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ENSAYO

Tachas 613 • Discurso • Andrea Dworkin [Laura Lecuona]

Andrea Dworkin

Andrea Dworkin
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Tachas 613 • Discurso • Andrea Dworkin [Laura Lecuona]

Discurso de Andrea Dworkin pronunciado el 7 de diciembre de 1990 en la École Polytechnique en Montreal, Canadá

Antecedentes

Julie Bindel, el 3 de diciembre de 2012 en The Guardian (fragmento)

El 6 de diciembre de 1989 un hombre con un arma de fuego irrumpió en un salón de la École Polytechnique en Montreal, Canadá. Había 60 y tantos estudiantes. Este joven, antes de que pudieran reaccionar, ordenó a los hombres que salieran del salón y empezó a disparar a las mujeres. Seis murieron al instante y otras tres quedaron heridas.

Luego se supo que este Lépine había querido entrar a esa universidad y no pudo. Le molestaba que las mujeres ocuparan puestos tradicionalmente ocupados por hombres. Antes de abrir fuego, él gritó: “Son una bola de feministas y yo odio a las feministas”. Una estudiante alegó “Yo no soy feminista, nunca he luchado contra los hombres”, y Lépine de todas formas le disparó.

Luego recorrió los pasillos de la universidad, la cafetería, otro salón, buscando mujeres a las cuales disparar. Al final se suicidó. Para entonces había matado a catorce mujeres y había dejado heridas a otras 10. Hubo 4 hombres heridos en el fuego cruzado.

Resultó que este asesino llevaba una lista de feministas que había anotado como su objetivo. Inmediatamente después de esta matanza, comentaristas en los medios y seudopsicólogos dijeron que Lépine estaba loco y que las mujeres simplemente se habían atravesado en su camino, que no habían sido su blanco específico. Un psiquiatra de Quebec citado por la prensa dijo que Lépine era “tan inocente como sus víctimas y él mismo una víctima de una sociedad cada vez más despiadada”.

Martin Dufresne, fundador del grupo Hombres contra el Sexismo, que en la época de la masacre era muy activo, dijo: “Era un periodo de crecimiento singificativo de los grupos de derechos de los hombres, pero el público se sentía demasiado incómodo con la explicación política”. 

En la carta que el asesino dejó, y que la policía no dio a conocer en su momento, él mismo reconoce que se suicidaba no por razones económicas sino políticas: “porque he decidido mandar a las feministas, que siempre me han arruinado la vida, con su creador. He decidido ponerles fin a esas viragos.

En Canadá, el 6 de diciembre es el Día de Remembranza y Acción sobre la Violencia contra las Mujeres.

Ahora sí, las palabras de Andrea Dworkin

Gracias, gracias por esa presentación extraordinaria y sobrecogedora. 

Quiero decirles que no me atrevo a poner a prueba mi pésimo francés frente a ustedes. Me avergonzaría mucho. Les agradezco que me hayan invitado a venir. Quiero agradecer a las traductoras y a las organizadoras por tener interpretación simultánea.

Mientras pensaba en este problema me daba cuenta de que las mujeres apenas si tenemos discurso, expresión, así que estar separadas por el lenguaje es para nosotras algo terrible.

Estuve aquí anoche en la reunión ciudadana con los políticos y hoy estaba leyendo los periódicos y lo que escuché y lo que vi fue que el establishment decía: “Sí, estamos dispuestos a estar tristes; sí, es apropiado que ustedes lloren. A fin de cuentas, las niñas, las jóvenes, sí lloran.

Pero cuando hubo una expresión de enojo, el establishment dijo: “Siéntate, puta”.

Es muy difícil pensar en cuál sería una manera adecuada de guardar luto, pero sabemos que las lágrimas no son adecuadas.

Sí, sabemos cómo se llora. La pregunta es cómo nos defendemos.

Podríamos haber querido reclamar los beneficios del feminismo liberal. Puede ser que hayamos querido decir: “¡Mírennos! Ahora hay mujeres que van a la facultad de ingeniería. ¡Mírennos! ¿No somos maravillosas? ¿Saben cuántas mujeres hay ahora en la facultad de derecho? ¿Saben cuántas mujeres hay ahora en las obras de construcción?”

