jueves. 18.04.2024
El Tiempo

Opinión • 22 y 23 marzo • Arturo Mora Alva

“La pandemia no ha terminado y la incertidumbre se instala como condición de lo humano…”

Opinión • 22 y 23 marzo • Arturo Mora Alva

Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad.
Marco Aurelio

Que nada nos defina.
Que nada nos sujete.
Que la libertad sea nuestra propia sustancia.

Simone de Beauvoir

Entre el 22 y 23 de marzo de 2020, la realidad nos alcanzó. El confinamiento se decretó como estrategia para contener una pandemia que iría cobrando vidas y succionando almas, espíritus y voluntades. Durante 24 meses ha llenado de dolor, incertidumbre y muerte a una sociedad globalizada, perpleja y frágil que todavía se hace preguntas, que todavía lidiará con las mutaciones y las nuevas cepas de un coronavirus que vendrán en los siguientes meses y años.

Hubo cambios en la vida cotidiana y emergió una realidad que ha permitido apreciar de otras formas lo que se oye, lo que leemos, lo que vemos, una realidad que también se esconde, y hace las suyas para aparentar, para controlar, para sostener una versión de mundo regida por intereses económico y políticos, y con ello mantener el statu quo de una élite que tiene todo y quiere todo, un minoría mundial y unas minorías en cada país que han articulado un andamiaje y una arquitectura social, cultural, ambiental, y sobre todo política y económica, con la que han concentrado la riqueza como en ninguna otra época de la historia de la civilización.

Bajo la lógica del engaño y de la seducción se creó una reacción en la sociedad que movió entre la adversidad y la esperanza, entre el agobio de la impotencia hacia lo desconocido y las especulaciones sobre una cura casi mágica, “la vacuna”, y de ahí se propició un carnaval mediático, en especial en la redes sociales que se desbordaron, junto con los medios de comunicación de masas, en el que diversas máscaras se fueron mostrado, entre la alegoría de disimular la escala la pandemia y el hecho de que los más pobres, los más vulnerables, -las y los ancianos y las personas con alguna enfermedad crónico degenerativa, serian la factura inicial del covid-19.

Las empresas, sobre todo farmacéuticas, que dieron su mejor cara para obtener vacunas en tiempo récord, hay que decirlo, realizaron titánicos y mostraron la capacidad e inteligencia humana, pero desarrollándolas bajo la lógica del mercado capitalista y sin ningún escrúpulo vendiéndolas al mejor postor, aunque algunos gobiernos “regalaron vacunas” a naciones pobres. Todavía el cuadro de vacunación mundial no es cubierto por completo, y la tercera y ahora la cuarta dosis de las vacunas es la nueva máscara sanitaria, con costos que implican increíbles ganancias para los laboratorios privados que las producen.

También somos testigos de rostros simulados, propios de los discursos de los gobiernos que no sabían qué hacer ante una enfermedad invisible, diminuta, pero, terrible y contagiosa, cuyos efectos en las personas demostraron las condiciones reales de los sistemas de salud en cada país, y mostraron que el modelo económico no está dispuesto a subsanar las carencias de los gobiernos cuando se trata de responder y resolver sobre la vida humana. La pandemia fue democrática —no privilegió a clase social alguna–, pero sí se ensañó con los más pobres. Los resultados ahí están: hay más pobres en el mundo como efecto medible y cuantificable de la pandemia.

Fuimos usando caretas, cubrebocas, lentes y guantes para defendernos de los contagios, las imágenes del personal de salud en los hospitales eran por demás dramáticas y mostraban que el virus era indómito, y se llevó las vidas de un número importante de trabajadores de la salud. Se impuso el confinamiento como estrategia. La sana distancia, el uso de gel antibacterial, tapetes sanitizantes, medidores de CO2, para con ello crear una sensación de seguridad que se desvanecía en cuanto alguien se contagiaba aun siguiendo todas las pautas de higiene y prevención que, sumadas a la imprudencia ignorancia y soberbia, hicieron de los contagios una constante, y de la muerte una realidad.

El encierro dio paso a la pérdida de empleos, disminución de los ingresos de muchas familias y con ello los desalojos de vivienda por la imposibilidad de pagar rentas, hipotecas y préstamos a la par de resolver la convivencia forzada en casa, en casas hacinadas, sin recursos para responder y soportar las estrategias de educación oficial y privada que se implementaron a la par del trabajo en casa, desde el uso y pago de internet, la compra forzada de equipos de cómputo, tabletas y smartphones para los hijos, o para los empleados que ahora tenían que adquirir sus herramientas de trabajo con sus propios y escasos recursos.

El confinamiento, y la realidad con la que se expresó en familias concretas y en condiciones materiales específicas, dio el contexto para que en muchos hogares se fuera expresando el rostro de la tristeza y la tragedia por los contagios y las formas en que muchas personas murieron, solas, aisladas, en los hospitales, conectadas a respetadores artificiales, sufriendo y dejando a los deudos sin rituales, sin despedidas y a veces sólo con unas cenizas en las manos y con la duda de saber si eran de esa persona amada.

Los efectos de la pandemia han sido devastadores. El impacto de la crisis sanitaria en el sistema educativo nos mostrará en meses los estragos de la estrategia y las consecuencias en el desarrollo de las competencias cognitivas, en las habilidades socioemocionales, y mostrará la fragilidad del sistema educativo nacional, más allá de las acciones heroicas y solidarias del magisterio para contener el regreso a clases presenciales. La situación respecto a los efectos en la salud mental del sistema familiar está brotando, no solo en la pandemia. Ahora ante el regreso, los cuadros de ansiedad depresión y estrés se estarán manifestando en los espacios de socialización. El manejo adecuado de las emociones y sentimientos será parte de lo que la escuela deberá urgentemente atender.

El abandono escolar es catastrófico y los impactos en la vida de las familias, así como las condiciones de vulnerabilidad de las niñas, niños y adolescentes ante esta nueva condición, son un desafío para el Estado y sus instituciones. Los efectos en la dinámica familiar y en la reconfiguración de las relaciones interpersonales requerirán el desarrollo de nuevos y adecuados dispositivos de atención e intervención, así como de políticas públicas profundamente humanas. Por ahora no se ve qué harán las autoridades, ni tampoco que tengan una idea clara de lo que sucede ni de lo que está por venir.

Llegamos a la fecha paradigmática del inicio oficial de la pandemia en México. Llegamos con el anuncio de que todo el territorio del país está en semáforo verde, del 21 al 27 de marzo de 2022. En tanto, en otras partes del mundo los contagios siguen y las nuevas mutaciones del coronavirus hacen de las suyas. La pandemia no ha terminado y la incertidumbre se instala como condición de lo humano. No debemos bajar la guardia ante el Covid-19 y necesitaremos seguir con las medidas sanitarias; ojalá lo entendamos de la mejor forma y con el mayor compromiso, por el bien de todas y de todos.