miércoles. 26.03.2025
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ENSAYO

Tachas 613 • Reflexiones Pedagógicas En Torno Al Feminismo Descolonial • Yuderkys Espinosa

Yuderkys Espinosa

Abya Yala
Abya Yala
Tachas 613 • Reflexiones Pedagógicas En Torno Al Feminismo Descolonial • Yuderkys Espinosa

¡Oh, cuerpo mío, haz siempre de mí… 
[alguien] que interroga!
Franz Fanon

Para introducirnos al debate

Un primer elemento que nos gustaría resaltar es que en Abya Yala existen múltiples experiencias pedagógicas feministas y de educación popular que aportan al sentido y a la práctica de una pedagogía feminista descolonial. Estas diversas experiencias que han desplegado y han ido configurando un horizonte pedagógico propio, beben de tradiciones políticas e intelectuales de Abya Yala tales como la pedagogía de la liberación propuesta por Paulo Freire, la Investigación- Acción Participativa (IAP) desarrollada por Orlando Fals Borda, las enseñanzas de la pedagogía feminista popular, así como los desarrollos que los movimientos sociales han tenido en esta materia. El presente texto reconoce esos legados y parte al mismo tiempo de experiencias concretas mucho más cercanas a las cuales, de diversas maneras, hemos contribuido cada una de nosotras, las feministas descoloniales, tales como los movimientos indígenas, afros, de mujeres, feminismo de color en los Estados Unidos (EE UU), feminismo antirracista, feminismo autónomo, movimientos de carácter mixto generacionales, como Hijos e Hijas por la Memoria y contra la Impunidad, Incite! Women of Color Unite, movimientos radicales de la disidencia sexual, entre otros. Estas experiencias están ancladas en contextos específicos de Abya Yala, del Caribe y de la población subalterna racializada de los EE UU. También están ancladas y encarnadas en territorios y cuerpos específicos, en legados y contextos históricos determinantes; son parte vital de los movimientos contra-hegemónicos donde las propuestas y apuestas políticas feministas descoloniales circulan y contribuyen a su quehacer. 

En el presente texto vamos a reflexionar sobre lo que viene siendo una pedagogía feminista descolonial en construcción, para lo cual en la primera parte esbozamos brevemente algunas de las características centrales de lo que, desde un hacer comprometido, entendemos como feminismo descolonial, para luego presentar algunas de lo que vamos amasando como premisas básicas, nodos articuladores y características de esa pedagogía feminista descolonial. 

Caracterizando el feminismo descolonial

Para entender el feminismo descolonial hay que empezar por en tender la colonialidad de género, entender que la raza está ligada inseparablemente del control sobre las vidas de las mujeres que tienen una historia de racialización. Esta historia está cruzada por una negación de la humanidad de las mujeres no-blancas, indígenas y afrodiaspóricas. Esa negación está a su vez atada a una visión de la humanidad que es necesariamente violenta y destructiva en nombre de la razón. El capitalismo colonial e imperialista se ha beneficiado y se beneficia de una concepción de las mujeres no-blancas, como doblemente subordinadas, ya que pueden ser súper explotadas y abusadas brutalmente de muchas maneras, incluyendo sexualmente, precisamente porque son como seres no humanos y porque el eurocentrismo moderno ha concebido a los animales sin alma y sin sentimientos. La violencia estatal, económica e interpersonal contra las mujeres racializadas es aceptada porque está perpetrada contra seres concebidos como sin valor. La violencia y la subordinación de las mujeres indígenas y afro se han perpetuado fácil mente al afirmar la ficción que “mujer” es un término universal y al desarrollar prácticas universales para proteger a las mujeres de la violencia. La proliferación de refugios, leyes contra la violación, contra la golpiza, contra la discriminación ha sido la labor del feminismo tecnocrático y de agencias financieras internacionales. Éstas son medidas de doble filo porque, por un lado, son definidas desde plataformas universalistas que interfieren en la autonomía de los pueblos y en el desarrollo de sus propias maneras de terminar con la colonialidad de género; por el otro, como consecuencia de lo anterior, terminan beneficiando fundamentalmente a las mujeres blancas y blanco-mestizas burguesas dado que sólo ellas cuentan como oprimidas, humanas, seres cuyas vidas son de valor. 

