ENSAYO
Tachas 593 • La Ciudad Genérica• Rem Koolhaas
Rem Koolhaas

1. Introducción
1.1 ¿Es la ciudad contemporánea como el aeropuerto contemporáneo, «exactamente igual»? ¿Es posible teorizar sobre esa convergencia? En caso afirmativo, ¿a qué configuración definitiva aspira? La convergencia sólo es posible al precio de despojarse de identidad. Eso suele considerarse una pérdida. Pero a la escala a la que se da, debe de significar algo. ¿Cuáles son las desventajas de la identidad?, y a la inversa, ¿cuáles son las ventajas de su falta? ¿Y si esa homogeneización aparentemente accidental - y normalmente'lamentada- fuera un proceso deliberado, un movimiento consciente para alejarse de la diferencia y avanzar hacia la similitud? ¿Y si estuviéramos asistiendo a un movimiento global de liberación «¡Abajo el carácter!»? ¿Qué queda una vez que la identidad se desnuda? ¿Lo genérico? 1.2 En la medida en que la identidad deriva de la sustancia física, de lo histórico, del contexto, de lo real, no somos capaces de imaginar que nada contemporáneo -hecho por nosotros- contribuya a ella. Pero el hecho de que el crecimiento humano sea exponencial implica que en un momento dado el pasado se hará demasiado «pequeño» parn ser habitado y compartido por los vivos. Lo agotamos nosotro1. mismos. En la medida en que la historia encuentra su poso on la arquitectura, las cifras de población actuales explotarán inevitablemente y agotarán la sustancia previa. La identidml concebida como esa forma de compartir el pasado es una pro misa que lleva todas las de perder: no sólo hay -en un modulo estable de expansión continua de la población- proporcionnl mente cada vez menos para compartir, sino que la historln tiene también una media vida odiosa -cuanto más se abusn dn ella, menos importante se hace-, hasta el punto de que siir. cada vez menos frecuentes comunicados se hacen insultanton Ese adelgazamiento de sustancia se ve agudizado por la mimn de turistas que crece constantemente, una avalancha que, on una búsqueda perpetua de «carácter», machaca identidadoti logradas hasta hacerlas polvo insignificante. 1.3 La identidad es como una ratonera en la que cada vez más ratones tienen que compartir el cebo original, y que, observada de cercn, puede llevar siglos vacía. Cuanto más fuerte es la identidad. más aprisiona, más se resiste a la expansión, a la interpretación, a la renovación, a la contradicción. La identidad se convierte en algo parecido a un faro, algo fijo, sobredefinido: puede cambiar de posición o de mensaje luminoso, pero sólo a costa de desestabilizar la navegación. (Paris sólo puede hacerse más parisina, lleva ya camino de convertirse en un hiper-París, una caricatura refinada. Hay excepciones: Londres -cuya única identidad consiste en la falta de una identidad clara- está convirtiéndose cada vez en menos Londres, y haciéndose más abierta, menos estática.) 1.4 La identidad centraliza; insiste en una esencia, en un punto. Su tragedia viene dada en términos geométricos simples. A medida que se expande su esfera de influencia, el área caracterizada por el centro se hace cada vez mayor, diluyendo completamente tanto la fuerza como la autoridad del núcleo; de forma inevitable, la distancia entre el centro y la circunferencia aumenta hasta el punto de ruptura. En esa perspectiva, el reciente descubrimiento tardío de la periferia como zona de valor potencial -una especie de condición prehistórica que podría finalmente llegar a merecer la atención de la arquitectura- es sólo una disimulada insistencia en la prioridad del centro y en la dependencia de él: sin centro, no hay periferia; el interés de aquél compensa supuestamente el vacío de ésta. La situación de la periferia, conceptualmente huérfana, empeora por el hecho de que su madre sigue viva, chupando cámara, haciendo hincapié en las deficiencias de su descendencia. Las últimas vibraciones emitidas por el centro agotado hacen imposible la lectura de la periferia como masa crítica. El centro no sólo es, por definición, demasiado pequeño para desempeñar las funciones a él asignadas: también ha dejado de ser el centro real para convertirse en un espejismo amplificado que va camino de su implosión; aun así, su presencia ilusoria niega legitimidad al resto de la ciudad (Manhattan denomina peyorativamente «gente de puente y túnel» a quienes precisan del apoyo de infraestructuras para entrar en la ciudad, y les hace pagar por ello). La persistencia de la actual obsesión concéntrica nos hace a todos gente de puente y túnel, ciudadanos de segunda en nuestra propia civilización, despojados de nuestros derechos por la estúpida coincidencia de nuestro exilio colectivo del centro. 1.5 En nuestra programación concéntrica (el autor pasó parte de su juventud en Amsterdam, ciudad de centralidad fundamental), la insistencia en el centro como núcleo de valor e importancia, fuente de toda significación, es doblemente destructiva: el volumen cada vez mayor de dependencias no sólo constituye una presión totalmente intolerable, supone también que el centro tiene que ser constantemente mantenido, es decir, modernizado. Como «el lugar más importante» que es, tiene que ser, paradójicamente, al mismo tiempo lo más antiguo y lo más nuevo, lo más fijo y lo más dinámico; experimenta la adaptación más intensa y constante, que después se ve comprometida y complicada por el hecho de que tiene que ser una transformación no reconocida, invisible a simple vista. (La ciudad de Zurich ha encontrado la solución más radical y cara para volver a una especie de arqueología al revés: capas y más capas de nuevas instalaciones modernas -centros comerciales, aparcamientos, bancos, cajas fuertes, laboratorios- se construyen bajo el centro. El centro no se expande ya hacia fuera o hacia el cielo, sino hacia dentro, hacia el mismísimo centro de la tierra.) Desde el injerto de arterias de tráfico más o menos discretas, desvíos, soterramientos, la construcción de cada vez más tangenciales, hasta la transformación rutinaria de viviendas en oficinas, de almacenes en lofts, de iglesias abandonadas en club nocturnos, desde las bancarrotas en serie y consiguientes reaperturas de unidades especificas en unos centros comerciales cada vez más caros hasta la implacable conversión de espacio útil en espacio «público», peatonalizaciones, creación de nuevos parques, plantaciones, exhibiciones, puentes, una restauración sistemática de la mediocridad histórica... Toda autenticidad se expulsa sin piedad. 1.6 La Ciudad Genérica es la ciudad liberada del cautiverio del centro, de la camisa de fuerza de la identidad. La Ciudad Genérica rompe con ese ciclo destructivo de dependencia: no es sino un reflejo de la necesidad actual y de la capacidad actual. Es la ciudad sin historia. Es lo bastante grande para todo el mundo. Es cómoda. No necesita mantenimiento. Si se queda demasiado pequeña, basta con que se expanda. Si envejece, basta con que se autodestruya y renueve. Es igual de emocionante -o no em ocionante- en todas partes. Es «superficial»: igual que un estudio de cine de Hollywood, puede producir una nueva identidad cada lunes por la mañana.
