Escenarios • Hacer arte donde alguna vez hubo sangre • Paola Arenas

“Trabajar en la Alhóndiga de Granaditas es para cualquier iluminador algo memorable en su carrera…”

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El foro FIC en la Alhóndiga
Escenarios • Hacer arte donde alguna vez hubo sangre • Paola Arenas



El foro teatral y el foro jurídico son escenarios de una problemática que representa al hombre en sus múltiples facetas.
Son acondicionamientos humanos en circunstancias particulares:
En uno es el arte en el foro y en el otro es el drama real.
Los dos llevan la manifestación del espíritu ¡Actores de la vida al fin!

Enrique Ruelas, 1987



 

Desde hace 50 años la ciudad de Guanajuato ha rendido homenaje al maestro Ruelas a partir de una fiesta escénica que se ha transformado junto a la sociedad guanajuatense y al país entero. El Festival Cervantino pretende ser ventana de la excelencia en las artes escénicas en el mundo, presentando a lo largo de los años artistas de vanguardia, convirtiéndose en el festival más importante en su categoría en Latinoamérica. 

Los principales recintos utilizados son los teatros Juárez, Cervantes, Principal, y el que se construye año con año en la explanada de la Alhóndiga de Granaditas, escenario ícono del festival donde sucede la inauguración y clausura, por donde han dejado el alma muchos de los artistas más reconocidos en los últimos años.

Guanajuato capital, tiene una belleza muy particular, pero una complicación exacerbada para las grandes producciones. Sin embargo se ha defendido que el Cervantino siga existiendo en esta ciudad del centro del país, debido a la arquitectura y acómo todo el centro de la ciudad se pone en 'modo cervantino' para arropar a todos los artistas del festival y dar la mejor vivencia a los turistas que llegarán a vivir una experiencia estética inigualable. Cualquier extranjero se fascina con la sensación de entrar a los túneles, a los callejones, y caminar por todas esas calles llenas de placas conmemorativas.

Trabajar en la Alhóndiga de Granaditas es para cualquier iluminador algo memorable en su carrera. Es un escenario impresionante; pararse en el ground support a observar la gradería y la explanada te aplasta en una sensación de inmensidad falsa, porque en realidad no es tan grande1 pero sientes que te envuelve, te lleva a recordar todo lo que te enseñaron que pasó en ese lugar manchado de sangre y en que hoy, sobre esa historia, seguimos creando y compartiendo un instante, y podemos olvidarnos de la guerra que seguimos viviendo día con día. 

La dinámica de trabajar en un festival siempre es compleja. Como público y como artistas solemos quejarnos de las fallas que hay en la organización, pero el nivel de complejidad logística y técnica de estos festivales es abrumador para susorganizadores. En la Alhóndiga de Granaditas en particular, se presentan espectáculos a las ocho de la noche, de una o dos horas de duración, por lo que desde aproximadamente las seis de la tarde el escenario debe quedar limpio y listo para que la gente empiece a entrar a sus asientos. La actividad de ese espectáculo terminará cerca de las diez de la noche, pero, al ser un foro al aire libre, ese será el único momento donde se pueda trabajar la luz del espectáculo que sigue, porque necesitamos la oscuridad para ver lo que estamos haciendo. 

Los técnicos que ahí residen, son los héroes que salvan noche a noche esos espectáculos, porque estarán diario en jornadas extenuantes, desde días antes que todo empiece, para montar el equipo, y días después devolver a la cotidianidad ese espacio público, luego de desmontar lo instalado, que ademásdebe salir en camionetas pequeñas rumbo al auditorio del estado para traspalear a los camiones grandes, porque entre túneles y calles pequeñas no hay manera de meter un camión de 3 toneladas hasta la Alhóndiga.

Bailar en zapatillas rojas

El veintitrés de octubre entramos a casi a medianoche para empezar a trabajar, porque Serrat había dado un concierto en el que se colocó equipo extra, el cual hubo que quitar para luego montar el plano base con el que trabajamos los demás.  Esa noche me tocó iluminar el más reciente espectáculo del Ballet Folklórico de la Universidad de Guanajuato, conducido por su director residente Roberto Martínez Rocha, quien ha logrado un equipo entrañable, que se arropa y funciona como una verdadera comunidad, con respeto al oficio pero con una diversión absoluta en el escenario, que se disfruta y se contagia. 