El feminismo blanco en todas sus formas (liberal, socialista, ra dical, lésbicofeminista, autónomo, institucional), así como el Estado y las agencias financieras internacionales, en las que una parte de estos feminismos han penetrado, introducen medidas que reafirman la colonialidad de género, el sentido colonial de la relación entre hombres y mujeres blancos burgueses. Asimismo, este feminismo no reconoce en sus medidas públicas a las mujeres no blancas excepto de una manera encubierta o tramposa, pensándonos como grupo específico subsidiario del grupo general de las “mujeres”, éstas siempre concebidas como blancas, blanco-mestizas y burguesas. Las medidas estatales y de las agencias financieras internacionales “de ayuda a la mujer” esconden que su diseño excluye el punto de vista de la gran mayoría de las mujeres no blancas porque no reconoce nuestros problemas. El trato que recibimos es, por tanto, siempre en términos coloniales. 

Un feminismo descolonial significa una transformación radical de las relaciones sociales que han oprimido y subordinado a las mujeres indígenas, afro y mestizas pobres en Abya Yala. El feminismo descolonial se mueve hacia una afirmación de la vida y de todas las posibilidades propias y comunales de las mujeres racializadas[1]. Es importante reconocer que esa transformación de las relaciones sociales dentro y entre pueblos y grupos indígenas y afro no solamente afecta las relaciones sociales, sino necesariamente, la concepción de la economía, de la producción del conocimiento y del ser persona. Esa transformación social no puede darse a menos que forme coalición política y sea intercultural. Pero la interculturalidad no debe ser acomodaticia, no debe ser una aceptación de que hay distintas maneras de vivir en el mundo, sino que debe tomar como eje la racialización de las gentes, del trabajo, del conocimiento, de las prácticas de vida, de las relaciones entre las comunidades y pueblos. La deshumanización de las mujeres indígenas, afrodiaspóricas y mestizas pobres las coloca en relaciones indignas, les niega saberes, les niega la posibilidad misma de saber, les niega su propio ser y les niega una concepción de sus propios cuerpos que afirman la vida. 

Precisamente por esa relación entre la deshumanización y el capitalismo racista, es necesaria una pedagogía feminista descolonial radical, la cual parte por reconocer como central las asimetrías de poder. Como dice Fidel Tubino (2005), el diálogo intercultural auténtico no es posible si se mantienen ocultas las maneras de someter a las mujeres indígenas y afrodiaspóricas. 

Caracterizando la práctica pedagógica feminista descolonial

En términos generales una pedagogía feminista descolonial es un proceso que es coalicional, intercultural y transformador. Implica un proceso que comienza por cuestionar la dominación racista, colonial, capitalista y del sistema moderno colonial de género con el fin de producir procesos que coadyuven a un horizonte de buena vida en común. 

Ese proceso de diálogo comunal o grupal es difícil porque es un diálogo bloqueado por la imposición de la colonialidad del saber que dice que solamente el conocimiento eurocéntrico es válido y las mujeres, especialmente las indígenas y afro, no sabemos nada. Está también bloqueado por la colonialidad de género que nos quiere hace pensar que solamente podemos ser mujeres y hombres en los términos del hombre blanco, del Estado-nación, de ese modelo de humanidad individualista y fundamentalmente violento. 

El diálogo también se hace difícil porque el sistema global de poder capitalista colonial moderno llegó y sigue llegando a todos los rincones de nuestras vidas y comunidades y en tanto respondemos resistiendo la reducción que se nos impone, también nuestras relaciones han cambiado bajo la presión colonial. 

Es en el proceso y en el diálogo que podemos vernos en la diferencia colonial, en esa imposición de la colonialidad en la cual todo parece racional y justificado y las vidas indígenas y afro como atrasadas. Para poder llevar a cabo proyectos de buena vida, se hace necesario el diálogo y la reflexión permanente sobre nuestro andar, porque es precisamente en ese dialogar, pensar y hacer caminando, que esos proyectos de buena vida pueden mantenerse, alimentarse y radicalizarse. Para hacer eso, es necesaria la producción de conocimiento desde lo comunitario, los movimientos, las organizaciones, pues no hay política sin producción de conocimiento. Esa producción de conocimiento requiere entonces pedagogías que contribuyan a que el pensarse como comunidad, como proceso, impacte en la cotidianeidad. 

En esta segunda parte vamos a presentar algunas aproximaciones preliminares que —a nuestro parecer— son aristas constantes de las prácticas pedagógicas descoloniales que se configuran en las luchas contra el heteropatriarcado, el racismo, la misoginia, la violencia de Estado, el capitalismo, la colonialidad y la violencia cotidiana dirigida a las mujeres racializadas. La lucha contra esas estructuras incluyen el continuo trabajo de los movimientos en contra de la imposición transnacional sobre los territorios de los pueblos originarios, la explotación de las gentes y los recursos naturales de las comunidades, las luchas por el reconocimiento de los pueblos indígenas y afrodescendientes; así como de las mujeres indígena, afros y mestizas que hacemos una constante defensa de nuestros cuerpos, nuestras sexualidades, erotismos y deseos, de lo que es saber y cómo saber, de la producción de la vida y de las luchas que en la cotidianidad tenemos para construir una sociedad justa en las que no se limite la posibilidad de ser, estar, existir y pensar. Es decir, son luchas de nuestra vida toda, para las que ha sido fundamental un que hacer pedagógico que contribuya a materializar los horizontes políticos de los movimientos, y que en ese caminar, por su ubicación y conciencia geográfica, han venido conjugando en las propias resistencias las confabulaciones contra el universalismo eurocéntrico y misógino. 

