martes. 23.04.2024
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Palabras mágicas [I]

Chema Rosas

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Palabras mágicas [I]
Palabras mágicas [I]

Las palabras son poderosas. Consisten en una serie de sonidos articulados o escritos con cierto significado y nada más; sin embargo, son capaces de herir más que los golpes, cortar con más filo que las espadas, revivir a los muertos con sólo nombrarlos, cerrar tratos millonarios, acabar con la reputación de una persona, poner una sonrisa en el rostro de otra o hasta hacer reír a todo el que las escucha. Hay palabras que dan hambre y otras que la quitan, otras capaces de invocar al demonio o hasta de ser Dios, especialmente cuando se hacen verbo. Se dice que, en casos extremos, las palabras pueden hasta iniciar conversaciones interesantes entre desconocidos.

Ya dijo el tío Ben que con todo gran poder viene una gran responsabilidad, y si bien las palabras son mágicas, hay que tener muy claro lo que se quiere hacer con ellas. El mundo adulto puede ser una telaraña de malos entendidos y dobles sentidos, porque aprendemos a decir cosas que no sentimos y a sentir cosas que no decimos. Los niños no parecen tener ese problema, básicamente porque su capacidad lingüística y desarrollo intelectual está en desarrollo. Tal vez por ignorantes, pero los niños conocen menos vocabulario y, sin embargo, todos saben y respetan el poder de ciertas palabras mágicas con poderes sobre el honor y la naturaleza misma, especialmente en el patio de juego. Aquí una breve guía de hechizos infantiles y cómo utilizarlos:

Tapona: Se coloca la mano derecha a la altura del pecho y las yemas de la izquierda tocando la palma para formar una letra “T”. Entonces se grita tapona de forma que todos puedan escuchar al invocante. Bien realizado, este hechizo garantiza inmunidad y salvoconducto sin importar que se encuentre en el juego más reñido o la batalla más sanguinaria. Los brujos poderosos pueden incluso pausar el juego con solo mencionar el encantamiento.

Zafo: La efectividad de esta poderosa palabra reside en la habilidad del niño para expresarla antes de que otro lo haga. Basta que un adulto tenga una actividad que le da flojera hacer, para convertirla en obligación de los niños. Por eso, justo después de que tal adulto profiera su condena, el primero en decir zafo queda exento de cumplirla, y así sucesivamente, hasta que se agoten los niños bajo el poder del adulto. El último en zafar está condenado a cargar la condena de todos los zafadores. Y esa es la ley.

Pidos. Llega la canasta con diferentes piezas de pan dulce, pero sólo una con chocolate. Uno de los amarres más aceptados es tomarla y lamer descaradamente el pan frente a algún testigo que dé fe y legalidad al proceso. Para aquellos más civilizados, o para los casos en que no se puede lamer algo –por ejemplo, para reclamar como propio un balón o una bicicleta–, es necesario tener contacto físico con el objeto y proferir el encantamiento pidos.

Ándele chiquillo. Este poderoso encantamiento se tiene que decir bajando el tono de voz y cantando de forma rítmica mientras se mece la palma de la mano hacia adelante y hacia atrás en dirección a la víctima. Tiene el poder de infundir terror en cualquiera que haya hecho algo indebido o accidental como romper una ventana de un balonazo o descalabrar a su hermano sin querer.

Hechizo de ambulancia: Consiste en decir la vocal i con un tono chillón, imitando la sirena de una ambulancia. Su efecto es producir vergüenza a cualquier pareja de niño y niña que hayan decidido jugar juntos y solos. Si el invocante se cansa, puede cambiar al mantra se quieren y no son novios.

Aaaaa: Si hay un conflicto entre pares, esta vocal modulada de tono grave progresivo hasta medio agudo es capaz de encender los ánimos y provocar una pelea

Primis, seguns, tercis, etc. Es otro conjuro que depende de la velocidad con que se diga. Es realmente útil pues evita discusiones y filas al determinar el orden de participación de los invocantes.

Juntado y desjuntado. Sólo los dueños del balón, los anfitriones de la fiesta o los extremadamente buenos en el deporte tienen el poder de usar estos encantamientos. El primero es para integrar a alguien en la sociedad y el segundo es para convertirlo en un paria. El equilibrio exige que ambos poderes estén separados en dos personas distintas, para no enfermar de poder.

En el mundo adulto las cosas no son tan sencillas. Tal vez el problema es que cuando crecemos damos menos valor a nuestra palabra y a la de los demás. Por eso necesitamos tramitar permisos por escrito en vez de pedir tapona; inventamos excusas en vez de usar zafo, si no queremos compartir algo lo ocultamos en vez de lamerlo o decir pidos… acusamos de forma anónima sin advertir ándele chiquillo, y preferimos hacer chismes a espaldas de quienes posiblemente se quieren y no son novios. Finalmente, cometemos el error de poner a la misma persona como juntador y desjuntador de mucha gente.

Lo peor de todo es que preferimos hacer filas enormes a confiar en el poder del primis, seguns y tercis.

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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