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Tachas 582 • Los retos de la soberanía alimentaria • Tania Murray Li

Tania Murray Li

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Tachas 582 • Los retos de la soberanía alimentaria • Tania Murray Li

Las relaciones capitalistas y el deterioro de la elección 

En la definición que proporcionaron los organizadores de uno de los coloquios ICAS sobre soberanía alimentaria en Yale en 2013, la soberanía alimentaria es «el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles y producidos de forma sostenible y ecológica, y el derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo»[1]. Otras definiciones destacan otros aspectos, pero siempre mencionan la perspectiva de la soberanía como el derecho de «los pueblos» a decidir y controlar su sistema alimentario. Ciertamente, este es un derecho por el que merece la pena luchar aun cuando los desafíos son enormes. 

Uno de los desafíos de la noción de soberanía alimentaria que destaca Bina Agarwal (2014) es que los elementos que se unen bajo esta definición y que se mencionan en el párrafo anterior no coinciden necesariamente: la sostenibilidad, la proximidad, la suficiencia y la democracia pueden tirar en diferentes direcciones. Esta situación es, en parte, un problema de escala. Gran parte de la movilización en torno a la soberanía alimentaria está dirigida contra el régimen alimentario corporativo, y presenta una imagen muy exhaustiva, casi genérica del tipo de régimen alimentario no-global y no corporativo (por ejemplo, basado en agricultura local, nacional a pequeña escala) que es necesario defender. También se basa en ejemplos de sistemas agrícolas sostenibles de base local para inspirar a activistas y confirmar que son alternativas viables. Ambas formas de argumentación (la genérica y la que se basa en ejemplos) pueden abrir una brecha entre la plataforma del movimiento y sus grupos potenciales. 

En la medida en que la soberanía alimentaria aspira a ser un movimiento masivo de base popular y que se ocupa de los problemas de los campesinos y campesinas, tiene que articular una perspectiva, una visión con la que los campesinos y campesinas se puedan identificar. También ofrece una vía para avanzar desde los conflictos de base de algunos grupos de campesinas y campesinos hacia un futuro más brillante que se recoge en la promesa del movimiento. Mi contribución a este diálogo crítico sobre la soberanía alimentaria explora los desafíos desde la perspectiva de un lugar concreto, donde el objetivo principal del movimiento, el control democrático sobre el sistema alimentario, no resuena. 

El lugar que voy a describir es las tierras altas de Lauje en la isla indonesia de Sulawesi, un lugar en el que durante siglos los indígenas han producido la mayor parte de sus alimentos y han gestionado sus tierras con un sistema de tenencia colectiva con prácticas de trabajo recíproco e intercambio de alimentos (para más información ver Li 2014). A comienzos de 1990, los habitantes de las tierras altas abandonaron la producción de alimentos y cambiaron al cultivo exclusivo de cacao; realizaron esta transición por iniciativa propia, sin presión por el acaparamiento de tierra por parte del estado o de empresas, y sin presión por los planes estatales de desarrollo o agroindustrias. La experiencia de estos campesinos y campesinas nos desafía a pensar en profundidad sobre el significado de la soberanía alimentaria en esas condiciones y qué ofrece como forma de avanzar. 

Los retos de la soberanía alimentaria antes del cambio

Antes de realizar la transición al cacao, los habitantes de Lauje cultivaban maíz, arroz y tubérculos con un sistema de barbecho forestal (también conocido como cultivo migratorio). Ellos producían para consumo propio y vendían e intercambiaban alimentos con vecinos, con gente del valle vecino y con gente que subía de la costa. Aún así, su producción de alimentos les mantenía en una situación crónica de inseguridad. Sus cosechas sufrieron pestes (monos, pájaros y cerdos silvestres) y el exceso de viento o lluvia podía acabar con el maíz. Gestionaron estos riesgos lo mejor que pudieron plantando diferentes variedades en diferentes terrenos, en diferentes laderas, en suelos con diferentes condiciones y exposición a sol y viento; pero cada 4-7 años sufrían las catastróficas sequías relacionadas con el fenómeno meteorológico El Niño, un fenómeno especialmente severo en esta zona. 