Es importante al pensar esta pedagogía descolonial que no fragmentemos la opresión en temas o problemas domésticos y sexuales sino que reconozcamos que hemos sido negadas, en la organización de la producción de la vida y en la producción del saber-poder. Nuestra agencia ha sido negada. La descolonialidad nos permite ir transformando todos estos ámbitos del vivir. Nuestra contribución al saber es antiquí sima y la seguimos demostrando en la articulación del feminismo des colonial. 

En este primer intercambio nos gustaría explorar y construir ciertas reflexiones sobre lo que consideramos son cruces o puntos de intersección de las múltiples experiencias que conforman el mapa de las pedagogías feministas decoloniales en Nuestramérica, y cómo entender esa pedagogía feminista descolonial. 

Del hacer al pensar y del pensar, al hacer localizado 

A partir de re-pensar nuestras luchas como feministas y mujeres indígenas, afro y mestizas pobres o comprometidas con las luchas antirracistas, descoloniales y contrahegemónicas, luchas que se han gestado en Nuestramérica en las últimas décadas, tanto en movimientos de mujeres y feministas como mixtos, ubicamos un primer elemento que resulta una constante en varias de nuestras experiencias pedagógicas. Nos referimos a la relación entre el hacer y el pensar, y al camino de vuelta que es el mismo: el pensar desde el hacer. De esa manera se conjuga una experiencia del conocer haciendo, del producir conocimiento que articula teoría y praxis. Una característica que consideramos relevante en las experiencias pedagógicas descoloniales que ubicamos, es justamente que cada vez es más clara la vinculación entre la acción política y la generación de reflexiones que ubican, problematizan y explican la situación que viven las mujeres y sus comunidades de pertenencia, así como las de sus realidades y lógicas organizativas. 

El debate que desde hace años se ha dado —particularmente en Guatemala— entre las feministas indígenas es muy esclarecedor de este hecho. Las indígenas mayenses y xincas, muchas de ellas intelectuales orgánicas, han abierto la brecha en la reflexión sobre las cosmovisiones indígenas, por ejemplo en relación a la dualidad y el significado de la tierra como madre y vida, y las demandas feministas. El trabajo realizado con y entre mujeres indígenas ha dejado un rastro potente en la reflexión intelectual. Por su parte, en el texto “Hacia metodologías de la descolonialidad” en Conocimientos y Prácticas Políticas (2011), María Lugones nos deja ver cómo hay una ligazón permanente entre el pensar y el hacer de las intelectuales orgánicas de las comunidades y organizaciones que teorizan sobre sus propios procesos, y la co-investigación comprometida que hacen las mujeres afro, chicanas, latinas y otras mujeres no-blancas desde la coalición y experiencia del movimiento de “mujeres de color” en los EE UU, así como el feminismo negro. 

Por ello, una de las razones por las cuales consideramos que la relación entre pensar y hacer es un potencializador nodo articulador de experiencias pedagógicas feministas y descoloniales es que mucha de la producción intelectual y reflexiva que se inscribe en esta línea, proviene de activistas comprometidas con procesos de lucha, resistencias y acción. Y es esta producción la que le empieza a dar sentido a las prácticas políticas de una tendencia importante del feminismo en Abya Yala.  

En ese sentido, esas pedagogías descoloniales surgen como necesidad de producir conocimiento para transformar la realidad, y es desde esa producción de conocimiento que se producen sus demandas y propuestas. Sin duda, estamos frente a una creciente producción de conocimientos que incluye el trabajo intelectual de académicas-activistas, que al mismo tiempo cuestiona los cánones académico-científicos. La producción de estos procesos comunitarios y organizativos está fundamentalmente anclada en el quehacer colectivo, resistente, cotidiano enmarcado en las experiencias, locales, regionales y más allá de las fronteras políticas. Precisamente otro de los nodos articuladores de estas pedagogías es que parte de contextos específicos de lucha y vivencia, lo cual les da particularidades a esas pedagogías dependiendo de las necesidades de esas realidades concretas, de las tradiciones culturales, sociales, políticas y económicas. 