2. Estadísticas
2.1 La Ciudad Genérica ha crecido espectacularmente durante las últimas décadas. No sólo ha aumentado de tamaño, también lo ha hecho en cifras. A principios de los años setenta, tenía una media de 2,5 millones de habitantes oficiales (y más o menos 500.000 no oficiales); ahora anda por los 15 millones. 2.2 ¿Nació en Norteamérica la Ciudad Genérica? ¿Es acaso tan profundamente poco original que sólo puede ser Importada? El caso es que la Ciudad Genérica existe actualmente también en Asia, Europa, Australia, África. El movimiento definitivo de alejamiento del campo, de la agricultura, a la ciudad, no es un desplazamiento a la ciudad tradicional: es un desplazamiento a la Ciudad Genérica, una ciudad tan penetrante que ha llegado hasta el campo. 2.3 Algunos continentes, como Asia, aspiran a la Ciudad Genérica; otros se sienten avergonzados de ella. Como tiende hacia los trópicos -convergiendo en torno al ecuador-, una gran proporción de Ciudades Genéricas están en Asia, lo que parece una contradicción de términos: lo superfamiliar habitado por lo inescrutable. Un buen día volverá a ser exótico ese producto desechado de la civilización occidental, mediante la resemantización que su propia diseminación trae como consecuencia... 2.4 A veces, una ciudad antigua, singular, como Barcelona, simplificando en exceso su identidad, se vuelve Genérica. Se hace transparente, como un logo. Lo contrario no sucede nunca... al menos, aún no.
3. General
3.1. La Ciudad Genérica es lo que queda después de que amplias secciones de la vida urbana saltaran al ciberespacio. Es un lugar de sensaciones tenues y distendidas, pocas y distanciadas emociones, discretas y misteriosas como un espacio extenso iluminado por una lámpara de cabecera. Comparada con la ciudad clásica, la Ciudad Genérica está sedada, percibida normalmente desde una posición sedentaria. En lugar de concentración -presencia simultánea-, en la Ciudad Genérica los «momentos» individuales están muy espaciados entre sí, para crear un trance de experiencias estéticas casi imperceptibles: las variaciones de color de la iluminación fluorescente de un edificio de oficinas justo antes de ponerse el sol, las sutilezas de los blancos ligeramente diferentes de un anuncio iluminado de noche. Como la comida japonesa, las sensaciones pueden reconstituirse e intensificarse en la mente; o no, pueden ser simplemente ignoradas (hay una posibilidad). Esa omnipresente falta de urgencia e insistencia actúa como una droga potente: induce una alucinación de lo normal. 3.2 Trastocando drásticamente lo que se supone que es la característica más importante de la ciudad -lo s «negocios»-, la sensación dominante de la Ciudad Genérica es una calma extraña: cuanto mayor es la calma, más se aproxima a su estado puro. La Ciudad Genérica afronta los «males» que se atribuían a la ciudad tradicional antes de que nuestro amor por ella se hiciera incondicional. La serenidad de la Ciudad Genérica se logra por la evacuación del ámbito público, como en un ensayo de emergencia en caso de incendio. El plano urbano ahora sólo acoge en su seno el movimiento necesario, fundamentalmente en coche; las autopistas son una versión superior de bulevares y plazas que ocupan más y más espacio; su diseño, aparentemente dirigido a la eficacia en la automoción, es de hecho sorprendentemente sensual, una apariencia utilitaria que entra en el dominio del espacio terso. Lo que tiene de nuevo ese dominio público locomotor es que no pueden medirse sus dimensiones. El mismo segmento -digamos, quince kilómetros- proporciona una cantidad enorme de experiencias muy distintas entre sí: puede durar cinco minutos, o cuarenta; puede compartirse con casi nadie, o con toda la población; puede proporcionar el placer absoluto de la anfetamina pura, sin adulterar -momento en que la sensación de la Ciudad Genérica puede incluso llegar a ser Intensa, o al menos adquirir densidad-, o momentos absolutamente claustrofóbicos de bloqueo, momentos en que la liviandad de la Ciudad Genérica llega a su punto más notable. 3.3 La Ciudad Genérica es fractal, una repetición sin fin del mismo módulo estructural simple; es posible reconstruirlo a partir de su ente más minúsculo, un ordenador, tal vez incluso un disquete. 3.4 Los campos de golf son lo único que queda de alteridad. 3.5 La Ciudad Genérica tiene números de teléfono fáciles, no los de diez cifras, resistentes y destrozacerebros de la ciudad tradicionales, sino versiones más fáciles, con los números centrales iguales, por ejemplo. 3.6 Su principal atractivo reside en su anemia.
