Es lo Cotidiano

Cuando la historia nos alcance: Pequeña reseña del Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, 49 años después / Beto Cronopio y Héctor Gómez Vargas

Beto Cronopio y Héctor Gómez Vargas

Avándaro, foto 1
Avándaro
Cuando la historia nos alcance: Pequeña reseña del Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, 49 años después / Beto Cronopio y Héctor Gómez Vargas

¿Cómo podía una idea ser derrotada por un acontecimiento?
Nicola Chiaromonte, La paradoja de la historia

 

 

El Festival de Avándaro y el basurero de la historia

En su libro Expedientes Pop Luis de Llano escribe sobre el festival de Avándaro, de acuerdo con su experiencia, y en algún momento de su breve relato dice: “El lugar y el motivo quedaron como una anécdota para la historia”. Casi cincuenta años luego de su realización, el concierto de Avándaro está en condiciones de dejar de ser “una anécdota para la historia” para, más bien ser considerado como un acontecimiento cultural, y en ello hay todo un asunto pendiente por reflexionar y trabajar.

Considerar la manera como se va a celebrar los cincuenta años del festival de Avándaro recuerda un tanto el libro de Greil Marcus, El Basurero de la historia, cuando dice:

Hoy, en 1995, a seis años de 1989, hay que explicar quién fue Chai Ling, uno de los líderes estudiantiles en la Plaza Tiananmen –una de las primeras voces que se escuchan en estas páginas-; pero ya en 1989 había que hacerlo. No sé cuántos años tendrán que pasar antes de que sea necesario explicar qué fue la Plaza Tiananmen; muchas personas, en todo el mundo, por razones de todo tipo, están trabajando para asegurar que no sean muchos.

Marcus agrega que, al considerar la historia como relato puede haber dos direcciones: aquella donde la historia se desvanece al considerar únicamente la versión oficial, o aquella cuando se reconstruye un tiempo y un lugar, cuando se va al basurero de la historia, es decir, aquello que quedó atrás, considerado como una anécdota bajo la versión aceptada, y desde donde se pueden recuperar las cosas como sucedieron.

Décadas después, el festival de Avándaro está en las condiciones que indica Marcus sobre lo acontecido en la Plaza de Tiananmen en 1989: si bien debió haberse explicado desde sus primeros momentos lo que sucedió, en los tiempos recientes parece que eso mismo ha de suceder: regresar, revisar y describir qué sucedió, sobre todo si —como dice Luis de Llano sobre la actitud de los directivos de Telesistema Mexicano – “decidieron que la solución era enterrar Avándaro”–, y eso fue enlatando los documentos donde se registró el festival, y al permitir que hubiera una versión oficial, es decir, con enviarlo al basurero de la historia. Por ello, el Festival de Avándaro no ha sido una “anécdota para la historia”.

Más bien, los sucesos que enmarcaron al Festival de Avándaro pueden ser esa otra dirección de la historia: recuperar documentos, comenzar a contar lo que sucedió y situarlo como un acontecimiento cultural del país que cierra la década de los sesenta y se abre a los cambios que vendrían a partir de los setenta del siglo XX.

Avándaro, imagen de bandera intervenida

 

Pequeña reseña de una historia anunciada

El 11 y 12 de septiembre de 1971 se llevó a cabo en Avándaro, municipio de Valle de Bravo, Estado de México, el “Primer Festival Iberoamericano de Rock y Ruedas en Avándaro” (nombre oficial).  Proyecto gestado en su origen por Eduardo “el Negro” López Negrete y su amigo (desde la Universidad Iberoamericana) Justino Compeán, que entonces trabajaba en la agencia de publicidad McCann Ericcson.  López Negrete era un piloto y, cuando iba a correr, sus amigos llegaban una noche antes para apartar el mejor lugar de la pista para ver la carrera.  En un desayuno, el “negro” planteó a Justino que hicieran una fiesta una noche antes de la carrera en Avándaro. Por tratarse de septiembre pensaron que fuera una “Noche Mexicana”, pero al salir del restaurante, Justino llevaba en una servilleta el nombre de “Festival de Rock y Ruedas en Avándaro”, y tenía la encomienda de conseguir patrocinadores para el evento. La idea era comprar “tiempo aire” en la televisión y radio para transmitir la carrera y, en las pausas, incluir lo mejor del Festival. En caso de éxito pensaban replicar el modelo de negocio en al menos cuatro carreras más durante el siguiente año. 