El espectáculo está basado en rondas infantiles bailadas con técnica de folklore, evocando a los personajes con los que crecimos y juegos que pegan directo a la nostalgia.  Sobre el escenario había músicos en vivo y alrededor de 90 bailarines, cambios de vestuario, escenografía durante casi dos horas de un espectáculo continuo que hizo cantar y bailar a los asistentes, que abarrotaron la Alhóndiga haciendo fila desde las primeras horas del día. 

Al llegar a esa cabina decidí jugar, ser libre con ese diseño, usar lo que había, sin lamentaciones, sin complicaciones. Simplemente dejar que todo lo que había visto, planeado o deseado, pudiera existir a través de mis manos, o más bien dicho, a través de mi voz y de las manos de Mike, el programador del recinto, un chico muy joven y dispuesto a ayudar en todo momento. Fuimos escena por escena, construyendo mundos para la rata vieja, para el patio de mi casa, para la cueva del lobo, ambientes, globos y un par de especiales hacían la magia solita, y si, usar luces dirigidas al público, que llegaran hasta manchar las paredes de la Alhóndiga. 

Nuestros horarios de trabajo

Terminamos casi a las cinco de la mañana, y la compañía empezaba su spacing (medir el espacio real en el escenario en el que se van a presentar) alrededor de las  nueve de la mañana, hacer el ensayo general, probar el audio, y preparar todo para recibir al público.

Técnicamente el audio es complejo. no deja de ser un espacio abierto, que requiere de un cuidado especial, pero es el escenario con mejor equipo, ya que la mayoría de la programación en el recinto es musical, en todos los géneros, desde sinfónicas hasta —en esta edición– un concierto de K-pop. 

La experiencia de trabajar en este recinto es un gran privilegio para cualquier artista. Es enfrentarte a uno de los espacios que todos los guanajuatenses recuerdan cada año; es una experiencia que a muchos capitalinos les hace soñar con estar un día en ese escenario, o simplemente les ayuda a transportarse por algunos momentos lejos de la violencia que aqueja a nuestro país y nuestro estado.

Esta edición 50 del festival ha marcado mi carrera porque tuve la oportunidad de iluminar dos espectáculos muy distintos, uno de folklore y otro de danza contemporánea, uno en la Alhóndiga de Granaditas y otro en el Teatro Principal, en dos procesos muy distintos pero enriquecedores, además de estar en la producción de la programación de Ciudad de México, donde trabajamos en la “Casa Chilanga” y en la programación de plaza públicas, regresando a este espíritu del festival que regresa a las calles, a los espectáculos gratuitos para la gente que transita la ciudad, que puede consumir el arte que se hace en todo el país, porque tuvimos espectáculos de muchos estados, pues la ciudad de México se conforma por población de todo el país.

Las personas como recinto

Esta vez, me permito hacer una sección sobre la que durante estas semanas he meditado mucho. He tenido siempre un interés personal en hablar de los recintos, las casas donde trabajo y transito, pero en estos últimos tiempos, me he dado cuenta de que las personas también son recintos y son escuelas. Especialmente hablo de “La Güera”, Laura Ramírez.

Laura, quien junto a su hermana Alejandra, son pilaresimportantes de la danza contemporánea en el Estado de Guanajuato, han formado en disciplina, rigor y técnica a muchos de los bailarines, profesionales y no, que ahora nutren las tablas. Tristemente, el seis de noviembre dejó el plano terrenal tras una larga enfermedad que repercutió en su cuerpo y en su alma, con sus hermanos y sobrinos sosteniéndoladurante todo el tiempo.

Afortunadamente, en vida pudimos hacerle el homenaje que creímos necesario, porque en vida es cuando realmente importa. Ahora el reconocimiento está en cada función que damos, cada que se entrena, cada que recurrimos a las enseñanzas que nos dejó, cada que luchamos por conseguir que las condiciones laborales mejoren un poco, desde nuestras trincheras y para que el arte no se sufra como hoy en día, porque nuestras güeras han demostrado que la nuestra es una profesión digna, de la que se puede vivir, pero nos dejan la tarea de seguirla mejorando. 

Para conversar un poco más sobre Enrique Ruelas:

https://aoparrevista.wordpress.com/2020/06/29/la-vida-de-enrique-ruelas/





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12,500 personas en gradas, más 850 personas en sillería aproximadamente. En comparación, el Auditorio del Estado alberga 1,862 personas y el Auditorio Nacional tiene cupo para 10,000 personas.