De la conciencia de nuestra capacidad de agencia como sujetos históricos

En el sentido analizado más arriba, reconocemos que la pedagogía feminista descolonial contribuye a desestructurar las relaciones de poder jerárquico y tradicional que la producción de conocimiento y la educación formal han significado. Ésta propende a potenciar los poderes que circulan en la sociedad, en los nichos sociales, para construir poderes para la transformación emancipatoria. La metodología utilizada parte de las experiencias y los saberes acumulados por la comunidad y en cada individuo para, a partir de ahí, comenzar a buscar en estas experiencias y sentidos comunitarios aquello que está pero no es enunciado, o ha sido sistemáticamente silenciado por atentar contra las convenciones y las verdades impuestas a través de la razón imperial y la colonialidad del poder y del ser. Se ponen en diálogo las distintas subjetividades, experiencias, saberes, miradas e interpretaciones culturales de modo que se lleva a cabo un proceso desontologizador, más histórico y contingente. 

No hay cambios hacia la descolonialidad que puedan ser traídos por otros y otras, los tenemos que crear entre nosotras y nosotros. Los caminos hacia el cambio los hace la comunidad o el grupo. La comunidad necesita desarrollar diálogos entre quienes la componen, de forma que puedan escucharse a través de los velos de la colonialidad. Esto incluye también el repensar entre nosotras y nosotros qué significa ser persona, ser humano, cuál es nuestra relación con el cosmos, con la naturaleza, con el resto de los seres vivos, con los ciclos de la vida. Todos tenemos dentro la negación de ser personas impuesta por la colonialidad del poder y del ser, pero también tenemos comprensiones del universo, de la relación entre todos los seres, de la relación entre las gentes que podemos contraponer a la visión colonial moderna de ser humano, pero también podemos criticar y fortalecer en diálogo entre nosotros, gentes comunales racializadas de Abya Yala. 

Partimos del reconocimiento de haber sido tratados y concebidos como gente salvaje, no-humanos, incapaces, sin historia, sin cultura, destinados al trabajo esclavo o en condiciones de explotación extrema, gente desechable, sin saber, sin agencia. Gracias a esta pedagogía nos reconocemos como:  

  • Gente que ha resistido estas mentiras, esta ficción del poder en nuestra vida cotidiana afirmando conocimientos, prácticas, relaciones, incluyendo las prácticas y relaciones entre nosotros que afirman la vida, la complementariedad y la igualdad. 
  • Gente que ha resistido la idea colonial moderna de ser humanos: hombres individualistas que se conciben a sí mismos como superiores, que adoran a la razón instrumental que les permite a ver a los demás y a la naturaleza como instrumentos para su beneficio y felicidad. Ser humano en el sentido eurocentrado moderno es un ser que destruye y/o controla y subordina todo lo que encuentra en su camino, un ser adicto al poder, a la acumulación de capital y a un sentido de su propia superioridad que es su humanidad. Las mujeres blancas y blanco-mestizas han aprendido a querer ser humanos en este sentido.  

 

Construyendo y fomentando la capacidad crítica y propositiva

Es por todo ello que la pedagogía feminista descolonial, en sintonía con el método desarrollado por Paulo Freire, se propone desmantelar las verdades asumidas, naturalizadas, muchas de ellas impuestas por el orden moderno colonial de género y raza. Avanza recuperando las for mas de resistencias cotidianas, las rupturas y agencias que des-ordenan las formas de organización heredada y requerida por la colonialidad. Avanza en la producción de una conciencia de opresión, desnaturalizan do el mundo instituido y opresivo para recuperar la esperanza de que se puede ser y habitar el mundo de otra forma y crear responsabilidad ante ello. Para lograrlo, la metodología utilizada parte de las experiencias y los saberes acumulados por la comunidad y en cada individuo. Parte de ahí para comenzar a buscar en estas experiencias y sentidos comunitarios o comunales aquello que está pero no es enunciado o es silenciado por atentar contra las convenciones y las verdades aceptadas. 

En este sentido, una pedagogía feminista descolonial no puede sino buscar por sobre todas las cosas el desarrollo de la capacidad de (re) pensar el mundo y cuestionarlo todo; la capacidad de formular preguntas por el orden actual de las cosas, más allá de las verdades asumidas y los consensos impuestos. Es una pedagogía que contribuye al desarrollo de un punto de vista nuevo a partir de una revisión de los puntos de vistas asumidos colectivamente, para encontrar aquellos imbuidos de razón colonial e imperial. La pedagogía feminista descolonial revisa nuestras interpretaciones del mundo y el orden instituido a través del ejercicio de rastrear los procesos mediante los cuales fueron impuestos determinados sentidos del mundo, mientras otros han sido sostenida mente desechados o invisibilizados, al punto de imponer un orden social que atenta contra los intereses de la mayoría mientras favorece la hegemonía y un sistema de privilegio para determinados grupos. 