Bueno, la respuesta es “¡No tantas!”, pero en el último año, desde que estas catorce mujeres fueron asesinadas, las feministas liberales no pueden pararse con ningún orgullo a decir “Oh, miren lo que hemos hecho por ustedes”. Damos la cara con dolor y terror y rabia. Aquí no hay ningún crédito que llevarse. Queremos decir “Oh, estaban en esa escuela gracias a nosotras, ¿ven?, porque derribamos las barreras”. Sí, estaban en la escuela gracias a nosotras, derribamos las barreras. Y este hombre, que no estaba loco, sino que su pensamiento y sus acciones eran políticas y entendía lo que significaba el hecho de que esas barreras se hubieran derribado y cometió un acto político para que nosotras nos replegáramos, para que pudieran erigirse más barreras y para que las mujeres no tuvieran las agallas o la valentía o la paciencia o el aguante para derribar esas barreras. 

Nos han pedido, mucha gente en las sociedades en que vivimos nos ha pedido que aceptemos que las mujeres estamos progresando, ¿ven?, porque las mujeres estamos presentes en estos sitios donde no estábamos antes. Y las que recibimos reproches por ser radicales hemos dicho “Así no es como medimos el progreso. Nosotras contamos los cadáveres, nosotras contamos la cantidad de violaciones, nosotras contamos a las mujeres a las que están golpeando, maltratando, llevamos la cuenta de las niñas y niños a las que violan sus padres, y cuando esos números empiecen a cambiar de un modo importante, entonces hablaremos con ustedes de si podemos o no medir el progreso. 

Todos los logros del feminismo, por los que por cierto no nos agradecen muy seguido, y por eso nos precipitamos a reivindicar cualquier cosa que podamos reivindicar, no siempre se han alcanzado con mucha amabilidad, sino con una paciencia y un autocontrol absolutamente extraordinarios, y con eso me refiero a que no hemos usado pistolas. Ellos las han usado contra nosotras y nosotras no hemos usado pistolas: nosotras hemos usado palabras, hemos marchado diciendo palabras. 

Y en mi experiencia, y creo que en la de la mayoría de las mujeres a las que conozco y a las que me considero unida, todo lo que hemos logrado nos castigan por haberlo logrado, cada declaración que hacemos nos castigan por hacerla, cada acto nuestro hacia la autodeterminación, nos castigan por realizarlo, cada reafirmación de dignidad es castigada, ya sea socialmente, por los grandes medios de comunicación, que cuando deciden reconocernos es normalmente mediante el ridículo y el desdén, o por los hombres que están a nuestro alrededor, que de hecho son los soldados de a pie en esta guerra tan real en la que la violencia está casi exclusivamente de un lado, y el propósito del castigo es muy claro, ya sea un acto de sexo forzado, ya sean golpes, ya sean insultos con palabras, ya sea acoso al caminar por la calle, ya sea acoso sexual en donde trabajamos, es muy claro: métete, cállate la boca, haz lo que yo te digo, que normalmente se reduce a limpiar la casa y abrir las piernas. 

Y muchas hemos dicho NO. “No”, decimos de distintas maneras ... pero decimos no y lo hemos dicho tan fuerte y de manera tan colectiva que ha empezado a resonar en la esfera pública: NOOOO.  No, no vamos a hacerlo. NOOOOO. Y hay una respuesta a nuestro NO. Un rifle semiautomático es una respuesta. También hay cuchillos, hay bombas. No es una conversación agradable la que estamos teniendo. La prensa y el establishment político y los expertos en temas sociales están usando las diferencias entre esta matanza y los modelos habituales de violencia contra las mujeres para confundir los temas, como si las diferencias fueran lo que importa y no lo que es igual. Nosotras sabemos lo que es igual. Así que primero hablemos analíticamente sobre las diferencias en vez de dejarlos manipularlas para convertirlo en un acto que simplemente no se volverá a repetir en toda la historia del mundo. 

