¿Independencia?
“Hoy hablar de independencia nacional es sólo una acción retorica que busca reforzar nacionalismos que se desvanecen…”
La mexicanidad es una manera de no ser nosotros mismos, una reiterada manera de ser y vivir otra cosa.
Octavio Paz
Los procesos globales del desarrollo de los países en las últimas cinco décadas han puesto en entredicho la noción de independencia de las naciones, y México no podría ser la excepción. El nuevo arreglo geopolítico que se fue configurando desde la caída del Muro de Berlín, el 10 de noviembre de 1989, marcó una nueva forma de pensar la economía y las posibilidades de independencia de los países.
Los organismos financieros internaciones FMI, BM, BID, y las nuevas agrupaciones de los países, como lo son el G-7, el G-8 y el G-20, la Unión Europea, junto con las instancias como la OCDE y la CEPAL, y la cantidad de acuerdos comerciales para favorecer el libre comercio, cambiaron radicalmente la forma de entender y pensar la independencia de los países.
Hoy la agenda social y política se dicta desde las esferas de fuerza y poder que tienen algunos países y junto con organismos supranacionales, que cada vez son más hegemónicos y usan diversas estrategias e instrumentos para crear condiciones y establecer políticas que resguarden sus intereses y se garantice de una u otra forma, la dinámica económica de acumulación experimentada en estos últimos cincuenta años de manera perversa.
Hay una serie de problemas globales que afectan a las sociedades de diversas formas y alcances, y ponen en riesgo la seguridad humana y las posibilidades de viabilidad de corto plazo del planeta. Los negocios como el tráfico de armas, de personas y de drogas, siguen siendo altamente rentables para las redes y mafias del crimen organizado, sus alcances son globales y sus ganancias inmensas. La expansión de las empresas mineras en el mundo, imponen los procesos extractivos que están comprometiendo la sobrevivencia de ecosistemas complejos. Los procesos industriales en países como China y Estados Unidos, donde no se asumen los acuerdos internacionales para evitar el calentamiento global y la contaminación atmosférica, ponen en evidencia la complejidad política y los intereses económicos que se mueven, sobre todo para el 1% de la población que ha acumulado en medio siglo más del 53% de la riqueza mundial, dejando al otro 99% con el resto, creando desigualdades que rebasan los límites e imaginación de cualquier escenario sobre lo que es la injusticia y las miserias humanas.
Hoy hablar de independencia nacional es sólo una acción retorica que busca reforzar nacionalismos que se desvanecen, que se diluyen ante la globalización, ante la competencia mundial, ante modelos de comportamiento social que refuerzan la idea de que el “mercado” es el mejor consejero para la existencia, y donde el individualismo en la única máxima para vivir. De ahí que las preocupaciones de los gobiernos sean atraer la inversión extranjera, hacer un control del valor de cambio de la moneda, o lograr las mejores condiciones para adquirir deuda externa, pero también para imponer requisitos a la movilidad humana y a los procesos migratorios que conlleva, es decir, a subirse como sea a la lógica de los acuerdos del Foro Económico Mundial, para existir como países.
Por otra parte, los países en desarrollo buscan impulsar formas más equitativas para el crecimiento y para atender las realidades de desigualdad a escala mundial entre los países, en las cada vez más desgastadas instancias de la Organización de las Naciones Unidas, dejando claro que las decisiones de escala global se toman en otra parte y de otras maneras, imponiendo una nueva hegemonía imperial distribuida en un puñado de naciones.
La independencia nacional en México la celebramos como un hito propio de la historia, de ahí ha derivado, en crear un nacionalismo que busca reforzar una identidad única, en un país diverso, como si eso fuera el garante que nos define como mexicanos y mexicanas, como si la mera celebración una vez cada año de esta fiesta nacional fuera suficiente para lograr una unidad e integración social, por demás necesaria y urgente.
El uso de los símbolos patrios y los rituales con los que se fue configurando la narrativa para conmemorar la lucha por la Independencia en México muestra una versión, la de la historia oficial, que se sigue sosteniendo sin reserva alguna, creando la ilusión de que somos un país independiente, un México libre y soberano, olvidando que no lo hemos sido desde hace mucho tiempo, y que por ahora la fiesta nacional nos sirve como falso consuelo, ante la voracidad imparable del mercado y de quienes hace ya mucho tiempo usan literalmente a los países -como el nuestro- para el beneficio de unos pocos, y que convierten todo lo que tocan en mercancía, incluidas a las personas y sus derechos.