jueves. 18.04.2024
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Nota musical a Peter Shaffer

Rafael Cisneros

Nota musical a Peter Shaffer

De pie, todos: esta semana ha muerto, a los 90 años, Peter Shaffer. Dramaturgo inglés, es conocido sobre todo por dos obras fundamentales: Equus, la historia de un hombre y sus obsesiones hacia los caballos, que aporta tanto a la psicología como al entendimiento humano, y Amadeus, la historia apócrifa de Mozart que aporta a todo lo concebible de las virtudes humanas: música, teatro, cine, literatura, danza, luz, eternidad, fe.

Como obviamente he manifestado, sin atisbo de vergüenza hacia mi personal exageración, Amadeus no solamente es mi película favorita, sino que es una división fundamental en cualquier labor de mi vida. Es mi antes y después de todo entendimiento artístico que pueda tener.

Por ahí, en alguna escenilla superficial de mi pasado, me topé con un sabelotodo cuya capacidad para almacenar en su cabeza todo tipo de información relacionada con cine y música, contrario a fortalecerlo y volverlo en alguien impresionante, lo transformaban en un completo idiota; quizá de los más perfectos idiotas que he conocido en mi vida, tomando en cuenta que el ser humano no es perfecto. Me comentó en una ocasión en la que hablábamos inocentemente de películas (al menos yo me hallaba en la ingenua posición de estar conversando por la simple y serena satisfacción de estar sólo conversando), que toda mi percepción cinematográfica estaba por los suelos, que era completamente errónea, y que mi sentido estético (sea lo que eso signifique) estaba tan equivocado como lo más equívoco habido y por haber. Y no estoy exagerando: muchos de los tecnicismos que usó esa noche se me grabaron como uno de esos fieros regaños que a fin de cuentas no valen la pena, pero que de alguna forma te sirven en la formación personal.

Yo quedé extrañado, un tanto dolido, siendo apenas un púber de ilusiones a medias. Sentí un ataque al que no le veía objetivo, ya que había salido de la nada. Pregunté por qué pensaba tan bajo de mí. Él, sonriente de borrachera (y es cierto, se había tragado como un par de malditos “six” de cerveza Indio o Heineken o yo qué sé; no por nada tan gratuita sinceridad), me aclaró que se debía al hecho de que mi película preferida era Amadeus. Por supuesto, los “grandes cinéfilos” niegan algo como Amadeus. Porque… ¿Por qué? Supongo que por mainstream. ¿Sí? ¿No? No sé, quedé totalmente confundido. ¿Qué tenía de malo que amara esa película? No había pretensión alguna en lo que sentía (siento) por ella, no la amaba (amo) siquiera por cuestión de identidad, todos sus personajes eran tan fascinantes y tan grandes que no podía darme a la tarea de identificarme con ninguno, era algo fuera de mi alcance, una cúspide de la que no podía sino ser un observador, una pieza realizada especialmente para la satisfacción de haber hallado un enorme sentido a la existencia.

Pero entonces, ¿mi intimidad estaba equivocada? ¿O cómo funciona eso de “saber de cine”? ¿Amadeus contradecía algo de lo que yo jamás había escuchado? ¿El amar esa película era una simple etapa de ignorancia y hacía falta que creciera en demasía para ser consciente de cosas mejores? ¿Y qué era mejor que aquello que había transformado mi vida en algo latente y seguro? ¿Debía aceptar que Amadeus era nada más que un gusto culpable?

Nunca supe, porque todas estas preguntas las olvidé casi inmediatamente. Sólo hizo falta ver la película una vez más, y recobré todo lo que esos titubeos intentaron arrebatarme en esa incómoda velada de nerds y borrachos. No sé qué fue de ese idiota, pero sé qué es de mi película: como amuleto o proverbio, ahí ha estado siempre, y me ayuda a seguir.

No sé qué haga falta para reconocer el “buen arte” del “mal arte”, o de las perspectivas estéticas de altos y bajos niveles, comparativas competitivas que sólo sirven, cuando mucho, para vivir tu propia versión de 500 Días de Verano, en toda su mediocre desproporción. No sabía que el saber sólo servía para… saber, y ya.

Esa misma noche de nerds y borrachos me ayudó a rectificar mis predilecciones, no porque debiera aferrarme a algo, sino porque me ayudaban a reencontrarme con aquello que ni una sola religión me brindará jamás: espíritu.

Nunca he sabido lo que es el arte y ni he querido molestarme en dicha labor; con tanta “percepción errónea” de mi parte, creo que no hallaría mucho en el camino. En vez de eso, preferí arrojar definiciones de diccionario y museo y simplemente ir conociendo y descubriendo, como en un dictado de Mozart, todo lo que me hacía vivir. Amadeus es de mis más íntimas certezas, amo esta película como quien ama a un mejor amigo o a un hallazgo arquitectónico, como el mas extraño de los vinilos o el manuscrito original del Sueño de Polífilo (todos con quienes tengo el honor de compartir espacio en Tachas me entenderán perfectamente), y le debo la historia a Peter Shaffer, el dramaturgo que escribió a puño y letra la más grande historia que me han contado. Sus palabras manifestándose bajo la dirección de Miloš Forman, otro de mis héroes más queridos, es el mayor espectáculo que he visto. No hay, en ningún idioma, descripciones musicales más bellas que las que escribió Peter Shaffer, o conflictos espirituales y artísticos más certeros que los del pillo Salieri y un Mozart altamente consciente de su haber. Lejos de sólo ser el conflicto entre un músico deteriorado por la envidia y otro derrotado por su música, es un ensayo sobre las imperfecciones más apasionantes del ser humano, confirmándome una verdad: no somos absolutos, pero la música lo es.

Amadeus significa tanto para mí como para muchas personas, seguramente miles y miles en los que yo me cuento felizmente. Me hizo conocer a algunos de mis mejores amigos, me ha dado bellos momentos familiares y es tema recurrente en mi cabeza, una película que agarré de Meca, la cual visito varias veces por año, y una historia que me contaría hasta mi lecho de muerte.

Gracias, Peter Shaffer. Como el infortunado Mozart, no vas a la fosa común, te quedas en mi memoria y en la historia del teatro y el cine.

*risilla de Mozart*

***

Rafael Cisneros (León, Guanajuato, 1988) es escritor y cinéfilo. Ha producido, dirigido y editado numerosos videos para publicidad, grupos pop y cortometrajes artísticos. Ha publicado, bajo varios seudónimos, numerosos cuentos.

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