A las mujeres, como saben, normalmente las asesinan en sus propias casas, en lo que se llama el ámbito privado, porque un hombre y una mujer juntos no se consideran una unidad social. Es ÉL, ÉL es el ser humano, y su subordinada. Hay un proverbio ruso que dice algo así como que si ves a un hombre y una mujer acercándose sabes que una persona está caminando por la calle. 

Normalmente nos matan sin la mirada escudriñadora de cámaras y anuncios; normalmente nos hacen daño hombres a los que conocemos y especialmente hombres con los que hemos tenido intimidad, con lo que me refiero a que hemos tenido relaciones sexuales, porque en la sociedad en que vivimos el coito es un fenómeno de propiedad de las mujeres y los hombres que tienen relaciones sexuales con mujeres creen o sienten o piensan, sea cual sea la palabra correcta, que entonces esa mujer en algunos sentidos les pertenece, y de hecho todos los eufemismos en inglés… posesión, la poseí; el verbo tener, yo la tuve; tomar, la tomé; la sexualidad como conquista, la conquisté a ella; violación, la violé a ella, todas esas palabras se usan como eufemismos para referirse a la cópula sexual. 

A las mujeres normalmente las matan en soledad, no en los sitios públicos; a las mujeres normalmente las matan sencillamente por ser mujeres, no por ser feministas. Las mujeres a las que con mayor frecuencia matan extraños son mujeres que viven en la calle, mujeres prostituidas y sin hogar, esta población de mujeres se caracteriza abrumadoramente por ser grandes porcentajes de mujeres que son doblemente desposeídas, o sea que vienen de grupos racialmente estigmatizados. Están empobrecidas incluso para los estándares de las mujeres y creo que es un error decir que les hacen daño extraños porque de hecho, si se fijan en las transacciones, lo que les pasa a las prostitutas en las calles es una forma de violación en una cita, en realidad, o una muerte en una cita, en realidad: un hombre compra una cita y le hace daño o mata a la mujer, y por lo menos en los Estados Unidos a una cantidad singificativa de las mujeres que sufren esos daños les dicen Jane Doe (Fulana de Tal), nadie sabe de dónde vino, nadie sabe quién es su gente, nadie sabe, no, no hay lugar para ella, ella no tiene una casa donde la puedan matar. 

Antes las mujeres eran bienes sexuales bajo la ley, para que el hombre tuviera el respaldo del Estado. Ahora los hombres ejercen su sentido de posesión y propiedad de una manera más liberal. Tienen más responsabilidad personal de asegurarse de que te mantengas en subordinación. Depende de ellos lo rebelde que seas. Tienen que trabajar 24 horas al día, eso no es fácil. Eso es lo que lees en los periódicos, están sufriendo. Pero no suficiente, todavía no.

Una de las diferencias en la manera como Marc Lépine mató a estas mujeres es que cuando se mata a las mujeres casi nunca se le dice asesinato; hay muchos eufemismos: fue un pleito familiar; padre mató a esposa e hijos, no autor de una matanza. Es el autor de una matanza, no es una telenovelita familiar, un hombre ha matado a varias personas y lo que esa gente tenía en común era una impotencia común en relación con él y el hecho de que en lo que a la sociedad respecta él era su propietario, así que lo que vemos es que en vez de describirlo como autor de una matanza nos dicen que es una tragedia doméstica, nos dicen frecuentemente que el hombre estaba padeciendo un estrés tremendo, la estaba pasando terriblemente mal; se conmueven mucho y le tienen mucha lástima A ÉL. También nos dicen que su esposa lo provocó… hoy oyeron aquí un ejemplo. Podríamos pasarnos aquí un año y medio citando todos los ejemplos que conocemos. 

Y cuando a las prostitutas las violan o asesinan, en los Estados Unidos la política de la policía es ni siquiera empezar a tomárselo en serio hasta que la cantidad de cadáveres llegue a 10. Es una política estatal oficial.

