EXPERIMENTAL
Tachas 600 • El Ruido Que Ahuyenta El Dolor • Jeanne Karen
Jeanne Karen

Hablar sobre el fervor me mueve a revisar mi propia historia, ir atrás en el tiempo, cuando miraba las peregrinaciones al Santuario de la Virgen de Guadalupe.
El día de la Virgen es el 12 de diciembre, sin embargo en muchas ciudades, pueblos, comunidades de México, se comienzan a hacer una serie de visitas únicas, no lo digo en el sentido de que sean de una ocasión, más bien lo recalco por su originalidad, porque son una maravilla. Las peregrinaciones son para mí representaciones de lo que la gente siente, pero más, de lo que la gente pide, desea y necesita.
En algunos lugares, los creyentes que va a ver a La Virgen cargan pencas con sus respectivas espinas, como forma de penitencia, a veces para pagar una manda o favor que la Virgen les ha cumplido o para pedir que les sean perdonados los pecados cometidos durante el año, claman a través del amor de la Madre, a Dios mismo y se espera que ella interceda por el pecador y termine por fin su deuda.
Las creencias son fascinantes, la peregrinación en sí misma también lo es, por eso he querido contarles sobre ella y escribir también sobre el tema del fervor, que para mí resulta una oportunidad increíble, y trato de hacer una serie de observaciones que voy anotando a lo largo de los primeros días del mes de diciembre.
Anoche ante mis ojos se presentó una línea interminable de camiones de una ruta urbana, que parecían rugir, juntos formaban una especie de serpiente o dragón, un hilera llena de luces, de ruido, de bocinas, de música, de gritos; todo en un ritmo que para cualquier persona ajena a lo que sucedía, sin duda era una extravagancia, un acto de surrealismo realizado a las puertas de la noche, cuando recién aparece ese manto oscuro que todo lo cubre, y que solamente deja refulgir las lámparas de intermitencia, los adornos, las flores, los cirios.
Si alguien que nunca ha visto la peregrinación de pronto se topa con ella, creo que sería un choque muy fuerte, por tanto escándalo. Salí de mi casa y caminé sobre la estrecha calle que separa mi colonia de la avenida principal y en cuanto pude ver de dónde surgía el estruendo que llegaba hasta mi habitación, me percaté de que era día de peregrinaje.
Hay personas que tienen su cuerpo, su mente, sus vidas, llenas de esa algarabía, de esa emoción, de ese fervor, sobre el que pretendo indagar. Quiero decir que no he llegado a sentirlo, por eso trato de entender, de hacerlo pasar de alguna manera por mis reflexiones. Puedo por ejemplo sentir pasión por escribir, por leer y compartir poesía, pero creo que el fervor es algo distinto, es una mezcla de pasión, con fe absoluta y con impulso. Hay algo que los lleva, algo que los hace ir más allá y que siempre los sostiene, cada año arreglan esas bestias urbanas para estremecer las calles y el pavimento, cada año la Virgen (en sus distintas imágenes), viaja en los cofres, los techos, los asientos de los camiones; pero no solamente son los choferes quienes van, también andan en la peregrinación las familias, los jefes, los dueños de las unidades.
Todo depende del día, a veces desfilan los taxistas, los que conducen las pipas de agua, los señores que transportan personal, hasta los autobuses foráneos. La peregrinación que sea, pareciera aparecer de la nada, como si de pronto una bruma se alejara y diera paso al desfile de sonidos y almas. Quiero pensar que todos creen, que todos en su interior albergan su esperanza tan grande como un tanque, una pipa o un camión de volteo, tan visible como una serie de foquitos de mil colores colocada por encima de esas máquinas, tan viva como todos los ramos de flores que van esparciendo pétalos y aromas por la avenida.
Cuando encuentro a los peregrinos mi idea es tomarles foto, pero no pasan ni cinco minutos cuando estoy embelesada, cuando una fuente surge de mi interior: cientos de palabras, de pensamientos, un esfuerzo por tratar de conocer ese fervor, esa emoción, ese sentimiento que los lleva a realizar la proeza: camiones vestidos desde las llantas hasta el último asiento, por fuera, por dentro, por debajo (puedo ver luces azules que sobresalen en la parte inferior).
Fervor como combustible, como alimento, como aliento, fervor como hacer parecer todo más fácil, más pequeño. Fervor para la gente que como yo a veces lo ha perdido todo, sus ganas de seguir, de soñar, de realizar algo único. Fervor como un árbol de mil frutos, como un castillo materializado en el aire en plena noche de diciembre, para que los que tienen ojos poco creyentes como los míos, puedan realmente ver cómo es que la vida sigue, cómo se mueve, cómo se ahuyenta al mal, el vacío, el sinsentido. Gracias por creer, gracias por mover un poco mi corazón, gracias por el ruido que aleja el dolor, la incertidumbre, que aleja el desánimo a toda velocidad en la pesada noche.
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Jeanne Karen (San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).
Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).