4. Aeropuerto
4.1 Los aeropuertos, una vez manifestado nes de neutralidad esencial, se encuentran ahora entre tas ele mentos más característicos y singulares de la Ciudad Genérica, son su medio de diferenciación más fuerte. Han de serlo, porque son cuanto la persona de la calle tiende a experimentar de una ciudad en concreto. Como una demostración drástica de perfume, foto-murales, o vegetación, las costum bres locales dan una primera impresión concentrada de la iden tidad local (a veces es también la última). Lejano, cómodo, exótico, polar, regional, oriental, rústico, nuevo, incluso «sin descubrir»: esos son los registros emocionales que se invocan. Los aeropuertos, tan cargados conceptualmente, se convelen en señales emblemáticas impresas en el inconsciente colectivo global bajo la forma de manipulaciones salvajes de sus atracti vos no aéreos: establecimientos libres de impuestos, cualidades espaciales espectaculares, la frecuencia y fiabilidad de sus conexiones con otros aeropuertos. En cuanto a su iconografía/rendimiento, el aeropuerto es un concentrado de lo hiperlocal y lo hiperglobal; hiperglobal en el sentido de que pue des conseguir allí productos que no se encuentran ni en la ciudad; hiperlocal en el sentido de que puedes adquirir allí cosa:, que no pueden conseguirse en ninguna otra parte. 4.2 La ten dencía en el comportamiento del aeropuerto va hacia una mayor autonomía: a veces no están ni siquiera relacionados en la práctica a una Ciudad Genérica concreta. Cada vez mayores y equipados con cada vez más instalaciones sin relación con el viaje, están empezando a reemplazar a la ciudad. La condición de en tránsito se está haciendo universal. Los aeropuertos, todos juntos, contienen poblaciones de millones de personas, a las que hay que sumar una enorme mano de obra diaria Siendo sus instalaciones tan completas, son como barros de la Ciudad Genérica, a veces incluso su razón de ser (¿su centro?), con el atractivo añadido de ser sistemas herméticos de los que no hay escapatoria posible, excepto a otro aeropuerto 4.3 La época/edad de la Ciudad Genérica puede reconstruirse a partir de una lectura cercana de la geometría de su aeropuerto. Planta hexagonal (en algunos casos aislados pentagonal o heptagonal): años sesenta. Planta y sección ortogonal: años setenta. Ciudad del Collage: años ochenta. Una simple sección curva, estirada sin fin en un plano lineal: probablemente, años noventa (si la estructura se ramifica como un roble: Alemania). 4.4 Los aeropuertos se presentan en dos tamaños: demasiado grandes y demasiado pequeños. Pero su tamaño no influye en su funcionamiento. Esto indica que el aspecto más intrigante de toda infraestructura es su elasticidad esencial. Calculados con exactitud por los números -pasajeros por año-, se ven invadidos por lo incantable y sobreviven, estirados liacía la indeterminación definitiva.
5. Población
5.1 La Ciudad Genérica es tremendamente multirracial, por término medio un8% de negros, un 12% de blancos, un 27% de hispanos, un 37% de chinos/asiáticos, un 6% indeterminado y un 10% de otras razas. No sólo multlrracial, sino multicultural también. Por eso no parece sorprendente ver templos entre los bloques, dragones en los grandes bulevares, o Budas en el distrito central de negocios. 5.2 La Ciudad Genérica la funda siempre gente en movimiento, confiada en seguir adelante. Eso explica la insustancialidad de sus fundamentos. Como los copos que se forman de repente en un líquido claro al unir dos sustancias químicas, para después depositarse en forma de montón vacilante en el fondo, la colisión o confluencia de dos migraciones -em igrados cubanos yendo al norte y retirados judíos yendo al sur, por ejemplo, ambas en última instancia para ir a alguna otra parte- establece un asentamiento donde antes no había nada. Una Ciudad Genérica ha nacido
6. Urbanismo
6.1 La gran originalidad de la Ciudad Genérica consiste simplemente en abandonar lo que no funciona -lo que ha sobrevivido a su uso-, romper el asfaltado del idealismo con los martillos neumáticos del realismo y aceptar cualquier cosa que pueda crecer en su lugar. En ese sentido, la Ciudad Genérica da cabida en su seno tanto a lo primordial como a lo futurista: de hecho, sólo a esas dos cosas. La Ciudad Genérica es cuanto queda de lo que solía ser la ciudad. La Ciudad Genérica es la posciudad que se prepara en el solar de la exciudad. 6.2 La Ciudad Genérica se mantiene unida, no por una esfera pública demasiado exigente -progresivamente desvalorizada en una secuencia sorprendentemente larga en la que el foro romano es al ágora griega como la gran superficie comercial es a la calle mayor-, sino por lo residual. En el estilo original de los modernos, lo residual era simplemente verde, su pulcritud controlada una afirmación moralista de buenas intenciones que desanima la asociación, el uso. En la Ciudad Genérica, como la corteza de su civilización es tan delgada, y por medio de su inmanente tropicalidad, lo vegetal se transforma en residuo edénico, el principal portador de su identidad: un híbrido de política y paisaje. Simultáneamente refugio de lo ilegal, de lo incontrolable, y objeto de interminable manipulación, representa un triunfo simultáneo de lo bien cuidado y lo primitivo. Su exuberancia inmoral compensa las demás carencias de la Ciudad Genérica. Siendo como es sumamente inorgánica, lo orgánico es el mito más fuerte de la Ciudad Genérica. 6.3 La calle ha muerto. Ese descubrimiento ha coincidido con los intentos frenéticos de resucitarla. El arte público está por todas partes, como si dos muertes equivalieran a una vida. La peatonalización -realizada con intención de conservar- simplemente canaliza el flujo de los condenados a destruir con los pies el objeto de su calculada reverencia. 6.4 La Ciudad Genérica está pasando de la horizontalidad a la verticalidad. El rascacielos parece que va a ser la tipología definitiva, final. Ha engullido todo lo demás. Puede existir en cualquier parte: en un arrozal, o en el centro de la ciudad, ahora ya no acusa la diferencia. Las torres no se alzan juntas ya; están separadas, para que no interactúen mutuamente. La densidad en el aislamiento es el ideal. 6.5 La vivienda no es un problema. Una de dos: o ha sido totalmente resuelto, o se ha abandonado totalmente a su suerte; en el primer caso es legal, en el segundo «ilegal»; en el primer caso, torres, o, normalmente, bloques (como mucho, de 15 metros de fondo), en el segundo (en perfecta complementariedad), una costra de improvisados cuchitriles. Una solución consume el cielo, la otra el suelo. Es extraño que quienes menos dinero tienen habitan lo que más cuesta: el suelo; y los que pagan, algo que es gratis: el aire. Tanto en un caso como en el otro, la vivienda parece ser sorprendentemente acomodaticia; no es sólo que la población se dobla cada equis años, sino que, además, al relajarse la disciplina de las diversas religiones, el número medio de habitantes por unidad de vivienda se reduce a la mitad -por medio del divorcio y otros fenómenos que provocan la división de familias- al mismo ritmo con que la ciudad dobla el número de sus habitantes; a medida que crecen las poblaciones, la densidad de la Ciudad Genérica decrece continuamente. 