jueves. 23.01.2025
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Tachas 547 • Pacifiction: Extraños en el paraíso • Fernando Cuevas

Fernando Cuevas

Pacifiction (Francia-España-Alemania-Portugal, 2023)
Pacifiction (Francia-España-Alemania-Portugal, 2023)
Tachas 547 • Pacifiction: Extraños en el paraíso • Fernando Cuevas

Una micropolítica cargada de ambigüedad que refleja, desde algún hermoso rincón del mundo, los intereses, abusos, alianzas, resistencias e imposiciones de una época colonial que suena a pasado pero que muta en formas y estrategias para permanecer en un presente normalizado, incluso inmiscuyéndose de manera tan sutil, que termina por parecer herencia propia; en algunos de los aparentes sincretismos aceptados por la cultura nativa, se insertan prácticas bajo el agua que sólo favorecen a los recién llegados de distintas partes, también confrontados entre sí, perjudicando a esos otros con los que se construyen acuerdos que acaban dinamitando las relaciones entre todos los involucrados, propios y extraños.

En el contexto de la polinesia francesa, específicamente en la isla de Tahití, De Roller (Benoît Magimel, racional) es el astuto comisario del estado galo que gobierna a partir de la negociación y de la consideración de la política como un arte de alcance diplomático, más que una fuerza que se impone sin considerar otras demandas: enfundado en impecable traje blanco de lino, sus formas son elocuentes y amables, sabe escuchar y responder en función de lo que esperan sus interlocutores. Usa el poder con elegancia e identifica rápido en quiénes se puede confiar, sabe cómo ocultar sus motivaciones y convencer a los demás de su sinceridad, ganando en credibilidad. 

Después de explorar usos, costumbres y el poder monárquico y los excesos aristocráticos en la Francia de los siglos XVI y XVII vía Liberté (2019), Roi solei (2018) y La muerte de Luis XIV (2016), el director catalán Albert Serra (Historia de mi muerte, 2013; Honor de cavalleria, 2006), presenta Pacifiction (Francia-España-Alemania-Portugal, 2023), que desde su título mismo que integra los términos pacífico y ficción (¿pacificación?), establece un juego abierto a la interpretación entre el océano de pronto alebrestado y la paz forzada, la realidad y el simulacro, la imaginación y la realidad y el tono que va de la turbiedad a los paisajes oníricos, de pronto respondiendo con una furia al fin contenida. 

Como parte del elenco, aparecen los habituales cómplices Marc Susini, como el sinuoso almirante que lidera un grupo de marinos que van y vienen de la embarcación a la isla para sumergirse en los placeres azulosos, y Montse Triola como una mujer que parece atestiguar la cotidianidad, entre presencias ambiguas de visitantes y los ensayos del baile que escenifica una simbólica pareja de aves, representada por lugareños que se suman a ciertos momentos en la agenda del protagonista, entre quienes destaca la ambigua intervención de un hombre educado como mujer (Pahoa Mahagafanau, inquietante), según una tradición local, que cohabita con algunos visitantes y sirve de informante. 

Una sensualidad siempre al filo de la sospecha, que se expande en los espacios abiertos y se envuelve de una inexorable decadencia en los escenarios cerrados, en particular el bar donde se encuentran los distintos personajes y el espacio regentado por un silencioso colaborador (Sergi López): el deseo se expresa tras bambalinas, se asfixia o se observa desde la distancia, dejando que se quede atrapado en la imaginación, mientras el tono lisérgico se entromete en las secuencias que podrían apuntar hacia diversas resoluciones.

La abundancia de planos generales reconstruyen de manera permanente el contexto, con esas olas majestuosas que intentan ser dominadas por surfistas; los atardeceres que dibujan horizontes imposibles y las casas insertadas en los ambientes selváticos; de las tomas más alejadas nos acercamos a las que se entrometen en las conversaciones, con una puesta en escena que se desprende de una foto saturada, aprovechando las bondades de la digitalización, cuyos desplazamientos o paciente quietud fortalece el enfoque atmosférico de la cinta: un ritmo pausado, dialogante y contemplativo de los 165 minutos que resulta inesperadamente envolvente, como si se produjera una belleza natural que contrasta con el contenido y potencialmente tórrido entramado social.

El enfoque decolonial se puntualiza frente a la amenaza de un submarino que se supone anuncia el regreso de las pruebas nucleares: un deprimente imperialismo francés que se mueve en los bajos fondos sin perder el estilo, pero acaso sí el poder total, mientras intenta lidiar con conflictos internos y presencias de otras latitudes que rondan discretamente para sacar alguna ventaja. Los juegos de poder se despliegan frente a esos escenarios de visualización imposible, vueltos testigos de los ires y venires que por momentos sólo parecen avanzar en círculos, al tiempo que el oleaje marca el ritmo de los acontecimientos y la forzada convivencia de los extraños en el paraíso.

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