domingo. 23.03.2025
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Tachas 610 • cómo construimos el amor • Coral Herrera Gómez

Coral Herrera Gómez

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Tachas 610 • cómo construimos el amor • Coral Herrera Gómez

El amor es una construcción humana sumamente compleja que posee una dimensión social y una dimensión cultural. Ambas dimensiones influyen, modelan y determinan nuestras relaciones eróticas y afectivas, nuestras metas y anhelos, nuestros gustos y nuestros sueños románticos. Tanto la sexualidad como las emociones son, además de fenómenos físicos, químicos y hormonales, construcciones culturales y sociales que varían según las épocas históricas y las culturas. El amor se construye en base a la moral, las normas, los tabúes, las costumbres, creencias, cosmovisiones y necesidades de cada sistema social, por eso va cambiando con el tiempo y en el espacio, y por eso no aman igual en China que en Nicaragua, ni los inuit aman del mismo modo que los semais. 

Son numerosos los autores que defienden la idea de que el amor es una constante humana universal porque existe en todas las culturas y porque la capacidad de amar parece formar parte de nuestra condición. Teóricos como Wilson y Nias (1976) defienden la universalidad del amor romántico, señalando que el fenómeno amoroso romántico no es de origen reciente ni está restringido a nuestra cultura: “Aunque no siempre concebido como un necesario preludio para el matrimonio, el amor romántico y pasional ha existido en todos los tiempos y lugares”. Por su parte, los antropólogos Jankowiak y Fisher (1992) documentan la existencia de lo que ellos definen como “amor romántico” en casi un 90 por 100 de las 168 culturas analizadas. 

El amor romántico nunca ha tenido tanta importancia en la vida de los humanos como en la actualidad. Hoy en día la gente que no tiene que preocuparse a diario por la supervivencia, gasta una gran cantidad de tiempo y energía en encontrar al amor de su vida. Nos buscamos en las redes y en los bares, consumimos películas románticas, desea mos vivir historias de pasión, nos enamoramos platónicamente alguna vez en la vida, nos juntamos y nos separamos, nos olvidamos, volvemos a soñar con una relación ideal.

Y es que gracias al impresionante desarrollo de la comunicación de masas en el siglo XX, el amor romántico ha experimentado un proceso de expansión paulatina hasta instalarse en el imaginario colectivo mundial como una meta utópica a alcanzar, cargada de promesas de felicidad. 

Esta utopía emocional colectiva está preñada de ideología pese a que se presenta fundamentalmente como una emoción individual y mágica que acontece en lo más profundo del interior de las personas. La ideología hegemónica que subyace a esta utopía emocional es de carácter patriarcal, y en ella la moral cristiana ha jugado un papel fundamental, porque nos ha conducido por la vía del modelo heterosexual y monogámico con una orientación reproductiva. 

El amor romántico es, en este sentido, un ideal mitificado por la cultura, pero con una gran carga machista, individualista, y egoísta. A través del amor romántico se nos enseña a relacionarnos, a reprimir nuestra sexualidad y orientarla hacia una sola persona. A través de las ficciones que creamos y los cuentos que nos contamos, aprendemos cómo debe de ser un hombre, y como debe de ser una mujer, y muchos siguimos estos modelos de masculinidad y feminidad tan limitados para poder integrarnos felizmente en esta sociedad y encontrar pareja. 

La prueba más patente es que toda la imaginería colectiva amorosa occidental está formada por parejas de adultos de distinta identidad genérica; son uniones de dos en dos cuyo final está, como en el caso de la moral cristiana, orientado al matrimonio y a la reproducción. Además, los sistemas emocionales y sexuales alternativos (amor en tríos, cuartetos y grupos grandes, amor entre ancianos, amor entre niños, amor entre personas del mismo sexo/género o de diferentes clases socioeconómicas, razas o culturas) siguen siendo considerados desviaciones de la norma, y penalizados, por tanto, socialmente. 

La heterosexualidad y la monogamia, en este sentido, se contemplan como características normales, es decir, naturales, porque siguen los dictados de la naturaleza. La Ciencia se ha encargado de legitimar esta visión, hasta llegar incluso a concluir que el mito de la monogamia y la fidelidad sexual es una realidad biológica y universal. 

La necesidad de la exclusividad sexual ha sido mitificada por necesidades del sistema patriarcal a través de las narraciones religiosas y profanas, a pesar de que la monogamia no es un estado natural y muy pocas especies la practican. Lo paradójico de la reificación de la monogamia es que el adulterio y la prostitución forman parte del sistema monogámico. Son la otra cara de la moneda, su contrario y a la vez su complemento. La fidelidad y la exclusividad son fenómenos, en este sentido, que atentan contra el statu quo y la organización de la sociedad en familias cerradas. 