6.6 Todas las Ciudades Genéricas surgen de la tabula rasa; si antes no había nada, ahora están ellas; si antes había algo, ellas lo han reemplazado. No les queda otro remedio, de lo contrario serian ciudades históricas. 6.7 El paisaje de la Ciudad Genérica es normalmente una amalgama de secciones demasiado ordenadas -que se remontan al principio de su desarrollo, cuando «el poder» estaba sin diluir aún- y con una organización cada vez más libre en el resto. 6.8 La Ciudad Genérica es la apoteosis del concepto de múltiple opción: todas las casillas llevan una equis, es una antología de todas las opciones. Normalmente, la Ciudad Genérica ha sido «planificada», no en el sentido habitual de alguna organización burocrática que controla su desarrollo, sino como si ecos, esporas, tropos, semillas varias cayeran al suelo al azar, igual que en la naturaleza, arraigaran -explotando la fertilidad natural del terreno- y ahora formaran un conjunto: un parque genético arbitrario que a veces produce resultados asombrosos. 6.9 La escritura de la ciudad puede ser indescifrable, defectuosa, pero eso no quiere decir que no haya escritura; puede suceder simplemente que nosotros hayamos desarrollado una nueva forma de analfabetismo, una nueva forma de ceguera. Una detección paciente revela los temas, partículas, fibras que pueden aislarse de las aparentes tinieblas de esa ur-sopa wagneriana: notas abandonadas en una pizarra por un genio de visita hace cincuenta años, informes a multicopista de las Naciones Unidas desintegrándose en su silo de cristal de Manhattan, descubrimientos de antiguos pensadores coloniales con buen ojo para el clima, rebotes impredecibles de educación de diseño haciendo acopio de fuerzas como proceso de blanqueo global. 6.10 La mejor definición de la estética de la Ciudad Genérica es el «estilo libre». ¿Cómo describirlo? Imaginemos un espacio abierto, un claro en el bosque, una cíudad nivelada. Existen tres elementos: carreteras, edificios y naturaleza, que coexisten por medio de relaciones flexibles, sin razón aparente, en una diversidad organizativa espectacular. Cualquiera de los tres puede dominar: a veces se pierde la «carretera», para encontrarla después serpenteando tras un rodeo incomprensible; a veces no se ven edificios, sólo naturaleza; después, de un modo igual de impredecible, estás rodeado sólo de edificios. En ciertos lugares espantosos, los tres elementos están igualmente ausentes. En esos «sitios» (de hecho, ¿qué es lo opuesto a un sitio? Son como agujeros que atraviesan el concepto de ciudad), el arte público emerge como el monstruo del Lago Ness, figurativo y abstracto a partes iguales, normalmente autolimpiable. 6.11 Algunas ciudades concretas siguen discutiendo seriamente los errores de los arquitectos -p o r ejemplo, sus propuestas de creación de redes peatonales elevadas con tentáculos que llevan de un bloque a otro, como solución a la congestión-, pero la Ciudad Genérica se limita a disfrutar las ventajas de sus inventos: plataformas, puentes, túneles, autopistas -una enorme proliferación de la parafemalia de la conexión- frecuentemente decorados con helechos y flores, como para alejar de si el pecado original, creando una congestión vegetal mayor aún que en una pelícuí la de ciencia-ficción de los años cincuenta. 6.12 Las carreteras son sólo para coches. La gente (los peatones) dan una vuelta (como en un parque de atracciones) en «paseos» que los elevan del suelo, después los someten a un catálogo de condiciones exageradas -viento, calor, cuestas, frío, interior, exterior, olores, hum os- en una secuencia que es una caricatura grotesca de la vida en la ciudad histórica. 6.13 En la Ciudad Genérica hay horizontalidad, pero es algo que está desapareciendo. Consiste en historia que no se ha borrado aún, o bien en enclaves de estilo Tudor que se multiplican en torno al centro como emblemas recién acuñados de la conservación. 6.14 ! Por irónico que parezca, aunque la Ciudad Genérica sea nueva en si, está rodeada de una constelación de Nuevas Ciudades: | las Nuevas Ciudades son como los anillos de los años. De uno i u otro modo, las Nuevas Ciudades envejecen muy rápidamente, del mismo modo en que un niño de cinco años puede desarrollar arrugas y artritis como consecuencia de una enfermedad llamada progeria. 6.15 La Ciudad Genérica presenta la muerte final de la planificación. ¿Por qué? No porque no está planificada; de hecho, enormes universos complementarios de burócratas y contratistas encauzan flujos inimaginables de energía y dinero en su realización. Por el mismo dinero, sus llanuras pueden fertilizarse con diamantes, pavimentarse sus campos embarrados con adoquines de oro... Pero su descubrimiento más peligroso y más estimulante es que la planificación no cambia nada en absoluto. Los edificios se pueden construir bien (una torre junto a una boca de metro) o mal (centros situados a kilómetros de cualquier carretera). Florecen/marchitan de modo imprevisible. Las redes se extienden demasiado, envejecen, se pudren, se quedan obsoletas: las poblaciones se doblan, triplican, cuadriplican, y de pronto desaparecen. La superficie de la ciudad explota, la economía se acelera, frena, emerge, se viene abajo. Como madres de la antigüedad que siguen alimentando embriones titánicos, se construyen ciudades enteras sobre infraestructuras coloniales cuyos planos se llevaron consigo los opresores de vuelta a casa. Nadie sabe dónde ni cómo, ni desde cuándo funcionan las alcantarillas, la ubicación exacta de las lineas telefónicas, cuál fue la razón para colocar el centro donde está, dónde terminan los ejes monumentales. Lo único que demuestra es que hay infinitos márgenes ocultos, depósitos colosales de negligencia, un perpetuo proceso orgánico de ajuste, estándares, comportamiento; las expectativas cambian con la inteligencia biológica del animal más atento. En esa apoteosis de múltiple opción, no va ser posible reconstruir de nuevo causa y efecto. Funcionan, eso es todo. 6.16 La aspiración de la Ciudad Genérica a la tropicalidad implica automáticamente el rechazo de cualquier referencia prolongada a la ciudad como fortaleza, como ciudadela; es abierta y adaptable, como un manglar.
