martes. 23.04.2024
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Un lienzo encendido: amor aislado / Fernando Cuevas de la Garza

En #Tachas 377, suplemento de #EsLoCotidiano
Lady MacBeth (RU, 2016)
Lady MacBeth (RU, 2016)
Un lienzo encendido: amor aislado / Fernando Cuevas de la Garza


Ante la pregunta de una estudiante, la joven maestra de pintura (Noémie Merlant, sensible) voltea a ver un cuadro en el que aparece una mujer envuelta en la oscuridad, con una parte de su vestido en llamas. De ahí nos vamos a descubrir el contexto y significado que tiene esa obra para su autora: tiempo atrás fue invitada por una señora (Valeria Golino) para que hiciera un retrato de su hija (Adèle Haenel, de sonrisa melancólica), mismo que se le enviaría a un pretendiente a Milán para que viera a la que, eventualmente, pudiera convertirse en su esposa: finales del siglo XVIII, cuando esta práctica de matrimonios arreglados era común y la decisión y voluntad de las mujeres quedaba supeditada a designios familiares por intereses lejanos al amor.

Después de un recorrido complicado, la pintora llega a una casona ubicada en una isla de Bretaña donde la mujer le explica su trabajo, advirtiéndole que su hija no quiere posar, y que tendrá que hacerse pasar por dama de compañía y plasmar su imagen en el lienzo con la ayuda de su memoria o, en ciertos momentos, apoyándose en la trabajadora doméstica para que sirva de modelo, buscando la forma de seguir adelante con su creación artística en contextos adversos, como en Artemisia (Merlet, 1997), filme sobre la famosa pintora del siglo XVII. Recién salida de un convento y con el fantasma del suicidio de su hermana, la joven por ser pintada parece resistir su destino impuesto en silencio, al estilo de La duquesa (Dibb, 2008), y enajenándose de una realidad inhóspita y constantemente al borde de un precipicio emocional.

Escrita y dirigida por la realizadora gala Céline Sciamma en clara vertiente feminista, como lo hiciera en Bande de filles (2014), y por completo en complicidad con sus personajes, a partir del desarrollo de sus protagonistas (los hombres son incidentales), las referencias contextuales y su abordaje ideológico, elementos bien sintetizados en esa fiesta escapista al calor de la hoguera, Retrato de una mujer en llamas (Francia, 2019), su cuarto largometraje, es el relato transgresor de un amor maldito, condenado desde su inicio a la brevedad pero bendecido por una encendida pasión, capaz de trascender para mantenerse en la misma página, cual simbólica referencia de perpetuidad, tanto en la vida tangible como en la expresión pictórica.

El arte de amar de Ovidio, el misterio de la escucha de la música y el canto de Orfeo, así como los juegos de cartas, los jugueteos para flotar en la cama y las conversaciones que van del usted al tú, van solidificando el vínculo romántico que se extiende, en otro sentido orientado hacia la sororidad, a la otra joven que trabaja en la casa (Luàna Bajrami), al grado de apoyarla en el difícil trance del aborto que se practica. Las tres encuentran su lugar en ese rincón del mundo que se ha convertido en un contexto de plenitud y libertad, sabiendo que llegará el momento decisivo cuando el cuadro esté terminado y sea enviado al consorte: conforme crece el amor, aumenta la exigencia en términos de compromiso.

La propuesta visual es claramente pictórica, con diferenciados énfasis en la iluminación y cuidadosa selección de colores en escenografías y vestuarios, inundando el relato de encuadres preciosistas y contrastando las escenas al interior de la casa, en busca de las miradas y perspectivas de las jóvenes, con los fríos exteriores salpicados de humedad marítima, recorridos por ellas mientras se van descubriendo mutuamente, desnudando tanto el rostro y el cuerpo como el alma, siempre en espera de encontrarse con su igual para sobrevivir ante la inminente distancia física, paliada por el incandescente y resignado cruce de miradas, quizá capaz de mantener encendida la llama doble (Octavio Paz Dixit), mientras Vivaldi suena con absoluta intensidad.

Contra el patriarcado

Dirigida por el debutante en largometrajes William Oldroyd y escrita por Alice Birch, retomando el texto Lady Makbeth of Mtsensk del decimonónico autor ruso Nikolai Leskov, Lady MacBeth (RU, 2016) sigue a la rebelde joven del título que es obligada a casarse con un hombre que le dobla la edad (Paul Hilton, errático), dominado él mismo por su anciano padre (Christopher Fairbank), comprador de la propiedad donde ella vivía. Habitando ya en la casa y ante la ausencia del hombre, tanto física como emocional, la consorte busca tomar control de la situación y empieza un apasionado y al fin utilitario romance con un trabajador (Cosmo Jarvis), ante la mirada de la mujer que trabaja ahí (Naomi Ackie, testigo silenciosa) y las crecientes sospechas de su prepotente suegro.

La determinación de la protagonista no se detendrá ante nada, incluyendo sus propios principios morales, para conseguir sus propósitos y conservar su libertad, a pesar de la inesperada llegada de un niño y su abuela (Golda Rosheuvel), reclamando una herencia, justo cuando el plan parecía avanzar sin contratiempos. Con encuadres que se centran sobre todo en la protagonista (Florence Pugh, imperturbable y con shakespereana capacidad de manipulación) o bien se expanden por el campo inglés con sequedad, la historia transcurre en los linderos de la propiedad donde habitan los distintos personajes, entre escenografías que consiguen recrear la época de 1865, todavía en un contexto en el que algunas mujeres parecían formar parte del inventario de las posesiones de los hombres.


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