sábado. 20.04.2024
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DIARIO DE UNA MILLENNIAL MUSICÓMANA Y NOSTÁLGICA

Ch-ch-changes

Daniela Aguilar

Ch-ch-changes

Termino en la mesa de un restaurante luego de meses sin estar en uno, al menos con la familia completa, hermana y padres. No me parece una actividad emocionante, aunque extrañaba la costumbre de estar en uno de esos sitios con la frecuencia de antes; no recuerdo si desde entonces me resultaban tan incómodos y me causaran ganas de llorar frente a los desconocidos.

Lejos de esos rituales que había que repetir con cierta periodicidad, es fácil incomodarse a la vuelta. ¿Todos acaban igual? Mejor correr antes de ello. Las mesas se repiten. En dos o tres celebran un cumpleaños, en general todos los que están ahí sólo intentar verse bien, mejor que el de al lado, más grande que el de enfrente, más feliz que cualquier otro. Y no sé a quién pretenden engañar, si todos aquí tenemos más detrás.

Todo va a cambiar a partir de ahora, se le promete a uno. Nunca cambies, se le dice a otro. Cambiaremos todo, se dicen dos. ¿Cambiar es bueno, malo?

No hay por qué entenderlo, creo. A veces pensamos de más, tal vez intentando justificar cómo va todo, y que en realidad no dependía de nosotros en esta ocasión. ¿Y si sí? No sé si todos esos divagues nocturnos sirvan, ni sé si volver a ellos me vaya a costar otro ciclo tan extraño con el que funcioné un tiempo; no sé tampoco si nos acercan a la respuesta o si sólo sean nuestros escapes para no llegar a ella. A veces creo que es eso. Sabemos la respuesta y nos destrozaría llegar a ella. Es más cruda de lo que nos han contado. Nos va más grande de lo que podemos soportar. Nunca importamos, nunca fuimos grandes, no éramos la fórmula secreta de algo enorme.

No estoy hecha para tanto pesimismo y no creo que alguien lo esté, pero sé de algunos que tomaron la frustración común y crearon a partir de ella. Me gusta ir a ellos o que lleguen solos, pero para ello buscarlos, estar al pendiente. Héroes comunes, y no tanto.

Que alguien te hable de sus propios héroes se siente como lo más íntimo del mundo. No, no se siente, lo es, es su historial, son sus reportes de conducta y sus cicatrices, los regaños, los consejos no pedidos, las cartas que un desconocido te escribe y por asuntos de magia llega a ti. Dicen que viajando se conoce a las personas, que comiendo. Que así, que asá.

El asunto con los héroes siempre es triste. Mueren, se hacen viejos, son inalcanzables, están casados, tienen hijos o ni siquiera saben que son uno.

Por un tiempo nuestro héroe es eso y nada más, una figura. Se descubre alguien más humano y sólo queda encariñarse, a quién le importa. Luego viene ese estruendo, un tornado o lo que quieras, todo se va al carajo para ti. Y no queda más que seguir, tomar todo lo bueno que le aprendiste. Y por favor, a tus héroes no los recuerdes con tristeza, porque seguro lo pasaste bien cuando estuvo vigente, ni les reclames nada, que seguro ni sabían que podían romperte el corazón. Y si ya te regalaron seguridad en algo, no la pierdas, incluso si ellos mismos lo hacen.

Por eso cuando alguien que te importa te habla de sus héroes, te dan ganas de conocerlos, de experimentar otras formas de que te rompan el corazón antes de que acabe este año. Yo no creo en otro encuentro más bonito que alguien hablando de sus mil maneras de buscarle pies a esto, aunque ya nadie me habla de los suyos yo podría esperar toda una noche, sacrificar mis horas de dormir porque alguien me contara sin cansancio sus teorías más tontas, sus creencias, sus naderías sobre la vida y las canciones más sencillas, más absurdas, más reales y cómo todo se relaciona.

Ése sí es un ritual.

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Daniela Aguilar
(León, Guanajuato, 2001) es estudiante, escritora en ciernes y entusiasta de los discos. La música pop transformó su vida. Siente una extraña nostalgia por épocas que no vivió, pero ama con intensidad su era de las redes sociales y la inmediatez.

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