7. Política
7.1 La Ciudad Genérica tiene una relación (a veces distante) con un régimen más o menos autoritario, local o nacional Normalmente, los amiguetes del «líder» -quienquiera que fuera- decidieron desarrollar una parte del «centro» o la periferia, o incluso empezar a construir una ciudad donde antes no había nada, y así desencadenaron el auge que puse a la ciudad en el mapa. 7.2 Muy a menudo, el régimen ha evolucionado hacia un grado sorprendente de invisibilidad, como si. por su propia permisividad, la Ciudad Genérica se resistiera a lo dictatorial.
8. Sociología
8.1 Es muy sorprendente que el triunfo de la Ciudad Genérica no haya coincidido con el triunfo de la sociología, disciplina cuyo «campo» se ha extendido gracias a la Ciudad Genérica más allá de su imaginación más desatada La Ciudad Genérica es sociología, acontecimiento. Cada Ciudad Genérica es una bandeja de cultivo, o una pizarra con una paciencia infinita en la que casi tedas las hipótesis pueden «demostrarse» y después borrarse, para no reverberar nunca más en la mente de sus autores o de su público. 8.2 Está claro que hay una proliferación de comunidades -un zapeo socloló gico - que se resiste a una sola interpretación absoluta. La Ciudad Genérica está aflojando la estructura que antes mante nía todo unido. 8.3 Aunque infinitamente paciente, la Ciudad Genérica resiste también firmemente a la especulación demuestra que la sociología puede ser el peor sistema para captar la sociología en potencia. Desmonta cuanta critica se Id hace. Aporta enormes cantidades de pruebas a favor y -en cantidades aún más impresionantes- en contra de cada hipó tesis. En la torre A, los bloques llevan al suicidio, en la 6 a la felicidad posterior. En la C se perciben como un primer paso hacia la emancipación (presumiblemente, sin embargo, bajo algún tipo de «coacción»), en la D se perciben simplemente como pasados de moda. En la K están construidos en cantidades inimaginables, en la L están despiezados. El nivel de creatividad es inexplicablemente alto en la £, inexistente en la F. La G es un mosaico étnico sin fisuras, la H está siempre a merced del separatismo, si no al borde de la guerra civil. El modelo Y nunca durará, porque esta desnaturalizando la estructura familiar, pero Z florece -palabra que ningún académico aplicaría jamás a ninguna actividad de la Ciudad Genérica- debido a ello. La religión está corroída en la V, sobrevive en la W, se transmuta en la X. 8.4 Aunque parezca extraño, nadie ha pensado que las contradicciones sin fin de esas interpretaciones demuestran cada vez más la riqueza de la Ciudad Genérica; ésa es la hipótesis que se ha eliminado de antemano.
9. Barrios
9.1 Siempre hay un barrio llamado Buenas Palabras, donde se guarda un mínimo del pasado: normalmente suele tener un viejo tren/tranvía o autobús de dos pisos discurriendo por él, haciendo sonar campanas siniestras, versiones domesticadas del buque fantasma del Holandés Errante. Sus cabinas de teléfono son rojas y trasplantadas de Londres, o bien llevan pequeños tejados chinos. Buenas Palabras -también llamado Ocurrencia Tardía, Muelles, Demasiado Tarde, Calle 42, simplemente el Village, o incluso Metro- es una elaborada operación mítica: celebra el pasado como sólo puede hacerlo algo recién concebido. Es una máquina. 9.2 La Ciudad Genérica tuvo una vez un pasado. Llevada por su ambición de prestigio, grandes secciones suyas desaparecieron de algún modo, primero sin que nadie lo lamentara -aparentemente, el pasado fue sorprendentemente antihigiénico, incluso peligroso-; después, sin previo aviso, el alivio se volvió pesar. Ciertos profetas -con largo pelo blanco, calcetines grises y sandalias- habían advertido siempre de que el pasado era algo necesario, un recurso. Lentamente, la máquina destructora se detiene con un chirrido; algunos cuchitriles elegidos al azar en el plano euclídeo blanqueado son protegidos y devueltos a un esplendor que nunca conocieron... 9.3 A pesar de su ausencia, la historia es la preocupación principal, incluso la actividad principal de la Ciudad Genérica. En el suelo liberado, en torno a los cuchitriles restaurados, se construyen más hoteles aún para recibir más y más turistas en proporción directa al borrado del pasado. Su desaparición no tiene ninguna influencia en las cifras de aquellos, o tal vez se trata sólo de la prisa de última hora. El turismo es ahora independiente del destino... 9.4 En lugar de recuerdos concretos, las asociaciones que moviliza la Ciudad Genérica son recuerdos generales, recuerdos de recuerdos: ya que no todos los recuerdos a la vez, sí al menos un recuerdo abstracto simbólico, un déjà vu que jamás termina, un recuerdo genérico. 9.5 A pesar de su presencia física modesta (en Buenas Palabras las casas no tienen más de tres pisos: ¿homenaje a/venganza de Jane Jacobs?), condensa todo el pasado en un único complejo. La historia vuelve, no como farsa, sino como servicio: comerciantes disfrazados (sombreros raros, trajes gastados, velos) ponen en escena las condiciones (esclavitud, tiranía, enfermedad, pobreza, colonia) para abolir las cuales su país fue a la guerra. Como un virus duplicado, por todo el mundo lo colonial parece ser la única fuente inagotable de autenticidad. 9.6 Calle 42: aparentemente, los lugares donde el pasado se conserva son de hecho los lugares donde más ha cambiado el pasado, donde está más distante -como visto por el extremo equivocado de un telescopio-, o incluso está totalmente eliminado. 9.7 Sólo el recuerdo de antiguos excesos es lo suficientemente fuerte para acusar lo suave. Como si trataran de calentarse al calor de un volcán inactivo, los lugares más populares (con turistas, y en la Ciudad Genérica el término incluye a todo el mundo) son los que en otro tiempo estuvieron más intensamente relacionados con el sexo y la conducta licenciosa. Los ¡nocentes invaden los lugares antes frecuentados por proxenetas, prostitutas, camellos, putas, travestís y, en menor grado, artistas. Paradójicamente, en el mismo instante en que las autopistas de la información están a punto de suministrar pornografía por camiones hasta sus salas de estar, es como si la experiencia de caminar sobre los rescoldos recalentados de la trasgresión y el pecado los hiciera sentirse especiales, vivos. En una época que no genera nuevos ambientes, el valor del ambiente establecido se pone por las nubes. ¿Será que caminar sobre esas cenizas es lo más que pueden acercarse a la culpabilidad? ¿Existencialismo diluido hasta lograr la intensidad de una Perrier? 