DISFRUTES COTIDIANOS
Tachas 513 • Ryuichi Sakamoto: Emperador de la música global • Fernando Cuevas
Fernando Cuevas
Uno de sus territorios principales fue la electrónica y sus múltiples ramificaciones, a las que abonó de manera decisiva: de las mágicas orquestaciones amarillas a las exploraciones en solitario y de ahí a la pantalla fílmica para entroncar en memorables colaboraciones. Se dio tiempo para entrar al campo de la etnomusicología como disciplina en la Universidad Nacional de Bellas Artes y Música de Tokio para estudiar las tradiciones sonoras, en particular las de su país y otras geografías como la africana y la india. La reconocida influencia de Claude Debussy fue esencial para su mirada reformadora, apostando por la modernidad en sentido amplio.
Ryuichi Sakamoto (1952 - 2023) se presentó en el ámbito de las grabaciones con Disappointment-Hateruma(1975) junto con el percusionista Tsuchitori Toshiyuki y formó la banda Yellow Magic Orchestra como tecladista, compositor y cantante ocasional en compañía de Haruomi Hosono y Yukihiro Takahashi, que lo llevaría a ser reconocido más allá de la isla, sobre todo gracias a la influencia que tuvo en diversos géneros de la electrónica y sus vínculos con otros estilos, incluyendo el Hip-Hop.
Firmó en solitario Thousand Knives (1978), en el que incorporó ciertas tradiciones acústicas de su tierra y sus iniciales lances experimentales a través del uso de diversos tipos de sintetizadores y firmó el ecléctico Tokyo Joe(1978) con Kazumi Watanabe; siguió con su participación en Summer Nerves (1979) con The Kakuougi Sessions, visitando otros estilos como el reggae y la música disco, y con B-2 Unit (1980), en el que acentuó su espíritu avant-garde con influjos funkies y de breakbeat que trascendieron en las propuestas iniciáticas del Hip-Hop, como se advierte en Riot in Lagos. En esta etapa inició una fructífera relación con David Sylvian, líder de Japan, y posteriormente con Thomas Dolby e Iggy Pop, además de otras figuras de la escena musical.
Continuó con 左うでの夢 (Sueño de zurdos, 1981), en tesitura de primigenio J-Pop que incluyó un segundo disco con remezclas y dos años después, tuvo un prolífico y clave momento: grabó The End of Asia (1982) y Chanconette Tedesche (1983) con Danceries en franco arrojo medieval, y Favorite Visions (1983), recorriendo el free y el piano jazz con irrupciones electrificadas de tradición nipona. Sobre todo, grabó la profunda banda sonora para Furyo (Feliz Navidad, Sr. Lawrence, 1983), filme de su compatriota Nagisha Oshima –con quien colaboró después en Gohatto (1999)- en el que interpretó al capitán Yanoi junto a David Bowie; de esta música hizo una sensible versión pianística en Coda (1983), agregando un par de temas.
En lógica ambient presentó音楽図鑑 (1984) -que tuvo una versión para occidente titulada Illustrated Muiscal Encyclopedia (1986)- para posteriormente grabar Ongaku Zukan (1984); Esperanto (1985), desarrollado a partir de juegos armónicos con base en instrumentaciones emanadas de teclados, cajas de ritmos y aditamentos que provocan la sensación de estar en alguna misteriosa incursión, y Futurism (1986), retomando el movimiento artístico así nombrado. Les puso música al filme The Adventures of Chatran (Hata, 1986), acompañando las aventuras del perrunas y gatunas, así como a Royal Space Force: Wings of Honneamise (Yamaga, 1987), uno de los animes clásicos llevados al cine.
Obtuvo el definitivo reconocimiento global gracias a su participación, junto a David Byrne y Cong Su, en la elaboración de The Last Emperor (1987), soundtrack para la imponente película de Bertolucci, con quien colaboró en The Sheltering Sky (1990) y Little Buddha (1993), poniendo el acento en los contextos geográficos de los filmes. Presentó Neo Geo (1987) y Beauty (1989), toda una llamada desde Tokyo con espíritu global que recorre esencias africanas para reconsiderar el eclecticismo en el amor, bien acompañado por ilustres invitados.
Colaboraciones entre la pantalla, el video y los proyectos multimedia
Durante los noventa, acompañó al teatro tradicional de improvisación en Butoh (Blackwood, 1990), le puso música a The Handmaid’s Tale (1990) del alemán Volker Schlöndorff; a Tacones lejanos (1991) de Almodóvar; al drama femenino Topâzu (1992) de Murakami; a la revisión del clásico Wuthering Heights (Kosminsky, 1992); a la miniserie Wild Palms (1995), producida por Oliver Stone, y a Wild Side (Cammell, 1995), con Christopher Walken, y realizó varios álbumes como Heartbeat (1991) y Sweet Revenge (1994), también muy cobijados por colegas de distintas tendencias.
