Parentalidad • Disturbios en el deporte • Gaudencio Rodríguez
“La pedagogía de la ternura, contrapedagogía de la crueldad, empieza por desnaturalizar la violencia y contribuir a su aborrecimiento…”
¿Cómo serían nuestras vidas si fuéramos capaces
de trasformar el miedo en confianza
y el poder en compromiso con la ternura?
Ritxar Bacete
Desafortunadamente, los disturbios en los deportes son un fenómeno mundial que ocurre con una frecuencia lamentable y desalentadora. En la mayoría de los encuentros deportivos observamos personas —generalmente hombres— que pierden la cabeza en mayor o menor grado ante la evolución del partido, llegando en ocasiones a niveles de disturbio.
Personas investigadoras como Simons y Taylor definen el disturbio como el comportamiento deliberadamente destructivo o dañino por parte de espectadores partidistas de un evento deportivo, que puede ser causado por factores personales, sociales, económicos o competitivos.
Las ciencias sociales tienen identificados los factores subyacentes a este tipo de disturbios. Gordon W. Russell, profesor emérito del Departamento de Psicología y Neurociencias de la Universidad de Lethbrige (Canadá) ofrece un compilado de dichos factores. Algunos son del orden situacional: por ejemplo, factores competitivos, relacionados con la importancia del partido, el resultado, la posición que su equipo ocupa en la tabla y hasta la hora del día en que se juega.
Algunos factores ambientales pueden ser la temperatura ambiental, la oscuridad que aporta anonimato a quienes tienen en mente llevar a la práctica comportamientos antisociales. El ruido que se manifiesta a intervalos irregulares o sobre espectadores enfadados tiene un efecto mayor.
Las personas que se identifican estrechamente con su equipo y que se agrupan en una multitud tienen más probabilidades de tornarse agresivas, así como las que tienen historial violento; la amenaza para el orden público aumenta a medida que lo hace el tamaño y número de los grupos de varones que se insertan en la masa.
A los anteriores factores sociales se suman algunas cogniciones sociales; por ejemplo, la publicidad anterior al encuentro puede generar un clima favorable para la existencia de comportamientos violentos (no perdamos de vista que el lenguaje bélico es una constante en los comentaristas deportivos o hasta en los mismos jugadores), las atribuciones para explicar la derrota: un mal arbitraje, la mala suerte o el juego sucio de los contrincantes. Una cognición social más es el sesgo hostil existente en algunas personas, que las lleva a percibir malevolencia o malicia en las acciones de los demás, incluso cuando no la hay.
Por supuesto que también existen factores asociados a la personalidad, tales como la agresividad y el enfado o rabia de algunos individuos, la búsqueda de sensaciones y experiencias variadas, novedosas y complejas, y la voluntad de correr riesgos físicos y sociales para obtener tales experiencias, las tendencia antisociales e impulsivas.
La combinación de múltiples factores explica la aparición de disturbios que pueden tomar niveles de salvajismo extremo.
El conocimiento en el tema se ha venido acumulando en las últimas décadas. Lo que resulta urgente es su operativización. Conocemos suficientemente los resortes de la violencia que lleva a la destructividad humana.
La pedagogía de la ternura, contrapedagogía de la crueldad, empieza por desnaturalizar la violencia y contribuir a su aborrecimiento, por recuperar el valor de la vida. Esto es lo que hace falta para avanzar con mayor rapidez.
Los actos de violencia en los deportes suelen tener rostro masculino que se torna más-culero (de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, en México culero significa miedoso, sinónimo de cobarde), pues eso son los disturbios: la suma de cobardes envalentonados gracias al efecto de la masa y el anonimato.
No lo perdamos de vista: el violento no es valiente, aunque eso quiera aparentar. El valiente se responsabiliza de su miedo y lo maneja de manera adaptativa. Mientras que el pusilánime no logró transformar su miedo en confianza sino que, disfrazado de valiente, pretende ocultar su pequeñez mediante el uso de la violencia que echa por la borda la ternura y activa la crueldad, y, en ese acto se degrada aún más.
***
Gaudencio Rodríguez Juárez. Esposo, papá, psicólogo clínico, psicoterapeuta, conferencista internacional, consultor para UNICEF (2019-2021) en crianza positiva y buenos tratos y para muchas otras instituciones públicas y privadas. Autor del libro Cero golpes. 100 ideas para la erradicación del maltrato infantil (4a. edición, 2023) (de venta en Amazon). Escritor en diversos medios de comunicación e invitado frecuente en medios de comunicación.
Datos de contacto:
Instagram: Gaudencio Rodriguez_Juarez
Facebook: Gaudencio Rodriguez J Parentalidad y buenos tratos