El amor, pues, en su dimensión política y económica, se nos presenta como un mecanismo del sistema para perpetuarse. Para que todo siga igual, hacen falta parejas heterosexuales que traigan al mundo a nuevos consumidores/trabajadores que se casen y permanezcan dentro delmodelo de familia considerado "normal". Por eso nos seducen con amor mitificado.  

¿Cómo logran que nos lo creamos?

No sólo la sexualidad humana, sino también las emociones, son políticas y poseen una dimensión simbólica; dicho de otro modo, nuestros sentimientos están predeterminados y moldeados por la cultura y la sociedad en la que vivimos. Son numerosos los autores que han puesto el acento en la dimensión literaria del amor como constructor de realidad, y como modeladora de las emociones y los sentimientos. Martha Nussbaum y Antonio Damasio defienden la idea de que los sentimientos y las creencias, las emociones y la razón son lo mismo y están localizadas en partes del cerebro que trabajan conjuntamente. Por eso entienden que tanto la teoría científica como las narraciones humanas tienen un papel preponderante en la construcción sociocultural de las emociones: “Los relatos construyen en primer lugar y después invocan (y refuerzan) la experiencia del sentir” (Nussbaum, Martha 2005). 

La filósofa estadounidense afirma que las emociones son aprendidas en la cultura, a través de los relatos y los mitos. En los relatos hay una estructura de sentimiento, una estructura expresiva, y una fuente o paradigma de emociones: “Los relatos son una fuente principal de la vida emocional de cualquier cultura”. Lo importante de su teoría es la idea de que si los relatos se aprenden, se pueden desaprender; si las emociones son construcciones, se pueden derribar. Por eso es importante analizar los relatos: para poder entender cómo y por qué amamos. También es muy interesante la idea de Nussbaum acerca de los deseos que engendran las narraciones: afirma que son respuestas al sentido de infinitud. El miedo, la esperanza, el anhelo son emociones ligadas al sentimiento de tener la vida fuera de control, y expresan una trascendencia, una reflexión profunda acerca de la muerte. 

Es tal la proliferación de relatos amorosos en diversos soportes (canciones, poemas, cuadros, esculturas, novelas, películas, libretos, folletines, etc. etc.), que a menudo parece un sentimiento que pertenece a la ficción. Es decir, que parece constituir otra realidad diferente a la realidad suprema . Esto sucede porque nos alejamos de nuestra cotidianidad y nos sentimos transportados a otra dimensión del mismo modo que cuando construimos una realidad ficticia, pese a que la línea que separa la ficción de la realidad es frágil, y a menudo inconsistente. Una prueba de ello es que cuando vemos una tragedia amorosa en el cine, por ejemplo, lloramos con los protagonistas que tienen que despedirse para siempre, y nos sentimos tan tristes como ellos. Los relatos, en este sentido, construyen emociones para ser sentidas, no sólo para ser contempladas. 

Estas emociones fabricadas inciden en nuestro cuerpo del mismo modo que las emociones reales, es decir, las que sentimos en la interacción cara a cara con nuestros semejantes. Quizás varía en intensidad, pero su correlato físico es evidente: las emociones ficticias nos aceleran el latido cardiaco, nos hacen segregar endorfinas y nos hacen gritar de miedo o llorar conmovidos. Esto no se debe únicamente a la capacidad de empatía humana, sino también al fenómeno de la proyección e identificación de las audiencias con los productos culturales que consumen. Así, las emociones son sentidas realmente a través del cuerpo, y nos provocan unas reacciones físicas y orgánicas del mismo modo que cuando estamos viviéndolas en persona. Esas reacciones crean pautas de conducta amorosa que aprendemos en los relatos y luego aplicamos a nuestra vida real. 

Puedes difundir, compartir y utilizar los textos como desees, citando a la autora o la fuente. http://haikita.blogspot.com/






 

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Coral Herrera Gómez. Community Manager en UNESCO, Oficina Multipaís Centroamérica en Costa Rica. Doctora en Humanidades y Comunicación por la Universidad Carlos III de Madrid. Especialidades: Teoría de Género y Teoría de la Comunicación Audiovisual. Madrileña de nacimiento, resido en Costa Rica. Soy comunicadora, escritora, blogger, docente, investigadora: mi currículum se caracteriza principalmente por la multidisciplinariedad. Poseo una sólida formación académica en el ámbito de la comunicación, las ciencias sociales y las humanidades, pero también tengo formación artística y experiencia laboral en el mundo del teatro y el cine, una trayectoria sólida como escritora, una larga experiencia docente, y multitud de vivencias personales, culturales y sociales que conforman mi trayectoria curricular. 




 

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