martes. 16.04.2024
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Mónica Navarro
16:14
14/07/13

Migajas de amor

Migajas de amor

Era inevitable no seguirlas con la mirada. Dos jovencitas, quizá de 16 o 17 años. Hermosas. Una de ellas, alta y morena clara, con larga cabellera;  la otra, de estatura más baja y con su cabello recogido en un lazo. Pero no era su belleza lo que despertó mi atención, sino que ambas estaban embarazadas. Entraron al supermercado,  platicando. La más bajita, muy seria y callada, escuchaba atenta a su amiga.

Minutos después volvieron a pasar. Comían un chocolate mientras caminaban; aún conservaban un aire infantil. Eran sólo dos niñas disfrutando una golosina. Por la tarde  las encontré de nuevo en el parque, sentadas. La más bajita continuaba con su semblante triste. Ambas estaban calladas mirando a los niños que jugaban en los juegos mecánicos.

Fue fácil conocer su historia: ambas se enamoraron en la escuela y el amor acabó cuando comprobaron sus embarazos; por supuesto que también los novios desaparecieron. Ellas reprobaron en la escuela y ahora esperan que llegue a término el embarazo, para retomarla mientras los padres se hacen cargo de los hijos.

Cada vez que veo jóvenes en tal circunstancia me pregunto: ¿qué pasa por sus mentes y las lleva a embarazarse? Algunos dicen que es porque les falta atención y afecto en casa, y entonces los buscan a través del sexo. Lo único que me queda claro es que la maternidad es un proceso hermoso, que requiere mucha dedicación, y no se puede enfrentar sola en la adolescencia.

Cada vez es más común encontrar estudiantes de secundaria y preparatoria embarazadas, y también que sean los padres quienes se hagan cargo de los nietos, porque la hija es muy pequeña y el embarazador desaparece. No pretendo decir que aquéllos den la espalda a ésta. Sin embargo me pregunto ¿será realmente lo mejor? ¿Podemos hacer algo para evitar tantos embarazos de adolescentes? Y más aún, ¿qué clase de hombres estamos educando, que son incapaces de responder por sus actos?

Es un asunto lógico: para tener un hijo se necesitan dos. ¿Por qué estamos tolerando que los jóvenes que han dado vida a un ser, actúen irresponsablemente y dejen todo el peso sobre la chica y su familia, que por razones obvias no puede simplemente ignorar su embarazo?

Además de la consecuencia de enfrentar la maternidad sin pareja, la mujer debe aguantar los comentarios que cuestionan su moral y murmuran  que la chica se lo buscó, pues persisten las viejas costumbres de misoginia.

La visión de las jovencitas me acompaña, y no puedo evitar recordar a una mujer que estando casada con un hombre con empleo estable y bien pagado, trabajaba en casa haciendo comidas y  planchando ropa. Ella se hacía cargo de los gastos de la casa, ya que siendo jovencita resultó embarazada, y el joven novio le hizo el favor de casarse con ella. Además procrearon otros dos hijos, pero la señora los mantenía a los todos, mientras el marido la hacía víctima de todo tipo de violencia –física, verbal y psicológica-, y ella aguantaba porque era importante estar casada.

Tenía en la sala de su casa un retrato de bodas. Una tarde, mientras esperaba que me entregara un paquete, le pregunté a qué edad se había casado. Me respondió que a los 15 años y su cara se iluminó; me contó que había sido muy feliz en esa época. No fue necesario preguntar si aún lo era.

Un día mi vecina decidió romper con el maltrato de su marido. Años de sufrimiento y de odio acumulado la llevaron a tomar un sartén y romperlo sobre  la cabeza del marido mientras éste dormía. Afortunadamente el hombre sobrevivió, y terminó en divorcio esa triste historia de pareja.

Historias de niñas que se vuelven madres, de jovencitos que en estos momentos están iniciando su sexualidad con mucha libertad, pero sin verdadera educación, son historias que parecen cotidianas, pero deberían ocuparnos. Porque por migajas de amor y atención, tendremos madres y familias con inicios nada sólidos y con retos mucho mayores a los que, por sí, enfrentan todas las familias.