Asistí a dos eventos relacionados con el tema literario, con públicos distintos, ambos eran grupos de personas jóvenes, pienso que de entre diecisiete y veinticinco años. Por lo general siento que cuando convivo con jóvenes, el aprendizaje es bueno y siempre hay un ambiente cálido y de respeto, por eso me emociona cada vez que estoy en una situación así. 

La primera actividad fue una lectura de celebración, pero sentí que lo que más había era una distracción, el deseo de estar en otro lugar, haciendo nada, porque cuando les pregunté si les gustaba leer, la respuesta fue negativa, y luego comencé a hacer preguntas al azar, para sondear un poco, y resultó que nada les gustaba; no solamente tenían problema con la lectura, más bien era un desgano por todo, un disgusto por la vida. Me pareció normal, acorde con su edad. La situación mejoró un poco y la final nos tomamos una serie de fotos, fue un momento muy grato.

El segundo evento fue la presentación de un libro -lo cual debo aclarar que siempre aplaudo-; me da gusto que se publique algo, que la juventud tenga el impulso por escribir, por editar, por trabajar sus textos, pero al escuchar la lectura en voz alta, no fue el caso. Era un libro de temas difíciles de abordar, lo que lo dejaba en una línea demasiado delgada entre el acoso, la violencia, y el ejercicio literario. 

Entonces tuve que reflexionar al llegar a casa, tenía dos palabras en mente: empatía y lástima. Parece que el autor del libro tenía una terrible confusión entre los dos términos, lo que es absolutamente penoso para alguien que se dedica a escribir, porque las palabras son nuestra materia prima y él estaba confundiéndolas de una manera espantosa. Según él, en su intento por contar algo, quiso manejar el tema de los distintos tipos de discapacidades, pero desde un ángulo de burla, lo que obviamente salió muy mal. Trató de explicar, sin éxito, que lo que quería mostrar era que no tiene lástima, pero al no lograr explicarlo al público, denotó más bien una enorme falta de empatía; traté de señalarla, precisamente diciéndole que burlarse de las personas que no pueden defenderse no es literatura, no es cultura, no es arte, es una forma de discriminación y de ejercicio de la violencia, más si el intento o ejecución de la propuesta está tan mal hecha. 

El bodrio era un libro de autopublicación, y el autor comenzó a decir que nunca asistió a talleres literarios y que además los escritores de nuestra ciudad le parecen pésimos, lo que definitivamente es erróneo: existen excelentes narradores en San Luis Potosí. No voy a compartirles el título del libro, ni el nombre del aspirante a narrador, realmente no lo considero importante y no vamos a darle espacio a alguien así. Lo único que quise dejarle en claro fue su falta de empatía y de talento para abordar temas complejos con maestría, con inteligencia, sin ser panfletario, amarillista, mediocre.

Solamente me resta decir que seamos empáticos. Creo que es una de las formas más bellas de amistarnos, de unirnos y seguir luchando por algo bueno en este mundo desquiciado, y si queremos escribir de algún tema difícil, más nos vale ser los mejores en lo que hacemos. Que no quede duda que nuestra expresión es necesaria, que nuestro arte agrega un valor cultural, que es una obra inmortal, porque si no, la caída será estrepitosa y dolorosa; la realidad siempre nos pone en nuestro lugar como debe ser.

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Jeanne Karen (San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).

Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).

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