sábado. 20.04.2024
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Chispitas de lenguaje • Prejuicio generacional • Enrique R. Soriano Valencia

"Si los muchachos no tienen riqueza de lenguaje es porque las generaciones adultas tampoco usan esas palabras..."
Chispitas de lenguaje • Prejuicio generacional • Enrique R. Soriano Valencia

Hace unos días subí a una red social un cartón (meme) donde dos personajes dialogan sobre la forma de calificar diferentes situaciones. Un personaje joven dice «superamigos» y otro protagonista, representado comoanciano, responde «amicísimos o amiguísimos». Varias veces el personaje joven recurre a palabras con el prefijo súper- (prefijo es un conjunto de letras iniciales pegadas a una palabra que modifican su significado) y el mayor da la alternativa con sufijos terminados en –ísimo o –érrimo(sufijo es un conjunto de letras al final de una palabra que también modifican su significado). El intercambio de palabras finaliza con el personaje joven que enuncia: «Vas a tener razón en eso de que abusamos  del prefijo “super-“, abuelo». El anciano finaliza con un globo donde se lee «Últimamente anda el vocabulario paupérrimo».

La mayoría de mis contactos hicieron comentarios para lamentar que la juventud desconoce el significado de muchas palabras (como ‘paupérrimo’ o ‘amicísimo’, porejemplo). Solo uno de ellos apuntó: «Muy cierto, hemos dejado de utilizar las palabras correctas», es decir, que se incluyó. 

Espero no granjearme la antipatía de mis lectores, pero creo que hay prejuicio en la evaluación (también, en aras de la objetividad, debo admitir que el cartón es igual de prejuicioso al presentar diferencia de edades en los personajes). 

Las generaciones adultas tienen como lugar común culpar a la juventud de actos y costumbres diferentes o contrarias a lo que abuelos y padres consideran prácticas adecuadas. Ya Sócrates (siglo v a. de C.) se quejaba del rumbo de la juventud. Los tachaba de comodinos e irrespetuosos; flojos y rebeldes; perezosos e irascibles. Que me disculpen los de mi edad pero si una generación joven no ha sido así; no es joven, nació anciana. Pero me centro en el lenguaje. 

Si los muchachos no tienen riqueza de lenguaje es porque las generaciones adultas tampoco usan esas palabras. Y, evidentemente, nadie puede echar en falta lo que nunca ha tenido. Si los jóvenes no disponen de ese vocabulario es porque los adultos también hemos dejado de usarlos. Si un niño grita «¡¡¡goool!!!» es porque escuchó a adultos así reaccionar. Un niño de una civilización que nunca ha visto y jugado futbol, por más que sepa que un equipo logró una anotación ni de chiste le surgiría la palabra ‘gol’ por su mente. 

El pauperismo del lenguaje no es problema generacional; es responsabilidad de la sociedad en su conjunto que no recurre a toda la riqueza léxica que se ha acuñado a lo largo de los siglos. No nos quejemos los adultos de los jóvenes que no saben hablar, obliguémonos nosotros –las generaciones mayores – a usar términos y vocablos con variedad. Recurramos a formas y estilos diferentes para dotar a quienes nos oyen, de alternativas. Los muchachos no van a crear un lenguaje rico solo con nuestras quejas. Pongámonos en marchas para que quienes caminan a nuestro lado también aprendan el paso. 

El lenguaje es una construcciones social y no generacional. Es decir, que es actividad comunal y todos debemos enriquecer nuestra forma expresiva. La variedad nos hará más intensos.