jueves. 18.04.2024
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Chispitas de Lenguaje • Redacción V • Enrique R. Soriano Valencia

"De los atributos de la buena redacción queda la belleza..."
Chispitas de Lenguaje • Redacción V • Enrique R. Soriano Valencia

En colaboraciones anteriores abordé cómo la redacción ofrece beneficios a quien la practica, basado en cada una de las características enunciadas por los académicos. De los atributos de la buena redacción queda la belleza.

La belleza se puede definir como el placer experimentado por alguien a causa de lo que percibe. No obstante, es un concepto relativo: lo que para unos puede ser bello, bien no podría serlo para otros. Es decir, que mientras para unos la sensación placentera es incomparable, para otros podría ser indiferente.

La escritura está presente en las bellas artes a través de la literatura. Pero, hay textos no literarios que podrían también ser valorados en este sentido por su enunciación, independiente de su contenido. El primer traductor de Sigmund Freud al español fue calificado por el propio padre del psicoanálisis como alguien que no solo supo respetar el espíritu de los conceptos en su traslación, sino que además imprimió belleza al estilo (presuntamente Freud tenía una relativa posibilidad de valorar el trabajo pues también leía el español; él mismo aseguraba que lo aprendió directamente en El Quijote). Luis López Ballesteros, el traductor, por su parte, afirmó que el estilo de Freud en sí mismo era bello y eso facilitó su trabajo.

La belleza en la literatura es relativamente más sencilla, pues echa mano de ciertos recursos (llamados tropos) directamente vinculados a provocar esa sensación emocional: «Tu voz me sabe a la textura de las nubes» (califico de relativa porque dominar los tropos de forma magistral no es sencillo). Los textos no literarios no disponen de esos recursos. Pero cuando consiguen las características que los académicos le asignan ‒brevedad, precisión y claridad‒, entonces es verdaderamente grata su lectura. Son textos hermosos, bellos.

Un autor que desconozco dijo «La más bella frase es la más breve».  Y es que gracias a esta cualidad se puede imprimir ritmo a un texto. Oraciones cortas, hace que el contenido sea dosificado en impactos (mejor si son certeros). Si cada aseveración mantiene un ritmo constante, eso propicia que el contenido llegue de forma más fluida y, por tanto, no solo resulte comprensible, sino agradable.

El ritmo es tan importante que los primeros textos educativos fueron poéticos. La Ilíada y la Odisea, textos que se enseñaban en escuelas, son poemas. Una información con ritmo es mucho más fácil de retener mentalmente. De ahí que el aprendizaje psicomotriz sea una de las más sólidas estrategias didácticas. Para ello es suficiente recordar cómo muchos niños aprendieron las tablas de multiplicar con una tonadilla o, incluso, brincando con la misma rítmica desarrollada a partir de la repetición.

El ritmo en un texto se basa en la puntuación, fundamentalmente. El uso adecuado de este recurso no solo facilita la comprensión del contenido, también otorga fluidez. Por supuesto, un texto leído con agilidad deja una sensación grata: he ahí la belleza en textos no literarios.

Si además es claro ‒orden lógico‒ y breve ‒no más palabras que las necesarias‒, el documento es una joya.

En la mayoría de los casos, la belleza en mucho se relaciona con los gustos individuales. No obstante, quien domina la escritura puede calificar de bello un texto, aunque no sea de su preferencia el contenido. Entonces, quien practica la redacción amplía su concepto de belleza y es capaz de disfrutar un mayor número de alternativas, que quien no la tiene por práctica cotidiana.

El género humano en su conjunto ha desarrollado el estilo moderno de redacción, con las mutuas influencias de estilos, temas y variedades literarias o no. Practicar la escritura ‒como hemos visto a través de estas cinco colaboraciones‒ deja en el individuo la sabiduría social. Eso lo hace más humano.