martes. 16.04.2024
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Tachas 500 • Diez hitos vitales • Luis Miguel Rionda

Luis Miguel Rionda

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Tachas 500 • Diez hitos vitales • Luis Miguel Rionda

En celebración del medio millar de números que el portal periodístico Es lo Cotidiano ha publicado del suplemento cultural Tachas, y en respuesta a la amable provocación de mi querido amigo Leopoldo Navarro, lanzo aquí un ejercicio de recuerdos en torno a los hitos en que he participado o que he testimoniado en mis más de seis décadas de existencia.

Primer hito: nacer en una hermosa familia de clase media, en la casa de mi abuelo materno en la ciudad-pueblo de Yuriria. Él fue un médico partero que recibió en sus propias manos a su primer nieto, al que debió resucitar porque se negaba a lanzar el primer grito. Le debo mi vida a la ciencia médica que aprendió Miguel Ramírez, “el indio”, en la todavía Universidad Nacional de México, antes de su autonomía. Al joven proviciano le tocó vivir el movimiento de 1929, y testificar la violencia ejercida contra los estudiantes frente a la Escuela Nacional de Medicina, en la plaza de Santo Domingo.

Segundo hito: ser hijo de mi padre. Tuve el privilegio de recibir un amplio legado de sapiencia, de sensibilidad humanista y un amor profundo por la lectura y la escritura de parte del abogado, actor, letrado, historiador y maestro Isauro Rionda Arreguín, uno de los “siete sabios” de esta Atenas de por acá. Si me precio hoy de conocer  y practicar las ciencias sociales y las humanidades, es gracias a él, quien me llevó consigo a compartir su estancia de estudios en Europa siendo yo un adolescente. Compartí con mi padre 52 años de vivencias conjuntas, no pocas aventuras y una o dos desavencias que nunca nos alejaron.

Tercer hito: ser hijo de mi madre. Todos los mexicanos veneramos a nuestras progenitoras; es el trastornonacional. No soy la excepción. Pero anotaré en mi favor que María Esther “Teté” Ramírez fue una mujer inteligente y adelantada a su tiempo. Estudió química, que no culminó por los prejuicios machistas de la época, que obligaban al abandono escolar a las jóvenes al casarse. Pero ella fue la primera mujer en salir de Yuriria a estudiar desde la secundaria hasta la licenciatura en la capital estatal. Además se atrevió a participar en la vida cultural de la ciudad: fue actriz durante más de una década, estudió la licenciatura en Arte Dramático y fue parte de la segunda generación del Teatro Universitario. Pero la maternidad pareció amenazar sus inquietos intereses: nos tuvo a sus primeros tres hijos en dos años y medio. De ninguna manera se quería llenar de hijos y acudió a los servicios de un médico pediatra, Virgilio Fernández, exilado republicano español, quien le recetó las primeras píldoras anticonceptivas que se consumieron en Guanajuato. Era un medicamento prohibido entonces, por lo que debía conseguirse de contrabando. En fin, fue una de las primeras feministas de esta provincia, que se divorció de mi padre para recuperar el control de su vida en una época en que nadie se atrevía. Vivió desde entonces independiente y feliz, viajando y gozando hasta donde el cuerpo se lo permitió.

Cuarto hito: ser egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, en su cuarta generación. Una casa abierta al tiempo, con un modelo educativo innovador que se enriqueció con el aporte de los expatriados sudamericanos que huían de las dictaduras de los setenta. Estudié antropología social de la mano de profesores de extraordinario talento: desde Luis Villoro, Evodio Escalante, Ángel Palerm, Juan Vicente Palerm, Guillermo de la Peña, Roberto Varela, Nicholas Hopkins, Abraham Izsaevich y otros muchos. Con ellos aprendí a redactar bien, a leer mejor, a investigar, a comparar, a debatir y a abstraer conceptos y teorías. Fui enviado a realizar trabajo de campo a comunidades indígenas del EdoMEX, Chiapas y Oaxaca, con becas de investigación. La UAM proporcionaba una educación de primer mundo en un país con fuertes rezagos educativos; todo gracias a la visión ambiciosa de Víctor Bravo Ahuja, el entonces secretario de la SEP. Siempre estaré agradecido.

Quinto hito: haberme casado con Felisa Carrillo, ambos jóvenes de 23 años. Ella me acompañó y apoyó en todas las empresas posteriores, haciéndome fuerte y espantando las sombras de la soledad y la vacuidad que me habían acechado antes. Procreamos cuatro hijos, pero perdimos a la primera por negligencia médica. Los otros tres ¾dos varones y una niña¾ nacieron a lo largo de una década, lo que nos permitió gozar de su niñez. Ya todos tienen sus vidas hechas.