Estas mujeres fueron asesinadas … Sí, porque eran mujeres. (Ahora traten de medir el progreso). Pero no sólo porque eran mujeres sino porque eran estudiantes, porque estaban aprendiendo, porque ellas deseaban lo que ha sido un conocimiento masculino sagrado, estaban entrando sin autorización a territorios sagrados propiedad de los hombres, querían ser ingenieras y eso se consideró un acto militante de agresión de su parte, y el feminismo, en parte puede definirse adecuadamente, creo yo, como una guerra contra la masculinidad, dado el significado social de la masculinidad. 

Algo que es igual en la muerte de ellas es que Marc Lépine, junto con otros hombres que han hecho daño o asesinado a mujeres, no puede o no podía existir fuera … de un contexto en el que las mujeres fueran completamente sumisas.

No pudieron tolerarlo, y cuando los hombres no soportan algo, hacen algo al respecto. Y aquí está la mayor crítica a nosotras: cuando no soportamos algo, pocas veces hacemos algo al respecto. Él sentía que tenía derecho a hacer lo que hizo, decía: “La vida no me trae ninguna alegría”. El muchacho estaba buscando alegría, quería que su vida volviera a ser divertida. Pero hay una condición previa para la alegría en términos masculinos, y esa condición previa es que las mujeres se queden en su lugar. No puedes tener mucha diversión en el mundo como hombre … si las mujeres, de acuerdo con tu propia percepción, se están descontrolando. 

A mucha de la prensa que está aquí la he oído decir “No quiero que me asocien con Marc Lepine”. Bueno, sí, es cierto que no todos los hombres agarran un rifle semiautomático, pero muchos no tienen que hacerlo, porque tienen un pene. Muchos no tienen que agarrar un rifle porque tienen otras maneras de ejercer un poder destructivo y aniquilador sobre las mujeres. Destruyen el cuerpo y el alma de las mujeres, pero sí, los cascarones tienen permiso de seguir deambulando por ahí, son útiles, recuerden la parte de acostarse y abrir las piernas: no tienes que tener un corazón, no tienes que tener un espíritu.

Él reaccionó como la gente blanca en el sur de los Estados Unidos reaccionaba cuando el letrero de “sólo blancos” empezó a desaparecer, es decir, con violencia.

Y las feministas somos las agentes activas y somos las personas responsables de contaminar su ambiente. Hemos hecho eso al introducir a mujeres en las profesiones, en empleos de clase trabajadora de los que las mujeres estaban excluidas, al introducirlas en la historia.

Y espero que hayan leído su carta, que fue publicada. La guerra es territorio masculino; es parte del heroísmo masculino, de la identidad masculina, y tan sólo la insinuación de que las mujeres han actuado heroicamente en una situación de guerra fue un profundo insulto político para él. Esta es una masculinidad que se basa en el borrado de las mujeres, metafórica y literalmente, y lo que quiero señalar sobre esto es su extraordinaria cobardía, su increíble cobardía, y si miran con cierta lejanía, si consiguen alejarse un poco para mirar la violencia masculina contra las mujeres, lo que verán es la cobardía que hay en esa violencia.

En la masacre de catorce mujeres, la cobardía es evidente, pero la cobardía es evidente también en toda violación. No sé si sea igual aquí, pero en los Estados Unidos, de las violaciones de que tenemos noticia, las que se registran, 43 por ciento son en pares o violaciones tumultuarias: casi la mitad. Veintisiete por ciento son tres o más hombres y 16 por ciento son dos hombres. No estamos viviendo en el mundo en que vivimos porque los hombres sean físicamente más fuertes que nosotras. Porque ellos se juntan y se confabulan para atacarnos y hacernos daño … y en todo acto de brutalidad hacia nosotras, lo que vemos es a un cobarde. 

El esposo que maltrata a su esposa necesita el apoyo del Estado para seguir haciéndolo y si lo obtiene, obtiene la conformidad de la sociedad, obtiene los refuerzos de los medios de comunicación, que le dicen que aquello es una cosa muy sexi. Obtiene su industria pornográfica de 10 mil millones de dólares al año, en la que las mujeres son la materia prima que se compra y vende para él, … para que él pueda tener un poco de esa alegría de la que Marc Lépine hablaba.

