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Synchronic: la otra ciencia ficción

Óscar Luviano

Synchronik, fotograma de la cinta
Synchronik, fotograma de la cinta
Synchronic: la otra ciencia ficción


Lo que queda de Nueva Orleans tras la debacle de Katrina es un páramo de calles manchadas de limo. Ahí dos paramédicos (amigos de toda la vida y codependientes, esa palabra de moda, y como no podía ser de otra manera en los filmes de la dupla Benson/Moorhead) comienzan a atender llamados de auxilio de las víctimas de retorcidas muertes (una de ellas involucra un sable pirata). El elemento común en todas ellas es una droga de diseño, la synchronic del título. Como averigua uno de los paramédicos tras someterse a sus efectos, se trata de una sustancia que altera el tiempo de una manera literal.

Esta odisea casera de viajes en el tiempo, con esa Nueva Orleans como salida de un texto de Lovecraft, es la más reciente entrega de una par de escritores/directores/actores que desde hace algún tiempo vienen alterando los cimientos del cine fantástico, de esa misma manera que Syncronich altera el tiempo: a pequeña escala, pero con los efectos de una irreversible dinamitada.

Es poco probable que el lector/la lectora de este espacio sepa de quiénes hablo si no está versado en términos como torrent, pues de alguna manera una de las obras más estimables del cine independiente se las ha arreglado para quedar fuera del radar en una época en que los contenidos (esa otra palabra) saltan de una plataforma a otra sin demasiado concierto ni tiempo para ser apreciados.

El cine de Aaron Moorhead y Justin Benson es, pues, más objeto de lo que antes se conocía como el boca a boca, y que ahora es la página de destacados de su tracker de confianza. Es ahí donde encontré las tres estimables propuestas de este par de cineastas.

La primera fue Spring (2014), que versaba sobre una variante de La Bella y la Bestia: un hipster que no sabe que es un hipster debe mudarse a empezar de nuevo y ahí, claro, conoce a una misteriosa mujer. Se trata, en realidad, de una entidad lovecraftiana que cada noche retoma su aspecto de calamar y se come al que ande por ahí. Esta condición sólo verá su fin cuando Louise (Nadia Hilker) encuentre el amor verdadero.

Sí, leyeron bien: como en un cuento de hadas, con todas las implicaciones de la hetenormatividad, pero con un diseño de producción realmente impresionante, una criatura de verdad horrible y una mitología personal centrada en dos grandes temas: la amistad y el luto. O esa forma en la que quienes nos aman nos sostienen.

Estos temas serían más evidentes y están mejor retratados en el tercer filme de la dupla, The Endless (2017), una cinta que llevó a algún crítico a nombrar el storytelling del equipo como “DIY SF” (“ciencia ficción del hazlo tú mismo”), y es que en esta ocasión no sólo escriben, producen, dirigen, protagonizan y editan esta fábula sobre los cuidados. Además se encargaron del departamento de peinados.

The Endless trata sobre un par de hermanos que no encuentran su lugar en el mundo tras haber escapado de una secta de suicidas en espera de los OVNIS. La llegada de una cinta VHS les revela que sus captores no sólo siguen vivos, sino que no han envejecido un solo día en veinte años. Los hermanos regresan al campamento de la secta para descubrir a la (sí) entidad lovecraftiana que gobierna sobre esas almas y (lo que importa) los loops temporales a los que somete a sus cautivos.

Es aquí donde The Endless se separa del contingente de filmes independientes: cada loop en este campamento se trata de alguien que trata de salvar a otra persona. Al fracasar, la situación vuelve a comenzar. De hecho, este título fagocita al primer filme de Benson y Moorhead, Resolution (2012).

En este primer largometraje, filmado con muy pocos recursos, se narra la historia de un hombre que trata de desintoxicar a un amigo de la infancia, relegado a una cabaña abandonada. Pronto queda claro que el proceso es observado: intervenido e interventor reciben un VHS en el que se les muestran diversos finales para su situación: asesinados a balazos por los dealers del adicto deudor, asesinados el uno por el otro, quemados vivos en un incendio que ahora provoca uno, ahora provoca el otro…

Estas cintas son enviadas por (claro) una entidad lovecraftiana, que tiene en los esfuerzos de la pareja de amigos un mero divertimento, sobre los que reacciona como un espantoso director de escena.

La idea de los cuidados como una tragedia que absorbe a quien cuida y a quien está postrado, y que termina por confundir de la peor manera posible los papeles de salvador y condenado, también está en el fondo de la más reciente entrega de la dupla: en Syncronich el mensaje que el náufrago del tiempo dejó tallado en la roca cientos de años atrás puede ser, en realidad, obra nuestra.

En el tiempo, las voces de quien cuida y de quien es cuidado se confunden en ese monólogo que encarnan, la voz de vidas que resisten cuando las sociedades les han dado la espalda.

 



Óscar Luviano (Ciudad de México, 1968). Narrador y poeta. Cuentos suyos se incluyen en Nuevas voces de la narrativa mexicana (Planeta, 2003) y en Así se acaba el mundo (SM, 2012). Colabora en diversos medios y publicaciones.

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