Continuó con Kiss (1995), el latino Smoochy (1995), 1996 (1996), una de sus grandes obras; el espiritual Discord(1997) en el que se integró una obra orquestal y que mereció un disco de remezclas y cerró el siglo con la música muy a tono para Love is the Devil: Study for a Portrait of Francis Bacon (Maybury, 1998), sobre el genial pintor inglés; BTTB (1999), conformado por canciones en piano que permitían el fluir de la energía reparadora, y con la ópera multimedia LIFE (1999). Con Brian De Palma participó en los soundtracks de Snake Eyes (1998) y Femme Fatale (2002) y musicalizó el documental Alexei to Izumi (Motohashi, 2002), sobre los habitantes de un pueblo japonés que se resistieron a irse a pesar de la contaminación proveniente de Chernobyl, temática nuclear que volvería a acompañar en el filme Henshin (Hori, 2013) y en Haha to kuraseba (2015), cinta de Yôji Yamada sobre un hijo que visita en Nagasaki a su madre, quien lo creía muerto.
Se metió hasta la cocina de la bosa nova y le rindió tributo en Casa (2001) y A Day In New York (2003), con el matrimonio formado por el violonchelista Jaques y la vocalista Paula Morelenbaum, con quienes colaboraría también en el proyecto NML (No More Landmine) junto a cerca de cien músicos reconocidos. Formó productivo dueto en clave de avant-garde con Alva Noto y grabaron entre pianos preparados y reminiscencias diversas los discos Vrioon (2002), Insen (2005), utp_ (2008), Summvs (2011) y Glass (2018) pieza única de más de media hora que discurre entre rocosas estructuras a punto de cristalizar.
Siguió produciendo álbumes como Comica (2002), integrado por seis cortes de tendencia vaporosa con su consecuente halo de misterio; Elephantism (2002), especie de homenaje a los hermosos paquidermos y su medio ambiente africano; Derrida (2003) en honor al gran filósofo; Chasm (2004), con la presencia de Sylvian e integrando rítmicas como el Hip-Hop; /04 (2004) y Bricolages (2006); por estos años, creó la disquera Commons y compuso la banda sonora Silk (Girard, 2007) y se lanzó a las exploraciones en Out of Noise (2009), Playing the piano (2009), 3 (2013) y Perpetual (2015), obra en tres movimientos compuesta junto con Illuha y Taylor Deupree.
Su partitura acompañó a las poderosas imágenes de Lubezki en The Revenant (G. Iñárritu, 2015), al thriller Ikari (Lee, 2016), al drama Star Sand (Pulvers, 2017), al documental Haiku on a Plum Tree (Melehi, 2017), sobre una familia italiana que se rebeló en Japón frente a Mussolini; Beigun ga mottomo osoreta otoko, sono na wa Kamejirôy (Sako, 2017), acerca del político y activista que luchó para que Okinawa volviera a formar parte de Japón; a la épica histórica Namhansanseong (Dong-Hyuk, 2017); a un T-Rex y un pterodáctilo en la fantástica My Tyrano: Together, Forever (Shizuno, 2018).
Cerró su trayectoria con async (2017), jugando con las rupturas temporales; Suite for Krug 2008 (2022), cargada de melancolía y con 12 (2023), aparecido cerca de su fallecimiento como si fuera un testamento sonoro de todo un recorrido vital por estaciones contrastantes. Además, compuso la música para Plankton (2017), como para sumergirse en un mundo extraño; Ni de lian (2018), propuesta experimental de Ming-lian Tsai con cabezas parlantes; Paradise Next (Hanno, 2019), en plan redentor; el documental Agniyogana (Balnaves, 2019); Proxima(Winocour, 2019), con Eva Green y Matt Dillon y el justo toque espacial; Minamata (Levitas, 2020), llena de cuerdas evocativas; Love After Love (Hui, 2020), Beckett (Cito Filomarino, 2021) y otras obras para videos, filmes cortos, mediometrajes, series televisivas y discos en vivo.
Sakamoto, también un activista que luchó por varias causas sociales y antibélicas, continuó participando en múltiples proyectos e instalaciones de vanguardia, tanto musicales como audiovisuales, y no dejó de experimentar con diversos sonidos, colegas y estilos, adentrándose cada vez con mayor fuerza en los grandes misterios del silencio y la contemplación, expresadas en algunas de sus composiciones. Un muy buen retrato de su vida quedó capturado en el documental Coda (Nomura Schible 2018), espiritual reflexión sobre la vida, la muerte y la creación artística.