martes. 23.04.2024
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Hechos iniciales, hechos cruciales

"Ahora bien, los hechos cruciales con precisamente los primeros, los que están en la base de las decisiones, de las cosmovisiones. Como se observa, vino primero el hecho, y entonces se estableció un objetivo, se construyó una manera de mirar el mundo, se organizó un modo de actuar"

Hechos iniciales, hechos cruciales

Poner la mirada en los hechos, a primera vista parece algo un tanto trivial, pues para nadie es un secreto que la existencia es la acumulación de hechos, de los que derivamos un modo de ser, una visión de la vida y del mundo e incluso una manera de actuar. Sin embargo no es un asunto así de conocido, ya que en nuestro contexto intelectual ha adquirido primacía la idea de que nuestras palabras configuran al mundo, de que la realidad es como se la piensa, la noción de que cada cabeza es un mundo.

A consecuencia de esta consideración, a menudo las personas ofrecen su versión de la historia vivida como la fuente de sus males, sin percatarse de que hay en la base de esa versión suya uno o varios hechos, por demás notables, que dieron origen a esa necesidad de componer una historia determinada. Un ejemplo puede ayudarnos a comprender este fenómeno.

Pongamos por caso a un hombre que no puede fincar una relación de pareja estable. Su versión de los hechos dice que él, con ser tan bueno, no ha tenido suerte con el amor, que se encuentra invariablemente con mujeres que no se quedan con él, que son conflictivas, que no lo comprenden. Obviamente, puede encadenar una ristra de detalles al respecto, para argumentar el porqué de su condición, respecto de la cual tiene además acuñadas frases definitorias. Y a ese punto conduce nuestra mirada, como para que podamos compartir su forma de estar en el mundo y en el vivir.

Lo que las personas muy a menudo protegen con actitudes como la descrita son sucesos, graves o sencillos, que ocurrieron en edades muy tempranas, sucesos que no recuerdan ya, hechos que carecían de importancia pues tuvieron lugar cuando se era muy chiquito. Así por ejemplo, ese hombre no encuentra ninguna relación entre el hecho que consulta con que en su infancia papá pasara temporalmente por una decaída anímica a causa de un mal momento en sus ingresos, que le llevó a tener conflictos con su pareja, casi al punto de la ruptura. Nuestro hombre de la consulta contaba con alrededor de seis años en su edad cuando miraba a su padre sentado en un sillón, o a la mesa del comedor, con la mirada extraviada, y casi extinto el fuego de su vitalidad, mientras la madre permanecía lejos, es decir, en otra habitación, enojada, molesta, tal vez también triste. La imagen misma parece como escena de película, pero existe en el interior de la persona, y en ella un pequeño, mirando así a sus dos padres formula para él mismo, desde lo profundo de sus adentros, el compromiso de intervenir en esa situación y dedicarse a evitar que siga sucediendo. Como un anhelo mágico él formula ese propósito, entrega al secreto de su corazón ese objetivo, y sigue en su inocencia de vida. Sólo que las cosas no se diluyen con una sencillez parecida en el universo del amor.

Ese propósito permanece vigente de una manera o de otra y va impregnando calladamente todos sus actos, hasta llegar a un punto en que se tiene la seguridad de que se acumularon experiencias desafortunadas, por ejemplo en el amor. Esto tiene que ser así, porque es la vía para cumplir esa intención infantil y casi mágica. Así que se relaciona con mujeres con las que no podrá quedarse, a fin de no poner en riesgo su cometido. Y entonces pueden revisarse otros aspectos, como su propia valoración masculina, sus oportunidades laborales o de empresa, y se encontrarán quizá más asuntos relacionados y consecuentes.

Ahora bien, los hechos cruciales con precisamente los primeros, los que están en la base de las decisiones, de las cosmovisiones. Como se observa, vino primero el hecho, y entonces se estableció un objetivo, se construyó una manera de mirar el mundo, se organizó un modo de actuar. Y esos hechos no tenían connotación cuando ocurrieron, para ese hijo que ya se hizo hombre, fue su corazón, el amor, los que decidieron hacer algo.

En consecuencia, uno de los primeros actos para refrenar la influencia es volver al hecho, con la edad actual, y mirar lo que es. Lo siguiente será restaurar la dignidad del padre, para bien de la propia masculinidad de quien consulta, y de la madre, para promover posibilidades de respeto a la mujer y darle oportunidad al amor. Se dice fácil, pero ¿cómo se hace? A reserva de cada detalle individual, con una profunda reverencia de la persona hacia la vida propia de sus padres, que era suya, precisamente, con el agradecimiento por lo que se recibió como don e impulso para el vivir. Para decirlo con sencillez: se hace sacando al pequeño de una escena que no le corresponde vivir comprometidamente.