Los hombres que usan a prostitutas también son grandes, malos y valientes. Toman a mujeres que de niñas sufrieron abuso sexual, que son pobres, que no tienen hogar, que no tienen ayuda de nadie en esta sociedad y ellos las usan. Si eso no es un paradigma de lo que es un cobarde, entonces no sé cómo hablar de nada de eso.

La prostitución, la manera como los hombres usan a las mujeres en la prostitución, se parece mucho a las violaciones tumulturarias en el sentido de que lo que los hombres les hacen a las mujeres lo hacen unos por los otros y por su bien. “Yo soy un hombre, estuvo aquí otro hombre antes de mí, habrá otro hombre después de mí. Lo que tenemos en común es lo que yo tengo en común con él. Y ella simplemente es el vehículo para que yo experimente nuestra superioridad colectiva frente a cualquiera que sea como ella. Soy su dueño porque la compré”. Tanto las esposas como las prostitutas. … “Soy su dueño porque la he comprado, soy moralmente superior a ella porque la he comprado, ella es de mi propiedad y su comportamiento me toca a mí controlarlo”.

Vi a un sociólogo anoche en la televisión, un sociólogo, un hombre, un buen tipo, no crean que no, está de nuestro lado, ¿ven?, y en su opinión, que era excepcionalmente docta, la masacre de aquí fue el primer…  y lo cito, lo escribí, no quisiera ni de lejos permitirme exagerar, cita, “El primer acto político contra las mujeres”, fin de la cita. En otras palabras, es la primera vez en la vida que eso pasa, en su opinión, en su erudita opinión.

Los tribunales no cometen actos políticos contra las mujeres cuando están organizados para apoyar a los violadores y golpeadores, ¡NO!, y tampoco cuando les quitan a las mujeres sus hijos e hijas y, como está pasando en los EEUU, SE LOS DAN a padres que las están violando. No, eso no es político. Nada que nos haya jamás pasado a nosotras antes es político y lo que se supone que debemos hacer es creer que tenemos nuestras vidas privadas y, santo dios, vaya que un hombre bueno es difícil de encontrar, pero ustedes no dejen de buscar, buscar y buscar, y tarde o temprano, con suerte antes de estar clínicamente muertas por las golpizas, lo encontrarán. Eso no es político, eso es personal, por eso todo mundo habla de los psicólogos. Están ahí para convencerlas a ustedes de que esto es personal, no político. Y las autoridades aquí están tratando de convencerlas de que si se organizan políticamente contra la violencia masculina tendrán la responsabilidad de haber enojado más a los hombres. En todo programa de televisión, en todo periódico, y en un foro anoche se nos dijo: “Bueno, los hombres realmente no se han acostumbrado a estos nuevos roles para las mujeres, por eso están haciéndoles daño”. Bueno, los hombres, antes tenían el derecho legal de golpear a sus esposas, y ¿por qué estaban haciéndolo en aquel entonces? Es decir, algo nuevo pasó, pero la conducta ¿sigue igual? Golpeaban a sus esposas cuando el Estado decía que podían golpear a sus esposas y ahora que la ley cambió, golpean a sus esposas. ¡Ah, nos queda muy claro!

Creo que lo que todos estos hombres, estas autoridades, intentan decir es esto: “No entendemos por qué las mató porque no se las había cogido. Si se las hubiera cogido lo entenderíamos y tendría algo que ver con nosotros, sería privado, no sería de su incumbencia, así que lo entenderíamos pero, oigan, cuando un hombre mata a una mujer con la que no tiene esa relación, está loco”. Creo que eso es lo que está pasando aquí. 