Durante las sequías, con temperaturas muy altas o muy prolongadas, todas las cosechas se marchitaban y morían y no podían vender ni cambiar alimentos con otras personas porque todo el mundo estaba en la misma situación. Eran tiempos terribles para ellos; no era posible acceder a alimentos y no era algo ocasional, la gente compartía recuerdos de diferentes sequías y de cómo se las arreglaban para superar esas situaciones. Aprovechaban alimentos tradicionales de las épocas de hambre, raíces silvestres y sagú, pero estas fuentes de alimentos podían terminarse. Las epidemias surgieron a raíz del agua contaminada y de la debilidad; decenas de personas podían morir en una aldea en tan solo una semana. Los registros muestran ciclos relacionados de sequía, hambruna, epidemias y conflictos dos siglos atrás, por lo tanto este no era un problema nuevo. 

La experiencia con la escasez de alimentos y las hambrunas periódicas de los habitantes de las tierras altas, les sirvió de acicate para buscar la forma de conseguir dinero para comprar alimentos y cubrir otras necesidades. Cultivaron tabaco para exportar en la década de 1820, después añadieron chalotas a su repertorio, recogieron productos forestales para vender y, ocasionalmente, realizaban trabajo remunerado entre ellos o para gente de la costa. Apenas querían el dinero para ropa (una camiseta y un par de pantalones cortos, una blusa y una falda o un sarong decentes para los días de mercado), cuchillas, cazuelas y queroseno para las lámparas que fabricaban con latas viejas. Lo que deseaban cada vez con más intensidad era enviar a sus hijos a la escuela para que aprendieran a hablar indonesio; se veían a sí mismos como parte de una sociedad grande más que una parte aislada, una parte empobrecida. Se les recordaba su pobreza cada vez que bajaban a la costa a comerciar, se les ridiculizaba por su ropa raída y sus formas anticuadas. Su deseo de acceder a productos surgió de ese contexto social culturalmente significativo y ordenado de forma jerárquica. 

La implicación de la gente de las tierras altas en las relaciones de mercado no les permitió escapar de su pobreza, algo lamentable pero nada excepcional, ya que los comerciantes de Lauje y otros lugares de la costa les engañaban repetidamente. Los comerciantes de tabaco se llevaron la mayor parte del excedente de los habitantes de los habitantes de las tierras altas, con lo que se vieron atrapados en deudas que pasaron de una generación a otra. Un buen comerciante les «ayudaba» en los tiempos difíciles cuando necesitaban dinero para bodas o para reponer una producción de alimentos fallida; pero los comerciantes de tabaco no les proporcionaron una «garantía para la supervivencia» (ver Scott 1976). Los comerciantes no ayudaron a los campesinos y campesinas que no podían pagar y no les protegieron de los terribles efectos de la sequía. 

La situación de los habitantes de las tierras altas de Lauje está muy lejos de ser única; también en otras partes del mundo los pueblos indígenas están sujetos a este tipo de relaciones extractivas. No viven aislados de los flujos económicos y culturales y se juzgan a sí mismos y son juzgados por los demás en términos relacionales. Para esta gente de las tierras altas el deseo de ser menos pobres, de vivir decentemente y de enviar a sus hijos a la escuela fue un poderoso motivo para el cambio. Les llevó a tomar la decisión de comenzar a plantar cacao siguiendo el ejemplo de decenas de miles de pequeños campesinos y campesinas, emigrantes e indígenas cuya iniciativa convirtió Sulawesi en uno de los primeros productores de cacao de la década 1990. 

Después del cambio ¿por qué no surgió un campesinado «medio» estable?