Justino se acercó a Luis de Llano, quien entonces tenía un programa de TV llamado “Las Ondas de Woodstock”. La intención era que Luis ayudara con la dirección de cámaras y edición de video del Festival.  Uno de los guionistas del programa era Armando Molina Solís, quien fue cantante del grupo “La Máquina del Sonido”, periodista, articulista, y tenía una agencia de representación de grupos de rock, junto con su socio Waldo Tena, “ArTe Producciones”. En una junta Luis de Llano presentó a López Negrete y  Justino Compean con Armando, a quien dieron la encomienda de contratar a Javier “el Brujo” Bátiz y al grupo tapatío “La Revolución de Emiliano Zapata” para que tocaran en el Festival, mencionándole que tenían un presupuesto de $40,000.00

Los boletos del Festival se vendieron en la Agencia de Autos de la familia López Negrete en Reforma e Insurgentes, con un costo de $25.00. La promoción fue con Radio Juventud y por el programa de variedades de Jacobo Zabludowsky Hoy Domingo.

Justino Compeán logró el patrocinio de Coca Cola y negoció con Telesistema Mexicano la transmisión “en vivo” de la carrera y en las pausas, los momentos más importantes del Festival.

Armando Molina no pudo contratar a los artistas solicitados, por lo que propuso, sin aumentar el presupuesto, incluir a los grupos que representaba.  Se lo aceptaron.  Cuando empezó la promoción, varios grupos quisieron formar parte del evento y Armando los aceptó, repartiéndose equitativamente los $40,000.00 del presupuesto original para no aumentar los costos.  Armando les puso como condición tocar canciones originales, no covers.

Así, los grupos que participaron fueron:

Los Dug Dug’s, El Epílogo, La División del Norte, Tequila, Peace and Love, El Ritual, Bandido, Los Yaki con Mayita Campos, Tinta Blanca, El Amor y Three Souls in My Mind. El grupo “Love Army” tuvo un accidente automovilístico que le impidió llegar.

El plan original era que el Festival empezará a las 19 del sábado y terminar a las 8 del domingo para iniciar la carrera. En el ínter se iban a editar los momentos más importantes del festival para enviar la señal a la TV.  En la radio se transmitiría en vivo el festival.

La venta de boletos iba muy bien, pero no imaginaron la cantidad de jóvenes que fueron rumbo al festival desde el miércoles previo. La afluencia fue creciendo y los organizadores, que llegaron desde el viernes, notaron que iban a tener un lleno total.  

El sábado al mediodía, debido a que la gente llenó el lugar completamente, incluyendo la pista, por razones de seguridad se decidió cancelar la carrera.  Se estima que llegaron más de 100,000 personas. Con toda la gente esperando hubo “palomazo” de varios músicos, hubo una clase de yoga y presentaron la obra de teatro “Tommy” del grupo inglés The Who, antes de que filmaran la película.

El Festival empezó por la noche y tuvo varios problemas técnicos: se iba la luz, hubo muchos problemas con las lámparas y sobre todo, de la gente que se subía a las tarimas y andamios donde estaba montado el equipo de cámaras de video, iluminación y bocinas.  Aun así, alcanzaron a tocar todos los grupos.

Radio Juventud cortó la transmisión del concierto durante la actuación del grupo Peace and Love, las videocintas del Festival llegaron muy temprano el domingo y se hizo una mini edición para el programa de Jacobo Zabludowsky, pero se las pidieron a Luis de Llano para almacenarlas, pues no fueron transmitidas en el programa de televisión.

Sin graves incidentes, el domingo al mediodía empezó el éxodo del público hacia sus lugares de origen; el gobierno del Estado de México proporcionó 300 autobuses para apoyar la movilidad.

A partir de entonces se llevó a cabo una campaña en radio, tv, periódicos y revistas satanizando a la juventud que asistió al Festival, con titulares que pedían castigo a los responsables por corromper a los asistentes.


