miércoles. 24.04.2024
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Chispitas de Lenguaje • Consecuencias • Enrique R. Soriano Valencia

"...el encierro provocado por la pandemia afectará más de lo previsto el comportamiento estudiantil, debido a factores culturales con los que se mezcló..."
Chispitas de Lenguaje • Consecuencias • Enrique R. Soriano Valencia

El efecto que produce un fenómeno solo se puede sopesar cabalmente con el tiempo. Todo hace suponer que el encierro provocado por la pandemia afectará más de lo previsto el comportamiento estudiantil, debido a factores culturales con los que se mezcló.

Mi amiga Verónica Arias me puntualiza que los niños de primaria ya no hablan mucho o con fluidez ni entre ellos, ya no se diga en la participación por motivos escolares. Mi alumna universitaria Tania Galván también confirma que su grupo tuvo problemas para organizar un evento masivo por la falta de comunicación de unos con otros porque, dijo textualmente, «¿Qué esperaba, profe?, somos la generación que empezó de forma virtual la universidad».

Si a ello agregamos la irrupción como nunca de videojuegos (los padres prefieren tenerlos absortos para evitar que «les den lata»), teléfonos aislantes (grupos completos en lugares públicos solo reunidos físicamente, pero cada cual atrapado en su dispositivo), una cultura donde la charla no es práctica común (no hay temas de importancia o trascendencia, menos aún debate con defensa argumentativa de posturas), de la que también se han eliminado temas de cultura general («¿Para qué la ortografía si de todos modos me entienden?», «¿Para qué leo un libro, mejor espero a que lo hagan película?»); en el que funcionarios que determinan los contenidos educacionales del país tienen una manifiesta ausencia de base cultural (de plagio de tesis han sido señalados hasta presidentes de la República o la ocasión en que estuvieron a punto de repartirse libros de texto gratuito con cientos de errores ortográficos). La pandemia, entonces, fue la cereza que vino a rematar un pastel ya de por sí almibarado. 

Hablar y escribir son dos imperativos para el ser humano sano. Hablar permite la socialización. La socialización es fundamental, ya Daniel Goleman en su libro Inteligencia emocional identifica lo imperativo para cualquier individuo su habilidad social por encima de las otras. Cuando alguien es capaz de socializar se le perdonan sus otras fallas. Quien es muy «cerebrito», de inmediato sufre rechazo general por pedante. Es decir, la inteligencia social es mucho más importante que las otras para sobrevivir correctamente en cualquier ambiente (el tipo buena onda). 

Y la socialización se basa en la capacidad de comunicarnos, de vincularnos, con los demás. Y aunque la comunicación es multifacética (porque hasta nuestra ropa y su combinación transmite algo de nosotros), mucho se basa en lo que decimos, cómo lo decimos y qué tan variado es su contenido. 

Por supuesto, para expresarnos mejor, la variedad de vocablos es fundamental. Toda persona inicialmente aprende el lenguaje característico de la familia, después lo enriquece con los amigos y alcanza mejor plenitud con la información académica (lenguaje científico) otorgada en la escuela. Sin embargo, si el aislamiento lleva a los estudiantes a no participar con otros alumnos y evitar las actividades pedagógicas por la inercia del aislamiento, hay serios riesgos para varias generaciones. 

Si a hablar se le enriquece con la capacidad de redacción, entonces las habilidades sociales se potencian. ¿Y es demasiado pedir que al razonamiento se fortalezca con las técnicas argumentativas? (estamos en la época y por tener esperanza, que no quede).  

Redactar difiere de escribir. Escribir implica plasmar palabras. En tanto, redactar obliga a una intencionalidad. Ello obliga, por tanto, a una organización de ideas (jerarquizarlas y aplicar la sintaxis) para prever su impacto. Por supuesto, si no hay la costumbre, las posibilidades de lograr ese impacto (que es el objetivo del texto) se nulifican. 

¡A los mexicanos nos da pánico debatir! Por no saber hacerlo, confundimos la argumentación opositiva como ataques personales y, por tanto, con pleitos declarados. De ahí que no sea extraño que las polémicas lleguen a los golpes. El puñetazo impone al más hábil en darlos, no al que tenga razón en su planteamiento. 

Es decir, con mucho, el remedio para estas generaciones escolares es mayor habilidad al hablar y escribir para reducir que se prolongue el impacto negativo de la pandemia.