Mucha de la ideología de la soberanía alimentaria y la «vía campesina» se centra en el «campesino medio», una figura prudente que bien podría desear riqueza pero que se guía por una fuerte aversión al riesgo ecológico y de mercado (Netting 1993). Esta figura nunca hubiera actuado como actuaron las gentes de las tierras altas, cosechar en la mayor parte de su tierra y de forma permanente un cultivo comercial. Ya he explicado sus motivos iniciales. El cacao prometía proporcionarles una fuente segura de ingresos, reducir su vulnerabilidad a la sequía y ofrecer una modesta perspectiva de avance (un techo de latón, una casa más resistente, mejor ropa, educación); en un principio también intentaron mantener la producción de alimentos pero pronto se quedaron sin tierra. No solo el cacao ocupaba espacio sino que alteró el sistema que mantenían de compartir la tierra ya que algunos campesinos y campesinas reclamaron como propiedad individual la tierra en la que habían plantado cacao de modo que ni los vecinos ni allegados la pudieron seguir utilizando. La calidad del suelo de la tierra que quedaba por cultivar de las tierras altas era muy poca para la producción intensiva de alimentos, y ellos sabían muy bien que si no dejaban los campos de barbecho y los quemaban periódicamente, acabarían con la tierra llena de maleza. 

La escasez de tierra hacía difícil que los habitantes de las tierras altas siguieran los patrones establecidos por los campesinos y campesinas de otras partes de Indonesia, que podían añadir cultivos permanentes a su sistema de cultivo sin exprimir los de alimentos (cf. Dove 1993). Los habitantes de Lauje no podían hacer ambas cosas. A medida que la tierra escaseaba tenían que hacerla tan productiva como fuera posible lo que significó plantar más del cultivo con mayor valor. Eran perfectamente conscientes de que se habían vuelto vulnerables a las fluctuaciones de los precios del mercado, más concretamente a la relación entre el precio del cacao y el precio del arroz, producto que ahora tenían que comprar, pero su antiguo sistema también tenía fallos: les había conducido a una pobreza e inseguridad crónicas. 

La experiencia de estos pueblos de las tierras altas sugiere que no podemos contar con que la condición de «campesino medio» surja de forma natural (o la condición de campesinos y campesinas indígenas ecológicamente equilibrados) (Roseberry 1989), sino que tenemos que preguntar bajo qué condiciones se puede poner en marcha un régimen estable de cultivo comercial y de alimentos. Por supuesto, las condiciones son variadas y ya hemos mencionado dos: la disponibilidad de la tierra y la proporción entre el precio de lo que se puede vender y de lo que se debe comprar. Otras condiciones que destacar son: 

