jueves. 18.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

DISFRUTES COTIDIANOS

Disfrutes Cotidianos • Nomadland, o el desarraigo como forma de libertad • Fernando Cuevas

Fernando Cuevas

Nomadland (2020)
Nomadland (2020)
Disfrutes Cotidianos • Nomadland, o el desarraigo como forma de libertad • Fernando Cuevas

 

Una mujer en sus sesenta y pico ha quedado viuda y, tras la quiebra de la empresa local de su poblado en Nevada, decide guardar la mayor parte de sus cosas en una bodega y lanzarse en su camioneta, convertida en nueva casa rodante, a llevar una vida nómada sostenida con empleos de temporada, únicamente vistos como medio para cubrir las necesidades básicas, y encuentros con otras personas como ella, alejadas de las grandes ciudades y más cerca del entorno natural, recordando los primeros grupos humanos en constante desplazamiento y en el entendido de que el destino es el trayecto: para no hundirse, nada como mantenerse en movimiento. Corre el inicio de la segunda década del siglo XXI.

Escrita con base en el libro de la periodista Jessica Bruder, que generó el corto documental CamperForce, y dirigida por la chino-estadounidense Chloé Zhao, Nomadland (EU-Alemania, 2020), quien salió de su natal Pekín rumbo al Reino Unido y después a Los Ángeles para terminar la prepa, se sumerge en el retrato de comunidades marginales y efímeras en Estados Unidos, conformadas a partir de la crisis del 2007-2009 por mujeres y hombres en su mayoría ancianos, ahora en tránsito perpetuo, cuya búsqueda parece más hacia el interior, acaso en pleno contrasentido de la sociedad del consumo y de la frenética carrera por la tenencia como una forma engañosa de lo que en cierto círculos se conoce como éxito, confundido frecuentemente con la felicidad.

Como lo hiciera en The Rider (2017) y Songs My Brothers Thaught Me (2015), enfocadas en familias vinculadas con el rodeo o viviendo en una reservación, respectivamente, la realizadora vuelve a recurrir a personas reales en tono documentalista para mostrar mundos que habitan en las profundidades de los Estados Unidos, representativos de aquel país pero escasamente retomados en el cine. Así, conocemos a Linda May, en parte sirviendo de inspiración para la protagonista y a la que invita a sumarse a este mundo de seguir avanzando; a una reflexiva mujer enferma de cáncer (Swankie); al líder de un grupo que comunica su experiencia como hombre nómada (Bob Wells); a un joven viajero con el que se comparte el encendedor y a otro viajero (David Straithairn), con quien la protagonista establece un vínculo de apoyo y compañía mientras dura la coincidencia.

Se ha comentado que la cinta renuncia al riesgo estilístico y a plantear una postura crítica acerca de quienes provocaron la crisis y sus consecuencias en la situación laboral y económica de las zonas semiurbanas de Estados Unidos, de alguna manera idealizando esta forma de vida, en la que todos los involucrados tienen buenos sentimientos, son conformistas y no parecen existir conflictos más allá de la sobrevivencia, donde se puede conseguir un trabajo rutinario sin mucha dificultad: pegar los platos rotos, arreglar el vehículo-hogar o tener una cubeta junto como excusado salvador. Un optimismo y “buenismo” que puede parecer poco creíble, aunque no por ello falto de naturalismo posible: de hecho y de acuerdo con las ideas de la realizadora, se pretende enfatizar la bondad expresada en acompañar al enfermo, compartir las pertenencias con el otro y estar dispuesto a escuchar y comprender, más que a juzgar, tener y acumular.

En este sentido, el relato más bien se centra en el proceso personal de Fern, interpretada por la también productora Frances McDormand en su reconocible y apreciada hosquedad, aquí denotando cierta paz que emana de la convicción profunda por la elección de vida, manifestada con claridad cuando va a visitar a su hermana para conseguir el dinero necesario para la reparación de la camioneta, y al momento de ser invitada por su amigo de ruta, quien opta por convivir con su hijo y su nieto en un hogar donde la constante es la de dar la bienvenida: recibe sendas propuestas para quedarse a vivir, pero es claro que su sino está en el tránsito permanente, pausado y reflexivo, lejos de la comodidad atrofiante de una cama y de una habitación bien instalada en la casa.

La fotografía crepuscular del habitual Joshua James Richards, captura los rostros y los vastos paisajes por donde se movilizan los sujetos en cuestión, en contraste liberador con los reducidos espacios al interior de los vehículos o de las líneas de producción, en tanto la música del pianista italiano Ludovico Einaudi acompaña con emotividad ciertos trayectos de Fern, ya sea por el territorio abierto o en el encuentro con algún bosque durante sus recorridos por Dakota, Arizona y Nevada: la búsqueda de un estacionamiento se convierte en la única necesidad de tierra firme para poder continuar con las interminables navegaciones ausentes de lastre, vistas con toques de western y road movie, sin horarios e imposiciones externas más allá de la necesidad inmediata.

Dejar todo y aventurarse en el nomadismo para volver donde todo empezó, cual viaje no del eterno retorno, sino de la constante transición: su casa abandonada en el pueblo vacío y vaciado por las burbujas especulativas reventando sin piedad, termina por representar sólo un rito de paso al parecer ya superado, sobre todo cuando se advierte que allá afuera sigue el horizonte como faro para orientar el camino. La lógica del desprendimiento como forma de relacionarse con los demás y, particularmente, con uno mismo, aparentemente sin casa pero llevando el hogar por el camino.

[Ir a la portada de Tachas 415]