sábado. 07.06.2025
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Tachas 592 • Mirando el patio • Jeanne Karen

Jeanne Karen

Imagen generada por IA
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Tachas 592 • Mirando el patio • Jeanne Karen

Hay semanas en las que parece que nada sucede. Una línea recta, un día y otro caen en la página de la realidad como pequeñas letras olvidadas, idénticas, formuladas cada una para el mismo propósito. 

Luego, hay semanas que están llenas de todo, cargadas como las nubes de tormenta con agua, ruido e intervalos de un extraño e incómodo silencio.

Miro escribir a mi padre, eso explica tantas cosas. Suponíamos de todas formas que algún día lo haría, con tantas historias y un poco de tiempo libre, con esa facilidad que siempre ha tenido para mantener a la gente entretenida entre charlas y risas. Es un hombre alegre, que lo da todo, así es como imagino que deben ser los hombres inmortales, los que no se cansan, los que se necesitan para siempre. 

Él tiene un gran corazón que no cabe en el horizonte de su pecho. Su melena se alborota con el viento de las tardes de octubre cuando comienza a cambiar el clima, cuando el calor está tan arriba que casi ni se siente y las masas de frío polar comienzan a arremolinarse cerca, los árboles más altos las presienten, el mezquite parece encorvarse los domingos como mostrando que tiene frío, que teme por sus raíces cálidas, sus ramas larguísimas y fuertes que durante el verano albergaron a más de una familia de pájaros: vimos palomas, conguitas y tordos. Los pinos se cubren unos a otros, se van de lado como en un baile interminable, el frío los pone a interpretar la música del atardecer. Los rosales en cambio, en su tamaño, en su pequeña forma de escultura moderna, se protegen de todo, de las miradas, de las manitas curiosas, del temporal.

Gigante como el mundo es un patio, cualquier patio de una casa en un pueblo mexicano -pienso que es mi patio familiar-, con su hermoso caos. Somos palabras, días, instantes, somos desde el norte hasta el sur todo cuando sucede; a veces un caminar, un andar, cansados por todas las direcciones, a veces un permanecer quietos como sombras de un muro altísimo, a veces serenos otras arrojados. Amo pertenecer a algo, por lo menos sentir que pertenezco y entonar las mismas canciones, cada uno con su propia voz, cada uno desde su dolor, desde su vida, desde su mirada. 

Amo las semanas en donde sucedió casi de todo, que fue tanto que me quedo llena de versos, de espacios, de deseo de descansar y reflexionar, para detenerme en cada cosa, ponerla bajo la lupa, para con los días volver a escribir uno a uno esos pequeños grandes acontecimientos.

Mi padre continúa en su mesa favorita, y mira hacia el patio de la casa, que se extiende con toda su naturaleza: árboles frutales, el claroscuro, un pozo de agua tibia, un pozo viejo que ha sido enterrado, los balones de los chicos, las bicicletas, los vehículos de la familia, una cama de resortes donde se divierten los más pequeños, brincan y en su juego, los saltos los llevan más allá de las frondas por donde el ruido de los animales es poderoso, como la gran fiesta de la vida.






 

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Jeanne Karen 
(San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).

Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).

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