Avándaro, foto 2



Breves destellos luminosos: las reacciones sobre Avándaro

 

 

Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo “tal como realmente sucedió”. Significa apoderarse de un recuerdo tal como fulgura en el instante de un peligro.
Walter Benjamín, Sobre el concepto de historia.

 

Compartimos algunos extractos de textos publicados como parte de los efectos del Festival, en los días que siguieron a su realización:

“No se entiende Avándaro sin 1968, sin el 10 de junio. No se entiende la juventud de 1971 sin la pasión de estos tres años y sin la experiencia que nos ha dado”. (Jacobo Zabludowksy)

“¿Qué es la Nación Avándaro? Grupos que cantan en un idioma que no es el suyo. Canciones inocuas: rechazo a la guerra de Vietnam, pero no a la explotación del campesino mexicano; pelo largo y astrología, pero no lecturas y confrontación crítica. Creo que la Nación Avándaro es el mayor triunfo de los mass media norteamericanos: es el Mr. Hyde de artículos, reportajes y crónicas sobre Woodstock. Es uno de los grandes momentos del colonialismo mental en el Tercer Mundo”. (Carlos Monsiváis)

“El Festival de Avándaro nos enseñó muchas cosas. En primer lugar, que es posible la reunión de grandes masas de jóvenes (más de doscientos mil esa vez) dedicados a oír rock y a reventarse sin que surjan problemas, pues todo depende de la intención con que la gente se congrega. De esta manera, Avándaro nos deja ver el tremendo poder de los ideales, pues el Festival sólo fue posible porque la gente compartía ideas trascendentales, aunque parecieran utópicas, ingenuas y románticas”. (José Agustín)

“El llamado Festival de Avándaro demuestra la vigencia real de nuestras libertades, entre ellas la de reunión, pero es prueba patente de que éstas, a veces, son ejercidas con notoria irresponsabilidad que todos los sectores repudian: califico de reprobable la conducta de un grupo de comerciantes, por la organización de un Festival en que se cometieron excesos, inclusive el uso indebido de la Bandera Nacional, todo ello como consecuencia de una imitación extralógica de formas de disipación presentes en otras sociedades: desde luego no se le hará observación alguna a las autoridades del Estado de México, porque somos respetuosos de la soberanía de los Estados”. (Mario Moya Palencia, Secretario de Gobernación)

“Esa fue la Onda Avándaro. Desde hacía tiempo existía una vibración en el aire, hacía falta una reunión, todos iban con la idea de coexistencia, con el modelo de Woodstock, con la idea de estar con los hermanos: nada de violencia, todo lo contrario: comprensión y buenas vibraciones. Y tal vez venga al caso algo que dijo el New York Times en una editorial sobre el legendario Festival de Woodstock, en el estado de Nueva York: […] la reunión fue esencialmente un fenómeno de inocencia… vinieron, para ser, a disfrutar de su propia sociedad, a vivir en un estilo de vida que constituye su propia declaración de independencia […]”. (Luis González Reimann)

“No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre. El “Jipi” no tiene la culpa, sino los organizadores o patrocinadores del dicho Festival, que no se detienen ni ante la explotación de los vicios de sus propios hijos; lo de Avándaro fue una bacanal de drogas, desenfreno y desahogo para el vicio”. (Fidel Velázquez, Secretario General de la CTM)

“La juventud de Avándaro —decenas de miles– vivió sola. Sin tutores, sin tira, sin adultos… y pudo expresarse. Allí, en Avándaro, los hijos les están gritando a sus padres: “Mírame bien, óyeme, tócame: ese soy yo. Y si me amas, descubrirás qué bueno soy. Deseo enseñarte tantas cosas que he descubierto. Pero soy como ese pobre niñito Tommy”.  Tommy es quien encarna mejor a Avándaro: Ciego, sordo, mudo, no de nacimiento, sino por los traumas que le provocaron sus padres (desintegración familiar y tantas cosas que saben los sicólogos y gente del sistema). Ahora, la gitana lo alivianó. Ha dejado de ser una pequeña bestia, juguete de todos. Ahora es él mismo. Los demás comienzan disgustándose y persiguiéndole; pero termina él alivianando a todos”. (Padre Enrique Marroquín)



 

[Ir a la portada de Tachas 378]