RESEÑA
Reseña • Harlan es el Arlequín • Tony Ortiz
Tony Ortiz
Arrepiéntete Arlequín, dijo el señor Tic Tac es un relato publicado en 1965 por el estadounidense Harlan Ellison que cuenta las aventuras, o mejor dicho desventuras, de un característico personaje al que todos llaman simplemente El Arlequín.
El argumento es el siguiente: en el año 2389, la tierra se mueve con la precisión de un reloj suizo. Todo está completamente calculado. Los horarios deben cumplirse al pie de la letra o el señor Tic-tac retirará de tu cardioplaca la cantidad de vida similar a tu tiempo de retraso. A manera de distopía, esta obra retrata un futuro en el que el reloj se ha convertido en amo y señor de las decisiones colectivas e individuales. Un mundo que, incluso en el amor, se rige a través del tiempo.
En un presente lleno de arlequines, inconformes con el sistema que nos rodea, “¡Arrepiéntete, Arlequín!, dijo el señor Tic-tac” te lleva a analizar las similitudes de ese mundo distópico con la actualidad; y a descubrir que todos somos arlequines que no se reconocen como tales. Es una obra que invita a la reflexión sobre vivir como debe ser o vivir como se es feliz.
Este relato de Harlan Ellison es un claro ejemplo de escritura con base en lo que Aristóteles llamaría “la idea”. Si bien su entramado es peculiar y de una confección cuyo diseño denota maestría en las letras, cada párrafo está colocado para reforzar la idea general de la narración. Por ello inicia con una larga cita a Henry David Thoreau (1848) de desobediencia civil. A mi parecer, Ellison temía que el lector pudiera tomar el relato desde otra perspectiva, y por ello quiso poner las cosas claras desde el principio:
Nunca falta quien pregunta: «¿De qué se trata?» Para los que siempre
necesitan preguntar, para aquellos a quienes siempre hay que decir las cosas
con todas las letras, y que necesitan saber «dónde posan los pies», va esto: (…)”
Es así como inicia, y es de aplaudirse. Muchas veces los elementos de la narración no exponen de tal manera los fines con los que fueron escritos. Harlan sí lo hace, lo que denota humildad a la hora de escribir, y eso se agradece.
Si bien es un texto complicado, Harlan pone las cartas sobre la mesa desde el primer párrafo, haciéndonos poner la lupa sobre lo que en realidad quiere mostrar.
Algunos pensarán que podría ser temor por parte del escritor, o que no es necesario subrayar la idea de una manera contundente, pero observando todos los elementos del resto de la narración, me parece una decisión acertada del autor.
Estamos hablando de un mundo pintoresco, a pesar de que la rigidez y lo cuadrado del mismo saltan en la narración. Pero hablar de un Arlequín instantáneamente nos forma una idea en la cabeza. Es claro que no hablamos del Arlequín de la Comedia dell’arte pero el inconsciente colectivo, aun cuando alguien no esté familiarizado con esos personajes, nos arrastra a pensar en ese tipo de bufón.
Los personajes dentro de la historia son estereotipos que en momentos, y en muy pocas frases, podrían denotar una mayor profundidad. Pero insisto, no me parece la intención del autor el hacerlos complejos. Es más, puedo asegurar que existe una intención de distanciamiento al puro estilo brechtiano, para no generar una empatía con ninguno de ellos. Por lo mismo, después de escenas de suma importancia nos aleja con anécdotas que refuerzan el mundo en el cual viven estos personajes; anécdotas que refuerzan la idea. Por algo la historia está plagada con comentarios del autor.
La estructura está diseñada para este reforzamiento de la idea principal. Iniciar por el medio nos indica que tampoco es del todo importante que sepamos cómo sucedieron las cosas cronológicamente. Aunque al final nosotros sí terminemos armando el rompecabezas que nos mostrará el todo. Harlan Ellison resta importancia a la fábula, al carácter e incluso a la elocución (no en el sentido estricto expuesto por Aristóteles, sino en cuanto al diálogo se refiere), pues a lo largo de toda la narración sólo en dos ocasiones podemos encontrar una conversación entre los personajes. Y al mismo tiempo los vuelve sus herramientas.
Ellison cuenta, ciertamente, lo que quiere que veamos. Nos guía como a niños en un texto cuya complejidad resalta a la vista. Inicia con una cita de otro autor, continúa por el medio del relato, coloca un apéndice de una historia paralela pero complementaria, pasa por el principio para finalmente concluir con el cuento. Y lo mejor de todo es que, si aun con todas las pistas y ayudas que nos ha colocado en el camino no lo hemos logrado entender, un párrafo en sus últimas líneas nos regresa la vista hacia el lugar adecuado, mencionando a Thoreau de nuevo:
¡¡¡Spoiler alert!!!
De modo que Everett C. Marm fue destruido, lo cual fue una verdadera lástima, por lo que Thoreau dijo antes, pero nadie puede hacer una tortilla sin romper los huevos, y en toda revolución mueren unos cuantos que no lo merecen; así va la cosa; a veces sucede, y uno se conforma sólo con poder imponer un pequeño cambio(...)
Arrepiéntete Arlequín, dijo el señor Tic Tac hizo a su autor merecedor de los premios Nébula y Hugo en 1965 y 1966 respectivamente, no sólo por su maestría en la composición sino por ser un referente de lo que acontecía en la época: el temor a las tiranías. Hoy, casi 60 años después, el relato sigue teniendo vigencia, tanto en el primero como en el tercer mundo. El miedo a que un solo individuo sea capaz de controlar a todo un pueblo sigue siendo uno de los temores más importantes del ser humano.
La obra, aun cuando al parecer de este análisis se centra en la idea, tiene un alto potencial dramático. Por lo mismo ha sido adaptada en varias ocasiones al cómic, al teatro y muy pronto a la pantalla grande.
Pudiendo ver todos estos detalles utilizados a la hora de escribir su historia, puedo asegurar que Harlan Ellison tiene la facultad de jugar con las palabras a su antojo. Es importante subrayar que, si hay un Arlequín entre nosotros, lo es él. Un Arlequín como el de su historia, un Arlequín capaz de mover conciencias en un mundo donde cada vez nos acechan más señores Tic Tac.