9.8 Cada Ciudad Genérica tiene unos muelles, no necesariamente con agua -pueden ser con desierto, por ejemplo-, pero al menos con un borde, donde uno entra en contacto con otras circunstancias, como si una posición de librarse por los pelos fuera la mejor garantía de su disfrute. Aquí, los turistas se congregan en manada en tomo a un grupo de puestos. Hordas de «vendedores ambulantes» tratan de venderles los aspectos «singulares» de la ciudad. Las partes singulares de todas las Ciudades Genéricas han creado en comunión un souvenir universal, cruce científico entre la Torre Eiffel, el Sacre Coeur y la Estatua de la Libertad: un edificio alto (normalmente entre 200 y 300 metros) metido en una pequeña bola de cristal con nieve o, si está cerca del ecuador, copos de oro; diarios con cubiertas de cuero picadas de viruelas; sandalias hippies, aunque los hippies de verdad son rápidamente repatriados. Los turistas las acarician -nadie ha sido jamás testigo de una venta- y después se sientan en los restaurantes exóticos que se suceden a lo largo de los muelles: allí se experimenta con toda la gama de la gastronomía actual: picante: primera indicación, y quizá definitivamente la más fiable, de estar en otro lugar; empanada: de buey o sintética; cruda: práctica atávica que va a ser muy popular en el tercer milenio. 9.9 Las gambas son el aperitivo definitivo. Gracias a la simplificación de la cadena alimentaria - y lasvicisitudes de la preparación-, saben igual que los bollos ingleses, es decir, a nada.
10. Programa
10.1 Las oficinas siguen ahí, de hecho hay cada vez más. La gente dice que ya no son necesarias. Dentro de cinco o diez años, todos trabajaremos en casa. Pero entonces necesitaremos casas mayores, lo suficientemente grandes como para poder hacer reuniones en ellas. Las oficinas tendrán que convertirse en viviendas. 10.2 La única actividad es hacer compras. Pero ¿por qué no considerar el hacer compras como algo temporal, provisional? Espera a tiempos mejores. Es culpa nuestra, por no haber pensado en algo mejor que hacer. Esos mismos espacios inundados con otros programas -bibliotecas, baños públicos, universidades- serían algo magnífico; nos quedaríamos impresionados por su grandeza. 10.3 Los hoteles se están convirtiendo en el alojamiento genérico de la Ciudad Genérica, su bloque edificado más común. Antes lo solía ser la oficina, lo que al menos implicaba un ir y venir, suponiendo la existencia de otros alojamientos importantes en otros lugares. Los hoteles son ahora contenedores que, por la expansión y perfección de sus instalaciones, hacen innecesarios casi todos los demás edificios. Aunque funcionen también como centros comerciales, son lo más cercano que tenemos a la existencia urbana, al estilo del siglo XXI. 10.4 El hotel trae consigo ahora prisión, arresto domiciliario voluntario; no queda ningún otro lugar de la competencia al que ir; llegas y te quedas. Describe cada vez más a una ciudad de diez millones, todos ellos encerrados en sus habitaciones, algo así como el reverso de la animación: la densidad implosionada.
11. Arquitectura
11.1 Cerremos los ojos e imaginemos una explosión de color beige. En su epicentro aparece el color de los labios vaginales (sin excitar), un berenjena mate-metálico, caqui-tabaco, calabaza polvorienta; todos los coches camino de la blancura nupcial... 11.2 Én la Ciudad Genérica hay edificios interesantes y aburridos, como en todas las ciudades. Ambos tipos se remontan a los tiempos de Mies van dei Rohe: la primera categoría, a su irregular Torre Friedrichstadt (1921), la segunda a las cajas que concibió no mucho después. Esa secuencia es importante: evidentemente, después de cierta experimentación inicial, Mies cambió de opinión de una vez por todas y se puso en contra del interés y a favor del aburrimiento. Como mucho, sus últimos edificios captan el espíritu de su obra temprana -¿sublimado, reprimido?- como una ausencia más o menos notable, pero nunca volvió a proponer proyectos «interesantes» para posibles edificios. La Ciudad Genérica demuestra que estaba equivocado: sus arquitectos más atrevidos han aceptado el reto que Mies abandonó, hasta el extremo de que ahora es difícil encontrar una caja. Aunque parezca irónico, ese homenaje al Mies interesante muestra que «el» Mies estaba equivocado. 11.3 La arquitectura de la Ciudad Genérica es bella por definición. Construida a velocidad increíble, y concebida a un ritmo más increíble aún, hay una media de 27 versiones fracasadas por cada estructura realizada -pero ese no es el término exacto-. Se elaboran en los 10.000 estudios de arquitectura de los que nadie ha oído hablar, todos ellos vibrantes de fresca inspiración. Presumiblemente más modestos que sus colegas famoso, esos estudios están unidos por una conciencia colectiva de que algo va mal con una arquitectura que solamente puede reclasificarse mediante sus esfuerzos. El poder de las cifras les da una arrogancia espléndida, reluciente. Son los que diseñan sin dudar. Acaparan, con feroz precisión, procedentes de mil y unn fuentes, más riquezas que las que pudiera amasar cualquier genio. Por término medio, su educación ha costado 30.000 dólares, sin contar el transporte y alojamiento. El 23% han sido blanqueados en universidades de la American Ivy Leagun, donde han estacto expuestos -cierto es que durante periodo:, cortos- a la bien pagada élite de la otra profesión, la oficial de ello resulta que una inversión combinada total de trescientos mil millones de dólares (300.000,000.000 $) en formación de arquitectos [es decir, 30.000 $ (coste medio) x 100 (medi.i de trabajadores cor estudio) x 100.000 (número de estudios on todo el mundo)] está funcionando y produciendo Ciudades Genéricas en cualquier momento. 