  1. El carácter del cultivo. El cacao es un cultivo fácil en principio ya que, de entrada, tiene un coste bajo, tan solo es necesario disponer de un poco de tierra y unas plantas. Pero es proclive a enfermedades y la producción se reduce a nada al séptimo año si no se utilizan productos químicos caros. Los campesinos y campesinas poco eficaces que no hicieron suficiente dinero para invertir acabaron con deudas muy fuertes y con el tiempo perdieron su tierra.
  2. El acceso a los mercados. Los campesinos y campesinas periurbanos y los que disponen de buenas carreteras con acceso a un amplio mercado local pueden sostener más fácilmente sistemas mixtos de cultivo que aquellos que viven en zonas remotas. Los mercados locales donde los habitantes de las tierras altas de Lauje podían vender sus frutas y verduras se saturaban muy pronto y el excedente se estropeaba antes de que llegaran a la ciudad más cercana. Para ganar el dinero que tanto necesitaban la mejor posibilidad que tenían era cultivar productos que se pudieran almacenar y transportar, preferiblemente cultivos destinados a los mercados nacionales o globales lo suficientemente grandes como para absorber su producción sin reducir el precio.
  3. Disponibilidad de subvenciones. A pesar de su imagen de campesinos y campesinas a pequeña escala y autosuficientes, en muchas partes del mundo desempeñan un papel clave las subvenciones significativas que reciben en forma de remesas estatales e ingresos por actividades distintas a la agricultura. Se amparan en estas fuentes externas como base de protección frente a las adversidades para generar fondos que puedan invertir en sus explotaciones y mantener en marcha las explotaciones marginalmente productivas de forma que pueden seguir vinculados con la tierra (Bernstein 2010, 104–8). Los habitantes de las tierras altas de Lauje no disponían de esas remesas, dependían de ellos mismos, dependían directamente de sus cultivos para sobrevivir y estaban obligados a hacer lo mejor posible con sus escasos recursos. En vez de mejorar el control sobre su vida y sus cultivos, la dependencia de sus explotaciones les hacía más vulnerables.
  4. Instituciones sociales. Muchos estudios de «campesinos y campesinas medios» e indígenas destacan el papel de la solidaridad de la comunidad, y una «economía moral» de cuidado mutuo a la hora de proteger los hogares más vulnerables frente a adversidades como enfermedades o quedarse sin cosecha. Los habitantes de las tierras altas de Lauje disponían de instituciones para cuidar y compartir pero no eran suficientes para protegerles de las hambrunas del pasado ni para evitar que privatizaran la tierra común. Cada uno reclamó la tierra en la que plantaba cacao como propiedad individual. Sus instituciones «tradicionales» no tenían normas contra el cerramiento individual o la concentración de la tierra, porque hasta ese momento la tierra había sido suficiente. Aún pueden crear instituciones sociales protectoras y una «ética de acceso» explícita (Peluso 1996) adecuada a sus nuevas condiciones, pero no se puede asumir que esas instituciones existan con antelación de forma natural (Li 2010). 

 

Las relaciones capitalistas y el deterioro de la elección 

Una característica destacable de la transformación ocurrida en las tierras altas de Lauje fue la velocidad a la que se deterioró su elección a medida que los campesinos y campesinas se vieron sujetos a nuevas relaciones de producción de las que no podían salir. Estas relaciones eran capitalistas en forma, ya que se integraron en la propiedad individual de la tierra y el capital, que comenzaron a acumularse en manos de los campesinos y campesinas que los utilizaron de forma eficiente para obtener beneficios y crecer. Aquellos campesinos y campesinas que no pudieron mantener familia y explotación se endeudaron y entraron en una espiral negativa que dio como resultado la venta de su tierra a vecinos y allegados con más éxito. Fue una polarización de clase en una escala pequeña e íntima, un proceso difícil y doloroso para la gente implicada. No obstante, se dio de manera rápida e implacable. ¿Por qué fue así? 

El nacimiento de las relaciones capitalistas plantea el reto más significativo para los conceptos de la soberanía alimentaria que destacan el control del campesino y campesina, de modo que es importante desentrañar qué es lo que hace a las relaciones capitalistas tan distintas y persistentes. Como he mencionado antes, la gente de las tierras altas de Lauje tenían más de un siglo de experiencia en producir para los mercados, el nuevo elemento era la estructura de su compromiso de mercado que cambió de ser una cuestión de elección a una cuestión de obligación. (Brenner 1985; Wood 2002). Los habitantes de las tierras altas de Lauje que cultivaban la tierra en común en las décadas pasadas podían aprovechar las oportunidades de mercado cuando parecían atractivas, pero no estaban obligados a vender sus cosechas o su trabajo si las condiciones no eran las adecuadas. Por ejemplo, podían dejar de producir tabaco si consideraban que la extracción de los comerciantes les procuraba pocos ingresos y volver a la producción de alimentos. 

