Encontré un viejo cuaderno, en donde anoté una especie de poema sin terminar, unos versos incipientes que por alguna razón dejé abandonados. Quizá no volví a encontrar la hoja o el propio cuaderno, tal vez quedó sepultado debajo de una torre de otros cuadernos y libros que necesitaba con urgencia.

Ahora apareció, casi por arte de magia. El primer verso de ese poema inconcluso habla sobre la vida, el siguiente sobre la luz del día y el último sobre el tiempo. Me parece extraordinario pensar en el tiempo. Es decir, lo utilizamos siempre, estamos pendientes de cómo transcurre, de qué actividades realizamos a lo largo de los meses, de los años. Siempre es el tiempo el que marca nuestra existencia, casi como si no pudiéramos existir sin él, sin su presencia.

Mis versos abstractos, extraños, me recordaron algo tan importante como saber que el tiempo es vida. Pasan los minutos y es la vida la que se escapa de nuestras manos.

Siento que un día cerré los ojos y los abrí de nuevo y habían transcurrido treinta años. Es el tiempo que pasa, que se va, que sucede, aunque en realidad soy yo quien pasa, quien se está yendo constantemente, quien está desapareciendo.

Quiero recordar todos los días, que es la vida la que pasa, en realidad es mi vida la que pasa y la de cada persona. A veces hasta he llegado a creer en un tiempo que en realidad no existe, aunque sé que contradice lo que dicta la física.

Tal vez existen muchas interpretaciones del tiempo, depende de cuál sea su función. Cuando no he hecho casi nada durante el día, siento que lo perdí, que se esfumó, que se fue como la luz, que corrió como un animal asustado. Sin embargo, cuando mis días han estado llenos de alegría, de risas, siento que cada valioso minuto ha quedado marcado, siento que he vivido.

Hablemos del tiempo entre nosotros, escribamos más sobre el tiempo también, que no deja de ser misterio como las cosas bellas. Detengamos alguna vez el instante en un poema, en un cuadro, en una canción. Amemos también, que así el tiempo se duplica.

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Jeanne Karen (San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).

Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).

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