11.4 Los edificios de formas complejas dependen de la industria del muro-cortina, de adhesivos y agentes selladores cada vez más eficaces, que tranforman cada edificio en una mezcla de camisa de fuerza y cámara de oxígeno. La utilización de sillcona -«estamos estirando la fachada todo lo que podemos»- ha aplanado todas la:, fachadas, ha pegado cristal a piedra, a acero, a cemento, con una impureza propia de la edad espacial. Esas conexiones guardan la apariencia del rigor intelectual mediante la aplica ción generosa de un compuesto transparente espermático quo mantiene todo junto por intención más que por diseño, un triunfo de la cola sobre la integridad de los materiales. Como todo lo demás en la Ciudad Genérica, su arquitectura es lo resistente hecho maleable, una epidemia de rendimiento, ya no mediante la aplicación del principio, sino mediante la sistemática aplicación de lo falto de principios. 11.5 Como la Ciudad Genérica es en su mayoría asiática, su arquitectura lleva generalmente aire acondicionado; aquí es donde la paradoja del reciente cambio de paradigma -la ciudad no representa ya el máximo desarrollo, sino algo que hace frontera con el subdesarrollo— se agudiza: los medios brutales por los que se logra el acondicionamiento de aire universal mira en el interior del edificio las condiciones climáticas que una vez «se daban» en el exterior: tormeress repentinas, minitomados, rachas heladas en la cafetería, olas de calor, incluso niebla. Un provincialismo de lo mecánico, abandonado por la materia gris encaminada hacia la electrónica. ¿Incompetencia o imaginación? 11.6 La ironía consiste en que, a su manera, la Ciudad Genérica presenta en su lado más subversivo, lo más ideológico; eleva la mediocridad a un nivel superior; es como el Merzbau de Kurt Schwitters a escala ciudad: la Ciudad Genérica es una MerzCiudad. 11.7 El ángulo de las fachadas es el único Índice fiable del genio arquitectónico: 3 puntos para las inclinadas hacia atrás, 12 puntos para las indinadas hacia delante, 2 puntos de castigo para los retranqueos (demasiado nostálgicos). 11.8 La sustancia aparentemente sólida de la Ciudad Genérica es engañosa. El 51% de su volumen consiste en atrios. El atrio es un artefacto diabólico porque es capaz de dar sustancia a lo insustancial. Su nombre romano es garantía eterna de su clase arquitectónica, sus orígenes históricos hacen que el tema sea inagotable. Acomoda al habitante rupestre en su infatigable suministro de comodidad metropolitana. 11.9 El atrio es espacio vacío: los vacíos son el bloque edificado esencial de la Ciudad Genérica. Paradójicamente, su vaciedad asegura su propia fisipidad, e inflar el volumen es el único pretexto para su manifestación física. Cuanto más acabados y repetitivos son sus interiores, menos se nota su repetición esencial. 11.10 El estilo de elección es posmoderno, y lo seguirá siendo siempre. La posmodernidad es el único movimiento que ha logrado conectar la práctica de la arquitectura con la práctica del pánico. La posmodernidad no es una doctrina basada en una lectura sumamente civilizada de la historia de la arquitectura, sino un método, una conversión en la arquitectura profesional que produce resultados a la velocidad suficiente para no quedar rezagada en el crecimiento de la Ciudad Genérica. En lugar de conciencia, como podrían haber esperado sus inventores originales, crea un nuevo inconsciente. Es algo así como el pinche de la modernización. Cualquiera puede hacerlo: un rascacielos basado en la pagoda china y/o una ciudad toscana sobre una loma. 11.11 Toda resistencia al posmodernismo es antidemocrática. Crea un envoltorio «furtivo» en torno a la arquitectura que la hace irresistible, como un regalo de Navidad procedente de la caridad. 11.12 ¿Existe alguna conexión entre la predominancia del espejo en la Ciudad Genérica -¿es para celebrar la insignificancia mediante su multiplicación, o un esfuerzo desesperado por captar esencias que están a punto de evaporarse?- y los «obsequios» que, durante siglos, se suponía que iban a ser el regalo más popular y eficaz para los salvajes? 11.13 Máximo Gorki habla sobre Coney Island de «aburrimiento variado». Está claro que trata el término como un oximorón. La variedad no puede ser aburrida. El aburrimiento no puede ser variado. Pero la infinita variedad de la Ciudad Genérica se acerca, al menos, a hacer de la variedad algo normal, banalizado, en una inversión de la expectativa: es la repetición lo que se ha convertido en algo inusual, y por lo tanto potencialmente atrevido, estimulante. Pero eso es para el siglo XXI.
12. Geografía
12.1 La Ciudad Genérica se encuentra en un clima más cálido de lo habitual; se desplaza hacia el sur-hacia el ecuador-, alejándose del desorden creado por el norte en el segundo milenio. Es un concepto en estado de migración. Su destino definitivo es ser tropical, con mejor clima y gente más guapa. La habitan aquellos a quienes no gusta vivir en otra parte. 12.2 En la Ciudad Genérica, la gente no es sólo más guapa que sus semejantes, tienen fama también de ser más ecuánimes, menos preocupados por el trabajo, menos hostiles, más agradables: prueba, dicho en otras palabras, de que hay una conexión entre arquitectura y comportamiento, que la ciudad puede producir gente mejor mediante métodos por el momento desconocidos. 12.3 Una de las características más potentes de la Ciudad Genérica es la estabilidad de su clima -sin estaciones, vistas soleadas-, pero todos los pronósticos se presentan en términos de cambio inminente y futuro deterioro: nubes sobre Karachi. La cuestión del funesto destino se ha desplazado de lo ético y religioso al dominio ineludible de lo meteorológico. El mal tiempo es casi la única preocupación que se cierne sobre la Ciudad Genérica.
13. Identidad
13.1 Hay una redundancia calculada (?) en la iconografía adoptada por la Ciudad Genérica. Si está de cara al mar, entonces se distribuyen por todo su territorio símbolos basados en el agua. Si es un puerto, entonces aparecerán lejos, en el interior, barcos y grúas (no obstante, mostrar los propios contenedores no sería lógico: no se puede particularizar lo genérico mediante lo Genérico). Si es asiática, entonces aparecen mujeres «delicadas» (sensuales, inescrutables) en poses elásticas, sugiriendo sumisión (religiosa, sexual) en todas partes. Si tiene un monte, entonces cada folleto, cada menú, cada billete, cada cartelera insistirá en la colina, como si nada que esté por debajo de una tautología sin fisuras pueda convencer. Su identidad es como un mantra.
