sábado. 07.06.2025
El Tiempo

Redacción, redirigir

"...crear una sociedad donde cada individuo fuera capaz de organizar las ideas para exponerlas. Ello incidiría en otros muchos aspectos, como habilidades para el orden, la disciplina, la organización de aspectos personales y laborales."

Redacción, redirigir

Existe la inadecuada creencia que para redactar es fundamental aprenderse la clasificación gramatical y el uso de los signos de puntuación. Cierto que son factores importantes. Pero lo fundamental en la redacción es… ¡organizar las ideas! Sin esta premisa fundamental, clasificación de palabras (su correcta armonía a partir de cómo se relacionan y comportan los vocablos) y signos de puntuación no ofrecen un resultado conveniente en la composición de un texto.

La palabra ‘redactar’ procede del latín redigiere. Este vocablo se usó originalmente para replantear, reordenar o redirigir algo. Entonces, la redacción se fundamenta en el orden, en la organización. En ese contexto, redactar adecuadamente obliga a escribir con una intención, a lograr un propósito. No se trata de escribir por escribir. Lo fundamental es que un texto tenga una meta y su composición responda certeramente a ese objetivo. Sin esa coincidencia (organización expositiva acorde al propósito), ningún texto tendrá resultados.

Entonces para redactar algo (un cuento, una novela, un memorando, un acta, un informe) lo inicial es contar con un objetivo, meta o propósito. Es decir, hacia donde encaminemos todo lo que se expondrá. De ahí que no sea recomendable recurrir a lo que en México llamamos ‘machotes’ (del náhuatl: guía, camino o conducta). Los formatos son textos diseñados presumiblemente para toda ocasión. El problema es que cada propósito está singularizado por sus particularidades. Eso, un formato genérico no lo contempla. Entonces, vale más desarrollar textos para cada situación.

Ahora, las secciones contempladas para un tipo de documento (como un informe, por ejemplo) no es un formato o machote. Esos son los aspectos o puntos que, de acuerdo a una necesidad específica, debe considerar el redactor. Quien no tiene claro para qué, con qué propósito escribe, está destinado a divagar, a ser redundante, a usar palabras de más, a ser impreciso, a formular oraciones inadecuadas y a confundir a su lector.

Un agricultor no debe ser un biólogo para lograr una excelente cosecha. Cierto es que le vendría bien conocer muchos de los principios fundamentales de la botánica. Pero no le es indispensable. Lo mismo pasa con el redactor: no es indispensable que sea un experto en gramática. Le puede ser de suma utilidad, pero bien podría producir documentos armoniosos y efectivos si los organiza acorde a su objetivo.

Aquí surgen, entonces, dos alternativas: que el redactor sea capaz de elaborar un documento por sí mismo o dejarlo que recree permanentemente formatos (como sucede con principal frecuencia en oficinas públicas).

Lo óptimo sería la primera de las opciones: crear una sociedad donde cada individuo fuera capaz de organizar las ideas para exponerlas. Ello incidiría en otros muchos aspectos, como habilidades para el orden, la disciplina, la organización de aspectos personales y laborales. Una mente así es abierta, creativa y sociable. Una mente que es enseñada a organizar sus pensamientos, puede fácilmente derivar a otros tipos de órdenes. Por tanto, éste sería un punto fundamental en la formación de las nuevas generaciones.

Lo segundo… es lo que padecemos y no me atrevo a clasificar el tipo de sociedad que somos (aunque todos padecemos los efectos de falta de organización, retraso en los procesos administrativos e ineficiencia). Caracteriza al redactor actual, el abuso de palabras para rellenar hojas; frases hechas, poco creativas y, por supuesto, una deficiente estructuración («pero así siempre se ha hecho», justifican). Nada hay inmutable en el Universo, por lo que también debería modificarse este tipo de insanas costumbres.

Para redactar eficientemente hay que organizar las ideas; acomodarlas para alcanzar el objetivo. Ahí está el secreto de la redacción. El dominio de la puntuación, entonces, es logrado casi de inmediato porque la lógica regirá pausas y estructuración. Redactar bien no está limitado a personas inspiradas o con habilidades natas. Escribir adecuadamente es una habilidad que cualquiera pudiera desarrollar, tan solo con ordenar sus ideas.