lunes. 23.06.2025
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Tachas 598 • Contra el tiempo • Luciano Concheiro

Luciano Concheiro

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Tachas 598 • Contra el tiempo • Luciano Concheiro

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Si me viera obligado a señalar un rasgo que describiera la época actual en su totalidad, no lo dudaría un segundo: elegiría la aceleración. Este fenómeno explica en buena medida cómo funcionan hoy en día la economía, la política, las relaciones sociales, nuestros cuerpos y nuestra psique. El incremento de la velocidad es una mirilla por la cual, sin tener que recurrir a perspectivas reduccionistas, podemos ver —y acaso entender un poco mejor- el mundo contemporáneo y a quienes lo habitamos. 

Cada etapa histórica se distingue por una manera particular de experimentar el tiempo. La nuestra es la época de la aceleración. La concepción temporal de la Modernidad era como una escalera ascendente sin fin: rectilínea, arrojada hacia el futuro y articulada por la noción de Progreso. En cambio, la concepción temporal que hoy predomina es más bien como una página web de scroll infinito (es decir, como funcionan Facebook, Instagram y Twitter). Percibimos una sucesión constante de eventos que se desplazan unos a otros rápidamente. No hay dirección, no se va a ningún lugar. Es un ciclo interminable cuyo único elemento constante es la aceleración. La Historia terminó porque no hay una narración coherente (un metarrelato, hubiera dicho Lyotard) que aglutine lo que sucede. Cuando más, podemos aspirar a construir un listado de hechos: un News Feed o un Timelime parecidos a los Anales medievales. La imagen que mejor explica cómo experimentamos el tiempo es la de una rueda para hámster que gira a una gran velocidad pero no se desplaza. Vivimos en una época de inmovilidad frenética. 

Hay diferentes tipos de aceleración. El sociólogo Hartmut Rosa ha propuesto un sistema clasificatorio: por un lado, la aceleración de los desarrollos tecnológicos; por el otro, la de los cambios sociales, y, por último, la del ritmo de la vida diaria. Sin embargo, como él mismo reconoce, en realidad existe un ciclo de retroalimentación entre estas distintas manifestaciones. De ahí se desprende la dificultad de cualquier análisis sobre el tema: hay que estudiar la aceleración como un fenómeno total y, simultáneamente, prestar atención a las formas particulares en las que encarna.

El presente ensayo busca hacer frente a esta disyuntiva. Para lograrlo, se explora la aceleración desde distintas perspectivas. En la primera sección, se examina la manera en que el capitalismo la ha utilizado como mecanismo pata cumplir su necesidad básica (la obtención sin fin de ganancias). En la segunda, se examina su impacto en la política: cómo ha estructurado una política oportunista y cortoplacista, que piensa ante todo en la coyuntura y depende de los medios de comunicación. En la tercera, se investiga el tipo de subjetividad que ha constituido: sujetos dispersos, estresados, ansiosos, deprimidos, necesitados de sustancias estimulantes, que siempre están de prisas.

Ya no basta con realizar un diagnóstico de nuestra época. Hay que atreverse a dar un paso más allá: arriesgar propuestas. Siguiendo ese principio, aquí se propone una vía para escapar de la aceleración. La ingenuidad es dejada de lado: se sabe que en la actualidad no existen las condiciones para emprender el cambio sistémico necesario para terminar de tajo con la aceleración. Por esta razón, la propuesta es modesta. No se quiere erradicar lo que nos oprime, sino simplemente huir de ello. Dicho de otra forma: se busca emprender una Resistencia tangencial que, aunque no transforme la realidad circundante, nos permita escapar por momentos de la velocidad.  

Si se busca hacer un uso político del instante, entenderlo como una temporalidad radical, es necesario fundar una Filosofía práctica del instante: una praxis que permita experimentarlo. No un manual ni una rígida doctrina, sino una teórica práctica en continua construcción. Este libro es un primer movimiento hacia esa dirección.  

De alguna manera, lo dicho en estas páginas sobre el instante está contenido en las fotografías de Gabriel Orozco. Es fundamental recalcarlo: no funcionan como ilustración o descripción de lo argumentado. Tampoco es que retraten un instante particular. Lo que logran es aún más radical. Hacen que el instante surja, nos permiten experimentarlo. 

Los maestros del budismo zen desconfían de los conceptos, pues saben que resultan insuficientes para transmitir sus enseñanzas. Por eso recurren al kôan: paradojas que, mediante el dislocamiento de los principios lógicos y racionales, permiten alcanzar un grado de consciencia superior (la Iluminación, el Despertar, el Instante). Cada fotografía de Gabriel Orozco opera como un kôan visual. 

Este libro, aunque busca combatir la aceleración, es un libro acelerado. Su estilo argumentativo está pensado para mis contemporáneos —los que vivimos asfixiados por la velocidad—. Su estructura está conformada por una serie de fragmentos, bajo el entendido de que los lectores del presente viven deprisa y realizando varias tareas en paralelo. Cada fragmento tiene apenas unas cuantas páginas: lo suficiente para ser leído entre la llegada de un correo electrónico o mensaje y el siguiente. Los gruesos libros teóricos o filosóficos han caducado porque nadie tiene el tiempo y la atención necesarios para consumirlos. 

Al lector acelerado, marcado por permanentes golpeteos de información e imágenes, hay que proveerle de ideas al ritmo que está acostumbrado. No me interesa hacer extensos argumentos. Cuanto más corto y conciso, mejor. Más que convencer, quisiera hacer eco con la experiencia cotidiana: desencadenar el sentimiento de que ya se 'había percibido aquello que se plantea. Es decir, generar una simbiosis entre la teoría y lo que vivimos en carne propia día con día: mostrar que, en ultima instancia, de lo que se habla no es más que de nosotros mismos. 

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Luciano Concheiro (CDMX, 1953) Doctor en Desarrollo Rural por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-X) y es candidato a Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente participa con la Primera Presidenta de México, la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo, en la construcción del Segundo Piso de la Cuarta transformación como Titular de la Autoridad Educativa Federal en la Ciudad de México (AEFCM).


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