Esta capacidad crítica está dirigida a cuestionar las estructuras de dominación y las relaciones de poder fuera y dentro de la comunidad, incluyendo una visión crítica sobre los propios discursos y accionar. Nada transformamos si la capacidad crítica sólo la empleamos para las y los otros y no para nuestros propios discursos y accionar individual y colectivo, pues una pedagogía como esta parte de entender que la trans formación personal/colectiva es central. 

Asimismo, esta pedagogía nos permite ver la colonialidad del saber de frente; gracias a esto podemos rechazar críticamente las propuestas y análisis de los feminismos hegemónicos, la mayoría de ellos blanco-burgueses y de corte occidental. Los análisis de estos feminismos han invadido nuestras vidas, nuestras comunidades, la manera de pensar la sociedad y la opresión que vivimos como mujeres negras, indígenas, mestizas pobres de manera que nuestra lectura corresponde a la del capital y de las sociedades eurocentradas. La tarea crítica a que nos lleva implica enfrentarnos con la colonialidad de género, con el racismo del género (Espinosa, 2013), el etnocentrismo y la colonialidad de las apuestas feministas de corte occidental y blanco-mestizas (Hernández, 2001; Mendoza, 2009; Espinosa, 2010). Implica partir del reconocimiento de que el movimiento feminista hegemónico ha con tribuido y contribuye a la colonialidad de género ignorando el racismo, la pobreza, la destitución, la deshumanización de las mujeres indígenas, afro y no blancas en general. Así, debemos criticar sus apuestas políticas, sus agendas, con el fin de producir una nueva lectura que parta de nuestras experiencias y nuestras interpretaciones como mujeres no blancas de Abya Yala, pertenecientes a determinadas comunidades sometidas a procesos de racialización y empobrecimiento. Debemos someter la lucha contra la opresión de género al mismo proceso de desmitificación de las verdades producidas y asumidas que se hace a nivel general. Se trata de producir en el diálogo y en la revisión crítica de los consensos sobre el dimorfismo sexual y los arreglos de género jerárquicos, nuevas formas de interpretación, de resistencia y de transformación que surjan desde las/os/xs de abajo. 

Finalmente, lo que esta pedagogía hace posible es la producción de otro tipo de conocimiento mucho más cercano a las formas de aprendizaje y de producción de verdad asentadas en la cotidianidad y en las lógicas comunitarias y organizativas asentadas en una valoración de la experiencia vivida. También implica desaprender para liberar, en el sentido en que al tiempo que se fomenta la capacidad crítica, se construyen condiciones para pensar y crear alternativas y estrategias, para consolidar y construir en el andar esos otros mundos no opresivos. En este sentido, la crítica que habilita una pedagogía descolonial es constructiva, permite hacer desde el proponer. Se conoce para transformar, y se hace en conexión directa con la realidad, con los contextos inmediatos de las personas que conforman la comunidad evitando caer en las clásicas formas occidentales de diferenciación y clasificación social. Se parte de la posibilidad de construir colectivamente desde el trueque de saberes y sabidurías que implica reconocer que todas y todos somos sabedores y productores de conocimiento. 

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Yuderkys Espinosa.
 (Santo Domingo, República Dominicana 1967) Filósofa, escritora e investigadora feminista, antirracista y descolonial. Es conocida por sus escritos críticos contra los feminismos occidentales, eurocéntricos y heteronormativos. Se define como activista, más que académica.




 

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[1]    El feminismo descolonial no parte de la clásica división de género que coloca a las mujeres de forma desarraigada de sus comunidades y nichos de existencia cotidiana. Por el contrario, su lucha se articula a la de las comunidades y los procesos organizativos que desarrollan luchas contrahegemónicas. Un aporte central del fe minismo decolonial es el análisis que realiza sobre la opresión cruzada por la raza, por lo tanto, le interesa avanzar en una política feminista antirracista, para lo cual resultan centrales tanto las mujeres indígenas y afro, como las mestizas pobres. Éstas últimas como efecto del racismo, pues muchas de ellas son parte de grupos afro e indígenas sometidos a limpieza de sangre y blanqueamiento a través de la descampenización, la migración a las ciudades y la proletarización, que produce una pérdida de identidad, un desarraigo, como negación de un origen que le hace difícil su integración social gracias al racismo.