Sexto hito: haber estudiado en El Colegio de Michoacán, en su tercera generación de la maestría. Un centro de estudios e investigaciones fundado por don Luis González y González con la inspiración de El Colegio de México y de don Daniel Cosío Villegas. El primer esfuerzo serio de descentralizar la investigación social hacia los estados. Dos años de tiempo completo con beca del Conacyt y apoyo para la investigación de campo en una comunidad de Zacapu. Mi tesis de maestría ganó un premio del INAH y se convirtió en mi primer libro, publicado en 1991.

Séptimo hito: haber laborado durante ocho años en el sector público estatal de Guanajuato, en las secretarías de Educación y de Gobierno. En la primera acumulé experiencia ejecutiva en las áreas de promoción cultural y planeación educativa, que me permitieron ganar el primer lugar del premio estatal de administración pública en 1987. En la segunda me hice cargo, a nombre del secretario de Gobierno, de las relaciones con instituciones culturales como el FIC, la Fundación Cervantista de México y el Coloquio Cervantino. Sorteamos las crisis que se desataron a partir de la alternancia de gobierno de 1991, cuando la nueva administración se conflictuó con esos organismos culturales federales.

Octavo hito: mi ingreso a la Universidad de Guanajuato en calidad de profesor de tiempo completo en 1994. A pesar de que yo contaba con la distinción de candidato a investigador nacional por parte del SNI desde 1991, la UG aplicaba entonces una política caprichosa para el ingreso de nuevos profesores. Eso cambió gracias a la autonomía universitaria, que obligó a celebrar concursos de oposición en los que libremente podían participar los interesados. Logré la asignación de una de las ocho nuevas plazas que se asignaron al joven Centro de Investigación en Ciencias Sociales. He visto cómo la UG ha evolucionado favorablemente desde un modelo provinciano, cerrado y excluyente, a una institución moderna, de alta calidad y fuertemente competitiva. Es mi casa laboral, que me ha permitido seguir creciendo y me ha integrado a un proyecto colectivo de primer orden.

Noveno hito: haber cursado el doctorado en ciencias sociales en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, CIESAS, unidad Occidente. El ingreso a ese doctorado, en su primera generación, me obligó a cambiar mi línea de investigación tradicional desde los estudios campesinos y de migración internacional, al análisis de las dinámicas políticas regionales, en particular sobre Guanajuato. Esto motivado por los sucesos políticos de 1991 y las transformaciones que dieron origen a un modelo democrático a partir de la reforma de 1994, que garantizó procesos comiciales confiables y profesionalizados a partir de 1995, con la elección de Vicente Fox. Nunca pude publicar en su integridad la tesis, por su extensión y porque abordaba dos temas separados: la historia política regional, y los procesos electorales entre 1991 y 1995. Sin embargo, he podido publicar varios libros y artículos con sus contenidos.

Décimo hito: en 1999 fui seleccionado para participar con el Instituto Federal Electoral en los procesos electorales federales de 2000 y 2003, en calidad de consejero electoral local. Después fui reelecto para las elecciones de 2006 y 2009, y nuevamente para las de 2012 y 2014. En estas últimas ya no pude participar porque en ese año concursé y gané una posición como consejero electoral del Instituto Electoral del Estado de Guanajuato, IEEG, por un periodo de seis años, a tempo completo. Solicité una licencia son goce de sueldo en la UG y pude dedicarme por completo a la materia electoral. Sin duda fue una vivencia intensa y enriquecedora, que amplió mi experiencia en el sector público hasta sumar 14 años. Participé en casi todas las comisiones internas como miembro o presidente, y me tocó ser el fundador e impulsor del comité editorial del IEEG, que hoy tiene una actividad destacada; también fui impulsor y fundador de la Comisión del Voto de los Guanajuatenses en el Extranjero, donde pude combinar mi experiencia como estudioso de la migración internacional y analista político; igualmente impulsé la ampliación de los derechos de participación política de los indígenas y de los migrantes de la entidad. Esos son los tres sub-hitos principales, de una lista mayor que me enorgullece presumir.

Son diez los hitos principales que comparto con los pacientes lectores de este número conmemorativo. Son los momentos que le han dado sentido a una vida que ya llegó al sexto piso, y que pongo a la consideración de mis amigos, colegas y familia. Ojalá se sumen otros hitos más, pero eso dependerá de los recovecos del destino. 

(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León, Departamento de Estudios Sociales. @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/