En cuanto a lo que se nos ha hecho políticamente, diré esto: creo que el control masculino de las mujeres a través de la ley y a través de la iglesia se ha venido abajo considerablemente. Ahora bien, esa es la clase de afirmación que una puede pronunciar siempre y cuando no diga “Nosotras lo hicimos”, pero nosotras lo hicimos, ¿ven?, nosotras lo hicimos. La razón por la que no somos bienes en el matrimonio es que cambiamos esas malditas leyes, en muchos lugares, y siguen cambiando, y nosotras hemos creado una rebelión de mujeres en el matrimonio a las que no les parece que el matrimonio signifique que los hombres han comprado el acceso sexual a ellas. ¿Ven? Cambiamos eso.Sí, eso hicimos.

Así, ¿qué hacen los hombres si no tienen las leyes que antes tenían, la policía que va con las leyes que antes tenían, la iglesia que antes tenían, el poder de la iglesia que antes tenían? ¿Cómo controlan a sus mujeres? Porque los sistemas de poder tienen la capacidad de reorganizarse a sí mismos y el hecho de que las cosas parezcan diferentes no significa que la jerarquía haya cambiado, y es la jerarquía lo que tenemos que mirar, no el hecho de que algunos modelos sociales de conducta sean distintos, sino quién está arriba y quién está abajo, y entonces, si tenemos las agallas, mirar qué le hace cuando está arriba y ella está abajo.

Estoy estupefacta, por supuesto, y sé que también ustedes, incluso si podemos analizarlo intelectualmente, por el hecho de que esa gente allá afuera, esa gente inteligente que mantiene esta maquinaria funcionando sin cesar, no entienda por qué reconocemos en esta masacre algo que nos resulta familiar y no algo completamente diferente. Lo que reconocemos como algo que nos es familiar es el odio que entraña el acto, el odio a las mujeres, la amargura y el resentimiento hacia las mujeres que no están siendo sexualmente sometidas al menos en ese momento, y la ira. Su ira hacia nosotras. No creo que haya ninguna mujer en este auditorio que no reconozca en nuestras propias vidas esos elementos de los hombres y nosotras lo vemos en este acto y por lo tanto el acto nos resulta familiar, no estrambótico.

Algunas de las mujeres asesinadas puede ser que hayan sido feministas y otras no. Miren, las mujeres no tienen derecho a decir “Yo soy, yo soy”. Todas somos lo mismo de una u otra manera. Podemos mirar esto y podemos entender que los hombres a nuestro derredor vivirán cualquier acto de dignidad de nuestra parte como un acto de feminismo, lo sea o no, cualquier acto de salirnos del círculo de sumisión como un acto de feminismo, lo sea o no. Quiero que nosotras entendamos eso tan bien como Marc Lepine. 

Hay dos estrategias para lidiar con una mujer muerta cuando un hombre la ha asesinado. Una es lo que estamos viendo aquí: miramos al hombre y creamos, socialmente creamos, compasión hacia él. La otra es que miramos a la mujer o mujeres y descubrimos lo que está mal en ellas. Esa es la estrategia habitual, por eso es un poco desconcertante la manera como se está haciendo. Miren, a lo mejor si hubieran sido tres mujeres estaríamos leyendo sobre las cosas terribles que habían hecho en sus veintiún años de vida y los medios de comunicación estarían tratando de convencer al público en general de que se merecían lo que les pasó porque después de todo ¿eran vírgenes? ¿con cuántos hombres habían estado? Ya nos resulta familiar. Es así como las mujeres asesinadas suelen ser tratadas pero debido al arraigo de esas mujeres en esta comunidad, debido, supongo, creo, al poder social de sus familias, debido al hecho de que ellas mismas eran parte de, con respecto a otras personas, una elite, estas mujeres no están siendo tratadas así, todavía. Verán, los periódicos no lo van a hacer; libros de hombres misóginos sí. Nuestros intrépidos reporteros de investigación saldrán y encontrarán a los hombres que conocen los trapos sucios. Esto todavía no termina, estas mujeres han sido asesinadas, pero serán violadas. Esto no ha terminado, es demasiado importante.

