Ya se ha hecho de noche, y el amante ansioso 
Con prisa se aproxima a la casa donde lo aguardan dulces promesas;
Toca el timbre con la clave previamente acordada. 
La puerta se abre y un rayo de tenue de luz ilumina sus zapatos;
El recién llegado, entra y saluda con un beso suave 
La boca que se le ofrece como primicia; 
Un abrazo ligero y tierno establece la fraternidad de los dos amantes.
El ansia de un nuevo amor 
Se hace visible en la respiración y en los estremecimientos continuos
De la piel y en el ritmo acelerado del corazón.
Los amantes alzan sus copas y entre murmullos brindan 
Por ese amor que hoy se inaugura; 
Se hacen felices promesas que solo sirven para postergar
Las tan ansiadas caricias 
Dulcificando aún más el breve espacio de esta primera noche.
Poco después, el hombre deja su copa en el piso 
Y entre una llovizna de suspiros y besos calculados 
Corona la frente, el cuello, los labios y senos de la amada.
Haciendo gala de una experiencia que está lejos de tener, 
El joven indaga la luz que destellan esos ojos 
Y lentamente recorre la piel de ese cuerpo que lo acoge
Embriagándose con el olor, el néctar y vibraciones descontroladas
Que emanan de ese santuario que sostiene entre sus brazos 
Y en el que encuentra la efímera salvación del amor. 
En el trasfondo de ese luminoso e íntimo espacio, 
Extenuados los amantes escuchan los ritmos ancestrales de una música
Que trenza de nuevo sus cuerpos 
Bajo la serena desnudez de la noche, sus almas enlazadas
Se olvidan de todo lo que no sea este pequeño espacio de intimidad. 
Afuera, viril arremete el viento contra las ramas de los árboles
Y su cambiante sombra forma islas bajo la amarilla luz de la crecida luna.
A lo lejos oímos el ladrar constante de los perros 
Que anuncia la llegada de la aurora y aleja el riesgo de la muerte.

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