fastidiaba que mis papás pusieran en las fiestas, son ahora registros musicales a los que vuelvo y me gustan simplemente por que se ligan a otras memorias gratas (o ingratas, pero reinterpretadas) de alguien que nos quiso y ya no está. 

Entre ésos nombres nebulosos siempre tuve el de Joan Baez. En mi casa había casets de ella y aunque no tengo grabadas en mi memoria letras de sus canciones como sí las tengo por ejemplo de María Dolores Pradera o “El Pirulí”, recuerdo que en mi infancia se tocaba esta cantante. 

Así que me sentí muy atraída por el documental “Joan Baez: I am a noise” que se presentó en única función en el Teatro Bi. 

Me encantó esta película porque logra mantener un tono equilibrado en la exploración autobiográfica que la compositora y activista hace de su vida, sus causas y desventuras. Ella escuchó en vivo el discurso “I have a dream”, de Marthin Luther King, fue activista contra la guerra de Vietnam y fue pareja creativa y romántica en los inicios de Bob Dylan.

La película transcurre sin estridentismo entre tantos momentos y movimientos históricos en los que esta voz de privilegio tuvo un gran protagonismo. También es notable la compasión con la que mira su historia familiar y con la que habla de los problemas de salud mental que la acecharon desde joven. 

En especial, vi muy hermosa la utilidad para cualquier persona, pero no dejo de verlo en clave de las mujeres, de llevar un registro epistolar, de viajes, de exploración psicológica, escrito, dibujado y en audio, y que a cierta altura de la vida, casualmente a los 50 años, le permite a Joan Baez y las productoras de esta cinta ofrecer un sentido menos fragmentado de una existencia tan intensa y privilegiada como la de esta comprometida artista. 

Probablemente no será en el Guanajuato International Film Festival pero luche por ver “Joan Baez: I am a noise”.

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