martes. 24.06.2025
El Tiempo

Sin escape • Arturo Mora

“…no hemos podido ni querido aprender las lecciones de la pandemia…”

Sin escape • Arturo Mora

Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado.
   
Friedrich Nietzsche

Y siento que los peligros, la soledad y un futuro incierto no son males abrumadores mientras el cuerpo esté sano y las facultades en uso, y, sobre todo, mientras la libertad nos preste sus alas y la esperanza nos guíe con su estrella.
       
Charlotte Brontë

Mientras algunos se dedican fanáticamente a hacerse ricos y a dominar las fuentes del poder, otros nos dedicamos a expresar las emociones y fantasías, los sueños y los deseos de los seres humanos.
     
Cristina Peri Rossi / Premio Cervantes 2021

Hace ya más de un año circulaba en el ciberespacio un texto que aludía a lo que “el covid-19 nos ha enseñado” como sociedad. El texto puntualizaba lo siguiente:

  • Que la mitad de los trabajos se pueden hacer desde casa
  • Que la otra mitad merece un salario muy superior al que tienen.
  • Que ningún partido político de ningún sistema económico está preparado para combatir una pandemia.
  • Que la ciencia es vital para la salvación humana.
  • Que la naturaleza renace sin nosotros y los humanos somos absolutamente innecesarios.
  • Que sí es posible detener el cambio climático y no es posible seguir el estilo de vida que llevábamos antes.
  • Que sí es posible dejar un momento nuestros intereses particulares para enfocarnos en el bienestar colectivo.

Han pasado ya más de 15 meses de esta publicación y tal parece que nuestra ingenuidad, ignorancia, soberbia, egoísmo y arrogancia nos ponen una vez más en el filo de la realidad, y lamentablemente nuestra respuesta es repetir lo que veníamos haciendo antes de la pandemia.

  • Los patrones de consumo vuelven a ser los mismos, las plazas comerciales vuelven a ser el lugar de diversión y las compras son el ritual del regreso a nueva normalidad, con el dinero como ofrenda para los emporios empresariales y los multimillonarios que acrecentaron sus fortunas en estos dos años de pandemia.
  • El mundo del trabajo se ajustó y se hicieron cambios en las políticas salariales y laborales en aras de la productividad, dejando de lado buena parte de los derechos laborales, dentro de un esquema de aceptación incondicional de las reglas no escritas en el mundo laboral, sumando el nuevo mandato de la autoexplotación en la sociedad del rendimiento.
  • Las condiciones de vida, de salud y educación no han cambiado. Al contrario, las secuelas y condiciones económicas vigentes han hecho crecer los problemas, tanto de circunstancias materiales de vida - viudez, orfandad, secuelas del covid-19, rezago y abandono escolar, entre otros-, a los que se suman problemas inéditos de interacción e integración social en escuelas, mundo laboral, industrial y rural.
  • En el campo de la interacción social y las relaciones humanas el saldo es crítico. Las violencias intrafamiliares se dispararon junto con las denuncias. Las situaciones relacionadas con el encierro y los cambios en los patrones de convivencia dieron paso a la expresión de conductas antisociales y también abrieron de forma alarmante la puerta a la ansiedad, angustia, depresión, suicidio, soledad y aislamiento.
  • El contexto social se agudizó entre el desempleo abierto y el universitario, junto con la pérdida de los rituales, velorios, graduaciones, fiestas y celebraciones de tradiciones que se fueron difiriendo y cancelando, lo que ha hecho mella en la construcción y consolidación de identidades locales, de grupo, de comunidad, gremiales y familiares.
  • La dinámica social está atravesada por la agenda social que reclama el fin de las violencias, en especial contra mujeres, niñas y niños, adolescentes, ancianos, personas trans, en un clima de inseguridad entre el crimen organizado, el narco y la creciente ola delictiva, a lo que se añade la lucha por plazas y territorios, y con ello los homicidios y desaparición de personas, que alcanza cifras récord, mostrando el desgaste institucional y la ausencia -cada vez triste y dramática- de un Estado de derecho que opere sin impunidad y sin corrupción.
  • La pandemia vuelve a poner en el centro del debate el tema del desarrollo social y económico y con ello el problema de la desigualdad, de la equidad, de la pobreza, y desnuda sin reserva alguna el problema estructural del abuso del poder económico y la falta de justicia social, incluida la distribución de la riqueza.
  • En cuanto al modelo de desarrollo económico, todo vuelve a la normalidad. La oportunidad de revisar y revertir las prácticas de consumo energético, el impacto en el uso racional de los recursos naturales renovables, el uso eficaz y eficiente de los combustibles fósiles,  el manejo adecuado de los residuos contaminantes  o del cuidado integral del agua potable, se convierten en declaraciones de compromisos, por demás ambiguos, poco evaluables, poco o nada exigibles, que vuelven cada vez más lejano un nuevo proyecto civilizatorio, más humano y de largo plazo.
  • Los estados-nación han sucumbido a los intereses de las grandes empresas, de los monopolios transnacionales, de los holdings y particularmente de mercados financieros volátiles y artificiales que manipulan el valor de las monedas y especulan con los precios de las materias primas, a la vez que juegan a obturar y controlar el comercio de mercancías, insumos y productos que se maquilan dentro de las cadenas de producción a escala mundial, donde las soberanías de los países quedan capturadas entre las crisis económicas y  la especulación financiera, entre la ganancia rápida -sin ningún escrúpulo- y la economía de guerra y las amenazas de la inestabilidad social de los países en desarrollo y la acumulación de la riqueza, que crece y que se concentra en menos personas.
  • La ciencia aportó una respuesta muy rápida para el desarrollo de vacunas y tratamientos para el covid-19, pero también demostró que está al servicio del mejor postor. La vacunación mundial todavía está muy lejos de su logro. Las mutaciones del coronavirus siguen. El miedo, el sufrimiento y la muerte siguen siento realidades humanas para países y comunidades completas. Las farmacéuticas son por ahora quienes, —como si fuera el nuevo coliseo romano global y junto con los gobiernos-nación­– deciden quién enferma, quién sobrevive, quién sana y quién muere.

No hay escape si todo sigue igual que antes, si la nueva normalidad consigue ser a fuerza como la antigua normalidad. Por ahora la realidad se muestra sin filtro y deja al descubierto que no hemos podido ni querido aprender las lecciones de la pandemia, y que lo que ésta nos ha debido enseñar como sociedad, va quedando en el olvido.

Volvemos a comprobar que para el capitalismo y el mercado no importan las personas, que son sólo un número en la estadística -pérdidas y ganancias-, seres humanos desechables y personas rentables, obedientes y sumisas. 

No hay salvación para todos y todas.  No habrá redención, perdón, ni olvido para los responsables de esta tragedia, que puede ser resuelta de otras maneras, renunciando por ejemplo a la opulencia y a la avaricia de quienes lo tienen todo pero quieren aún más. Pese al discurso oficial de escala mundial, disfrazado de humanismo y altruismo, la pandemia es y será todavía carga, penitencia, suplicio, drama, dolor y muerte. Tal parece que no tenemos escape a más de dos años del inicio de la propagación del covid-19, y sin haber aprendido nada, o casi nada.