Una vez que la tierra se convirtió en propiedad privada aquellas personas que no poseían tierra no tenían elección: se vieron obligadas a trabajar asalariadas o a morir de hambre. Aquellos campesinos y campesinas que tenían poca tierra y no podían cultivar suficiente alimento para abastecerse ellos mismos se encontraban casi en la misma posición. Irónicamente, la mejor «elección», una muy forzosa, fue plantar más cacao y esperar a que los ingresos fueran suficientes para comprar alimentos. El intento de sobrevivir de los alimentos en una tierra deficiente garantizaba el camino directo a las deudas y a la pérdida de la tierra; tan solo los campesinos con mucha tierra podían mantener una parte para la producción de alimentos, lo que les permitía mantener un equilibrio que les daba el control directo sobre su suministro de alimentos. 

La polarización no es inevitable, muchos campesinos y campesinas en muchas partes del mundo poseen la tierra como una propiedad individual, pero la sostienen con fuerza al estilo del cauto «campesino medio». La rápida polarización que se dio en las tierras altas de Lauje fue el resultado de las dificultades que vivieron los habitantes de allí al establecer y defender una posición estable de «campesino medio». Una vez que las relaciones capitalistas arraigaron se volvieron obligatorias y aquellos que eligieron de forma «equivocada» (siendo muy generosos al ayudar a sus allegados con problemas o utilizando tierra y capital escasos o degradados de forma «poco eficaz») acabaron en la miseria. Un atento estudio de las coyuntura cuando se da esa polarización, así como la coyuntura cuando no se da, lanza el reto de conseguir poner de relieve un medio de vida estable y próspero para el «campesino medio» con base en su explotación agrícola. También destaca los límites de un concepto de soberanía entendido en términos de ideas liberales de elección. Las elecciones siempre son limitadas y son especialmente limitadas para los más pobres, que tienen menor capacidad de elegir el régimen alimentario y de cultivo que desean. 

Conclusión

La coyuntura que he descrito aquí es muy concreta, estaba formada por relaciones ecológicas, culturales, sociales, económicas y políticas que fueron determinadas históricamente y formaron el carácter de la gente y el lugar. No es mi intención generalizar a partir de ahí pero sí utilizar esta especificidad como herramienta para destacar los retos de lograr la soberanía alimentaria. Si volvemos a la definición mencionada más arriba, la soberanía alimentaria es «el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles y producidos de forma sostenible y ecológica, y el derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo». 

Antes de 1990 los habitantes de las tierras altas de Lauje producían sus propios alimentos, pero vieron que esta situación estaba lejos de ser la ideal; sus cosechas de alimentos se perdían con mucha frecuencia y en las épocas de sequía se instauraba la hambruna. La explotación por parte de los comerciantes locales hacia que fuera imposible para ellos protegerse a través de ahorros o mejorar su situación. Así que ejercieron su soberanía para hacer una elección: cambiaron al cacao, un cultivo que estaba extendiéndose rápidamente por Sulawesi en aquel momento. Como resultado del cambio algunos de ellos lograron sus objetivos de viviendas mejores, ropa y educación para sus hijos; otros se empobrecieron aún más y perdieron sus tierras. Increíblemente, incluso aquellos campesinos y campesinas que no tenían casi tierra, expresaron muy poca nostalgia por los viejos tiempos en los que producían sus propios alimentos, y aún describían la producción migratoria como un trabajo agotador con unos resultados inciertos. A sus ojos la elección cultural apropiada para los ricos y para los pobres no era quedarse como estaban sino luchar para lograr una mayor seguridad y, si fuera posible, algún grado de avance social y material. 

El cultivo de cacao comenzó como una elección pero pronto se convirtió en algo obligatorio ya que los habitantes de las tierras altas transformaron su tierra en propiedad privada y se vieron obligados a producir de forma efectiva tan solo para mantener su tierra. En las condiciones imperantes (escasez de tierra, su escasa calidad, la distancia a los mercados y el carácter del cacao) era muy difícil para ellos establecer explotaciones de «campesino medio» estables. Una rápida y dura polarización dividió a esta gente entre los que tienen y los que no tienen, dos clases distintas establecidas en diferentes trayectorias aun cuando estaban muy conectados y relacionados y los más ricos ayudaban a los que tenían problemas en determinadas ocasiones. 

