POESÍA
Tachas 608 • Convertido en luna • Luís Aranha
Luís Aranha [trad. Sergio Ernesto Ríos]

Casa de té.
Pabellón de vidrio y de papel.
Las sandalias que tuve que dejar en la puerta para entrar
Las musumes que me fueron a recibir abanicándose con
la calaña
La que me sonreía más vino a sentarse delante de mí para
servirme
Entre nosotros quedó una mesa de ébano y oro…
¡Les chats d’ebene et d’or ont traversé le soir!
La taza de porcelana pequeña y transparente como
una concha en que tomaba té
Mi cama en el suelo
El biombo de papel en que estaba pintada una
cigüeña de piernas de bambú
Los japoneses del aposento vecino que comían polvo y
algas marinas
Luz de luna que transformaba en madreperla los vidrios del
pabellón
Las sombras que pasaban en la calle estampándose en los
vidrios
Y la linterna de papel rojizo ardiendo sobre la mesa
de charol…
¡Mi amada de San Pablo
Te vi en sueños en Japón!
No ibas en automóvil
¡Paseabas en palanquín por una calle de Nagasaki!
¡Tenías una sombrilla de papel de arroz
Bordada con flores!
Tu vestido no había venido de París…
¡Kimono lleno de crisantemos!
Tus bellos ojos pardos de avellana estaban “rasgados
al modo de almendra”…
No me viste
Volteaste el rostro al pasar
¡En Brasil, en Japón eras la más bella de las desdeñosas!
Pero cuando pasabas cerca de mí subía de mi corazón a
mi boca un himno de palabras blancas…
¡Mi musume!...
Mi flor de cerezo
Glicinia violeta que pende en mi alma
Flor de loto bermeja
En la margen de mi lago de la ilusión
¡Ven a mi morada y serás la flor más bella de mi
jardín encantado de sueños!
¡Vendrás toda vestida de blanco!
¡Cuando hayas dejado tu hogar se encenderán los fuegos de
purificación!
Te amo como amo la primavera
Los cerezos de rosa y de nieve
El espejo corriente del regato
La flor del cacto
El aroma verde de los matorrales
Carbonato
Fosfato
Citrato
Azotato
Acetato
Nitrato
Sulfato
Clorato
Tartrato
Silicato
¡Y el poder colosal de un sindicato
De drogas!...
Pero no hay China ni Japón
Perdí el periódico que estaba leyendo
La japonesa a mi lado desapareció
El automóvil de mi amada se perdió en la polvareda y
en la noche
La luna japonesa anda en el cable del teléfono
Y el tranvía elefante de circo de caballitos se equilibra
en los rieles…
¡Soy Poeta!
¡Y todos los ruidos no valen la resonancia de mi
cráneo!
La multitud arrastrándose en la ciudad
El marchar de un piquete de caballería
Tranvías en desbandada frenesís de velocidades
Un millón de máquinas de escribir golpeando
frenética simultáneamente todas sus teclas
Letras suspendiéndose en puntas de tentáculos
¡Villes Tentaculaires!
¡Morir como Verhaeren aplastado por un tren!
Un expreso internacional de Alaska a Tierra del Fuego
esparciendo por América los viajeros de la droguería
Vidrios que quiebran en el cemento con risas de mujer
Histérica
Los teléfonos precipitadamente los timbres
¡La rabia del que pide comunicación por quinta vez!
Los carros de bomberos rodando paralelepípedos
Pitidos vocería y alaridos
El atropello de los automóviles después de un gran
match de foot-ball
Bocinas ronqueras motores algazaras
El Viento corriendo sobre neumáticos
Rugiendo por el espacio
Porque es un automóvil que pita
Una partitura de Stravinski
Ejecutada por quinientos hombres en una estación al
partir de trenes
Silbos de vapor como cohetes huyendo por el espacio
Las ruedas chillando sobre los rieles
Pistones zambombas platos y timbales
Puertas batiendo pitidos campanillas
Campanas a rebato en las locomotoras como en las
máquinas de la Sorocabana y de la Central
Y el tren que estremece por la estación hacia fuera
¡Oh! ¡La locura de mis auriculares!
Dejé la Droguería
Porque en asuntos comerciales yo era corto de vista
Y un poeta no puede ser droguista.
¡Velas blancas de mi libertad!
De tarde
La luz andaba
En el valle verde de Anhangabaú…
¡Oh! ¡Su canto coronado y triunfal
Su exaltado canto de agonía!
En el horizonte
El fuego líquido hervía
En vasos de oro ámbar y marfil
Y transbordaba por los bordes claros
Sobre los techos de arcilla…
Las ventanas sangraban
Y las casas huyendo a la luz del poniente
En tropel entraban por el valle…
Yo cantaba:
¡Amo la tarde de carnes encendidas
Que me penetra y palpita en mí!
Bebo con labios que susurran
Este vino de luz que chorrea por el espacio
Hasta sentir la embriaguez de la luz…
Estos ríos de sonidos que brotan del ocaso
Incendiados de clarines
Penetran en mi alma resecada
¡Con tanto ímpetu y con tal ardor
Que siento en mí resplandecer la vida!...
Ardo en la exaltación que los pasos me conducen
¡Y no siento mi peso sobre la tierra
Porque mi cuerpo es una llama de luz!...
Traducción de Sergio Ernesto Ríos
***
Luís Aranha (Sâo Paulo, 1901-Río de Janeiro, 1987). Participó activamente en la organización de la Semana de Arte Moderna de Sâo Paulo en 1922, y publicó cuatro poemas en la gran revista de la vanguardia brasileña, Klaxon, y uno más en la Revista do Brasil. Misteriosamente, a pesar del nombre que empezaba a alcanzar con sus piezas futuristas y el aplauso de Mário de Andrade y Manuel Bandeira, Aranha abandonó, con 21 años, la poesía. Ingresó en la carrera diplomática y ocupó diversos cargos en Roma, Caracas, Lisboa, Hamburgo y Ceilán, entre otros destinos. Su único libro, Cocktails, apareció hasta 1984. Póstumamente apareció una traducción de Sergio Ernesto Ríos en México, bajo el título Droguería de éter y de sombra.
André Glucksmann