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Tachas 500 • Variaciones inesperadas del número 500 • Alejandro Badillo

Alejandro Badillo

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Tachas 500 • Variaciones inesperadas del número 500 • Alejandro Badillo

Podría empezar este texto acerca del número 500 como lo haría Juan Villoro: 500 es la mitad de mil; mil –número redondo– invoca el milenio, concepto que se puso de moda cuando llegamos al año 2000. En cualquier caso, ambas cifras –500 y 1000– están llenas de ceros redondos como tortillas bien hechas, como los aros de cebolla en una hamburguesa o como los anillos de Saturno vistos a la distancia. También podría empezar este texto sobre el número 500 con un recuerdo personal acerca del aniversario de un suplemento periodístico: en el 2011 cumplió 1000 números “Catedral”, la sección cultural que aparecía todos los domingos en el diario Síntesis de Puebla. En ese espacio publiqué mi primer texto –un cuento breve– gracias a los buenos oficios de Alejandro Meneses, escritor que se convirtió –afortunadamente– en una mala influencia en mi vida. Mi amigo no pudo asistir al aniversario, pues había fallecido en el 2005, y no pude dejar de pensar en él mientras degustaba una bebida alcohólica en el magno evento que organizó el dueño del periódico. Era algo irreal: en el 2011 empezaban a desaparecer los suplementos culturales de los periódicos –sobre todo en los medios impresos– y ahí estaba yo, celebrando con algunos colegas la aparición del número 1000 de una sección en la que se daban cita cuentos, traducciones, ensayos, crónicas, reseñas y cualquier texto que le pareciera adecuado a Meneses. 

A pesar del escenario optimista, estaba seguro de que mi amigo estaría incómodo en ese lugar demasiado acartonado, como si fuera una fiesta de la alta sociedad poblana. Recuerdo haber seguido la fiesta en mi departamento y pensé, iluso de mí, que “Catedral” seguiría mucho tiempo más. El 9 de febrero del 2013 se publicó, por última vez, el suplemento. Llegó al número 1059. ¿Qué se puede hacer con un número así? Se necesitarían complicadas operaciones matemáticas para encontrar algún significado cabalístico al 1059. Quizás habría que extraer, como si se tratara de un proceso alquímico, la esencia de esa cifra para que la pudiera conservar en el recuerdo y, de esa manera, respetar la memoria de mi maestro Meneses. Él le había dedicado años enteros al suplemento. Pasé mucho tiempo sintiéndome defraudado. Algunos personajes cercanos al diario aseguraron que “Catedral” tendría continuidad ahora en la página de internet de Síntesis. Todo quedó en un buen deseo: más allá del papel, dedicar tiempo y recursos a un suplemento cultural era, para el dueño del periódico, un desperdicio. El evento que había organizado era una manera de expiar su culpa antes del exterminio total. Así que, cuando la sección también desapareció de la red, comencé a pensar en el lugar común: “un ciclo ha terminado”. 

El pensamiento positivo que intoxica esta época nos dice que el final es un nuevo comienzo: algo se cierra para que nazca una nueva oportunidad. Yo nunca he creído en semejantes paparruchas. El final de algo es un agujero redondo, como los ceros del número 1000 o del número 500. Es redondo como las bocas de los vasos llenos de vodka que bebía con Alejandro Meneses o es una especie de nada que intentamos llenar con cualquier cosa. El número 500 anduvo por ahí mientras compraba “Catedral”, incrédulo de que ahí apareciera ni nombre impreso. El número 500 presenció la última charla que tuve con mi amigo, justo unos días antes de que muriera. El número 500 regresa a cero en una suerte de bucle infinito: está en las palabras de los libros, en la espuma de la cerveza o en las partículas que unen el universo y que los científicos no aciertan a explicar. Quizás por eso nos gustan los aniversarios y los números redondos: nos seduce la idea de que hemos llegado a una meta, aunque ésta sea arbitraria. Es algo espontáneo, como cuando decidimos alterar nuestra rutina o cuando le ponemos punto final a un texto a pesar de que la inercia de los dedos nos dice que podríamos seguir escribiendo. Así es de banal y, al mismo tiempo importante, el número 500.







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