Para que el movimiento de la soberanía alimentaria resonase en las tierras altas sería necesario abordar las restricciones que he identificado y ayudar a cambiarlas. Los habitantes de las tierras altas con poca tierra que intentaban desesperadamente mantener su tierra y su autonomía residual hubieran estado encantados si se les hubiera ofrecido una cosecha de alimentos suficientemente productiva como para alimentar a sus familias a partir de esas parcelas pequeñas, empinadas, infértiles y explotadas. También podrían utilizar cultivos comerciales de alto valor, resistentes, con un rendimiento rápido y suficientemente compacto como para transportarlos a hombros o en moto. Hasta ese momento el mejor candidato que encontraron fue el cacao, pero tenía sus inconvenientes: es proclive a las enfermedades y muy dependiente de los insumos químicos. Para aquellas personas que habían perdido sus tierras los nuevos cultivos no ayudarían ya que no tenían donde plantar, aunque los cultivos que requieren mucho trabajo y que les ofrecen la oportunidad de trabajar asalariados suponen una ayuda. Incluso cuando los campesinos y campesinas a pequeña escala no se ven afectados por el acaparamiento de tierra o los planes de las empresas, como es este caso, ampliar su capacidad para ejercer el control sobre sus alimentos, sus explotaciones y su futuro es aún un gran reto.

Referencias

Agarwal, B. 2014. Food security, food sovereignty and democratic choice: Critical contradictions, difficult conciliations. Journal of Peasant Studies. DOI:10.1080/03066150.2013.876996

Bernstein, H. 2010. Class dynamics of agrarian change. Halifax: Fernwood Publishing.

Brenner, R. 1985. Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Europa pre-industrial. En el debate Brenner: Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial, eds. T. H. Alston y C. H. E. Philpin, 10–63. Cambridge: Cambridge University Press.

Dove, Michael R. 1993. Smallholder rubber and swidden agriculture in Borneo: A sustainable adaptation to the ecology and economy of the tropical rainforest. Economic Botany 47, nº. 2:136–147.

Li, T.M. 2010. Indigeneity, capitalism, and the management of dispossession. Current Anthropology 51, nº. 3: 385–414.

Li, T.M. 2014. Land’s end: Capitalist relations on an indigenous frontier. Durham, N.C.: Duke University Press.

Netting, R.McC. 1993. Smallholders, householders: Farm families and the ecology of intensive, sustainable agriculture. Stanford: Standford University Press.

Peluso, N.L. 1996. Fruit trees and family trees in an anthropogenic forest: Ethics of access, property zones, and environmental change in Indonesia. Comparative Studies in Society and History 38, nº. 3: 510–48.

Roseberry, W. 1989. Anthropologies and histories: Essays in culture, history, and political economy. New Brunswick and London: Rutgers University Press.

Scott, J. 1976. The moral economy of the peasant. New Haven: Yale University Press. 

Wood, E.M. 2002. The origin of capitalism: A longer view. London and New York: Verso




 

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Tania Murray Li
. Profesora de Antropología de la Universidad de Toronto, donde tiene también la posición de Jefa de Investigación sobre Economía Política y Cultura de Asia. Es autora de Land's End: Capitalist Relations on an Indigenous Frontier (2014) y The Will to Improve: Governmentality, Development, and the Practice of Politics (2007), entre muchas otras publicaciones. Li ha trabajado en los últimos 25 años en temas agrarios, de tierras, pequeños productores rurales, grandes plantaciones industriales y pueblos indígenas, principalmente en Indonesia.

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[1]    Para más detalles ver: https://www.iss.nl/research/research_programmes/political_ economy_of_resources_environment_and_population_per/networks/critical_agrarian_studies_ icas/icas_colloquium/