14. Historia
14.1 El pesar por la ausencia de historia es un reflejo agotador. Expone un consenso tácito sobre la presencia deseable de la historia. Pero ¿quién dice que lo sea? Una ciudad es un plano habitado del modo más eficaz por gente y procesos, y, en la mayoría de los casos, la presencia de la historia no hace más que aminorar su rendimiento... 14.2 La historia actual obstruye la pura explotación de su valor teórico como ausencia. 14.3 A lo largo de la historia de la humanidad -por empezar un párrafo al estilo norteamericano- las ciudades han crecido por un proceso de consolidación. Los cambios se hacen en el momento. Las cosas mejoran. Las culturas florecen, decaen, reviven, desaparecen, son saqueadas, invadidas, humilladas, violadas, triunfan, renacen, tienen edades de oro, callan de repente... y todo en el mismo lugar. Por eso es la arqueología una profesión de excavar, expone capa tras capa de civilización (es decir, ciudad). La Ciudad Genérica, igual que un sketch que nunca se explica, no mejora, sino que se abandona. La idea de estratificación, intensificación o conclusión le son ajenas: no tiene capas. Su próxima capa tiene lugar en otra parte, bien al lado -puede ser del tamaño de un país- o incluso en un lugar totalmente apartado. Lo arqueologal (= arqueología con más interpretación) del siglo XX necesita billetes de avión ilimitados, no una pala. 14.4 Al exportar/expulsar sus mejoras, la Ciudad Genérica perpetúa su propia amnesia (¿su único vinculo con la eternidad?). Por tanto, su arqueología será la prueba de su olvido progresivo, la documentación de su evaporación. Su genio estará con las manos vacías: no será un emperador desnudo, sino un arqueólogo sin descubrimientos, o incluso sin yacimiento.
15. Infraestructura
15.1 Las infraestructuras, que se reforzaban y totalizaban mutuamente, se están haciendo cada vez más competitivas y locales; ya no pretenden crear totalidades que funcionen, sino que ahora despliegan entidades funcionales. En lugar de red y organismo, la nueva infraestructura crea enclave y atolladero: ya no crea el grand récit, sino el desvío parasitario (la ciudad de Bangkok ha aprobado planes para tres sistemas de metro elevado para ir de A a B; que gane el mejor). 15.2 La infraestructura no es ya una respuesta más o menos retrasada a una necesidad más o menos urgente, sino un arma estratégica, una predicción: el puerto X no se amplía para prestar servicio a un mercado interior de consumidores frenéticos, sino para acabar con o reducir las posibilidades de que el puerto Y sobreviva al siglo XXI. En una sola isla, a la metrópolis del sur Z, aún en su infancia, se le «da» un nuevo sistema de metro para que la metrópoli asentada del norte W parezca torpe, congestionada y anticuada. La vida en V se hace más fácil para lograr que la vida en U llegue a ser insoportable.
16. Cultura
16.1 Sólo cuenta lo redundante. 16.2 En cada zona horaria, hay al menos tres representaciones de Cats. El mundo está rodeado de un anillo de Saturno de maullidos. 16.3 La ciudad solía ser el gran territorio de caza sexual. La Ciudad Genérica es como una agencia de citas: adecúa eficazmente oferta y demanda. Orgasmo en vez de agonía: he ahí el progreso. Las posibilidades más obscenas se anuncian en la tipografía más limpia; el tipo Helvética se ha hecho pornográfico.
17. Fin
17.1 Imaginemos una película de Hollywood sobre la Biblia. Una ciudad, en alguna parte de Tierra Santa. Escena de mercado: por todas partes hay extras cubiertos con trapos de colores, pieles, ropajes de seda, entran en escena gritando, gesticulando, ponen los ojos en blanco, empiezan peleas, se ríen, se rascan la barba, con la cola de las pelucas goteando, se apiñan en el centro de la imagen blandiendo palos, puños cerrados, derribando puestos, aplastando animales... La gente grita. ¿Para vender cosas? ¿Para revelar el futuro? ¿Para invocar a los dioses? Se roban bolsas de dinero, la muchedumbre persigue a los delincuentes (¿o los ayuda?). Los sacerdotes oran pidiendo calma. Los niños se vuelven locos entre la maleza de piernas y ropajes. Los animales rugen. Las estatuas se vienen abajo. Las mujeres chillan, ¿amenazadas?, ¿en éxtasis? La masa agitada se transforma en oceánica. Rompen las olas. Ahora quitemos el sonido -silencio, un alivio bienvenidoy veamos la película al revés. Hombres y mujeres mudos pero visiblemente agitados retroceden vacilantes: el observador no registra ya solamente a seres humanos, sino que empieza a advertir espacios entre ellos. El centro se vacía: las últimas sombras desaparecen del rectángulo del fotograma, probablemente entre quejas, pero por suerte no las oímos. El silencio se ve ahora reforzado por el vacío: la imagen muestra puestos vacíos, algunos restos aplastados bajo los pies. Alivio... se acabó. Esa es la historia de la ciudad. La ciudad ya no existe. Ya podemos salir del cine...
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Rem Koolhaas (Rotterdam, 1944). Antes de dedicarse a proyectar edificios, Koolhaas trabajó como guionista de cine y ejerció de periodista. Es una figura fundamental para entender el desarrollo de la arquitectura contemporánea.
Antes de esbozar sobre el tablero de dibujo su primer proyecto, se dedicó a impartir teoría en la Architectual of Association de Londres. Su libro La delirante Nueva York lo situó en la línea de salida para una carrera que dura ya dos décadas. En 1975, después de analizar el impacto de la cultura metropolitana sobre la arquitectura fundó, junto a Elia y Zoe Zenghelis y Madelon Vriesendorp, la Office for Metropolitan Architecture (OMA), cuyos objetivos son la definición de nuevos tipos de relaciones, tanto teóricas como prácticas, entre la arquitectura y la situación cultural contemporánea.