Quisiera tratar de decir algo que me cuesta mucho trabajo. Ahhmmm. Quiero decirles, quiero pedirles, más bien, que me concedan la generosidad que puedan cuando se lo diga porque no es un comentario de mal gusto, es algo que tiene que ver también con mi vida. Creo que uno de las compromisos más importantes que alguien pueda hacer con la vida o con el feminismo es asegurarse de que te merezcas tu muerte, si mueres a manos de un misógino. Que hayas hecho TOOOODO de lo que él en su cabeza te acusa, que toda traición por la que te esté asesinando sea una que en efecto hayas cometido. Creo, y estoy pensando en mí misma… Como muchas mujeres, tengo una larga historia de violencia contra mí, y digo para mi creciente vergüenza, que todos los que me han hecho daño siguen por ahí, están bien, no les ha pasado nada. Cuando miro mi vida pienso en la diferencia entre ser golpeada por no haber limpiado el refrigerador y la diferencia entre eso y estar amenazada por combatir a los pornógrafos y quiero decirles que una de esas cosas es mejor y otra es peor. Es mejor toparte con lo que sea … cuando has tomado una decisión que te pone donde quieres estar luchando por tu propia libertad y luchando por la libertad a tu alrededor. Pienso mucho en esto, tengo razones para eso, y creo que el feminismo debería recordar que si bien a menudo no nos tomamos muy en serio a nosotras mismas, los hombres a nuestro alrededor sí que nos toman en serio.

Creo que la manera como podemos honrar a estas mujeres que fueron ejecutadas por delitos que quizá hicieron o quizá no, es decir, delitos políticos, creo que una manera como podemos honrarlas y recordarlas es cometer todos los delitos por los que ellas fueron ejecutadas, delitos contra la supremacía masculina, delitos contra el derecho de los hombres a violar, delitos contra la propiedad masculina de las mujeres, delitos contra el monopolio masculino del espacio público y el discurso público. Tenemos que evitar que los hombres sigan haciendo daño a las mujeres en la vida cotidiana, en la vida ordinaria, en la casa, en la cama, en la calle y en la escuela de ingeniería, tenemos que quitarles poder público a los hombres, les guste o no, y sin importar lo que hagan. Si tenemos que defendernos con armas, pues entonces tenemos que defendernos con las armas. Sí, es así. Pero de una u otra forma tenemos que desarmar a los hombres, tenemos que ser las mujeres que se interponen entre los hombres y las mujeres a las que quieren hacer daño, tenemos que acabar con la impunidad de los hombres, que es lo que tienen, por hacer daño a las mujeres de todas las maneras en que sistemáticamente nos hacen daño y la feminista es la mujer que está ahí no porque sea SU MUJER sino porque es la hermana de la mujer contra la que él mismo está siendo un arma. 

El feminismo existe para que ninguna mujer jamás tenga que enfrentar a su opresor en un vacío, sola; existe para derribar la intimidad en que los hombres violan, golpean y matan a las mujeres. Lo que estoy diciendo es que todas nosotras tenemos la responsabilidad de ser la mujer a la que Marc Lepine quería matar. Tenemos que vivir eso con un verdadero honor, con valentía, tenemos que poner el miedo a un lado y tenemos que aguantar, tenemos que crear, tenemos que resistir y tenemos que dejar de dedicar los otros 360 y tantos días del año a olvidar todo lo que sabemos, tenemos que recordar todos los días, no sólo el 6 de diciembre, y tenemos que consagrar nuestras vidas a lo que sabemos y a nuestra resistencia al poder masculino que se usa en nuestra contra. 

Muchas gracias.

“Nos corresponde a cada una de nosotras ser la mujer a la que Marc Lépine quería matar. Debemos vivir con este honor, esta valentía. Debemos expulsar el miedo. Debemos aferrarnos. Debemos crear. Debemos resistir.”

Traducción de Laura Lecuona






 

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Andrea Dworkin.
 (Nueva Jersey, 1946 - 2005) Activista y escritora feminista radical estadounidense. Es especialmente conocida por su crítica a la pornografía. Escribió una docena de libros individuales: nueve de no ficción, dos novelas y una colección de cuentos. Otros tres volúmenes fueron coescritos o coeditados con la activista y profesora de derecho constitucional estadounidense Catharine A. MacKinnon.



 

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