Opinión • Pobreza de tiempo • David Herrerías
“La falta de tiempo es una dimensión de la pobreza, que además está en la raíz del carácter cíclico de la misma…”
La pobreza es un fenómeno que tiene muchos componentes como el ingreso, la educación, la vivienda, el acceso a los servicios etc. Pero uno de ellos, que rara vez es tomado en cuenta, es la falta de tiempo propio. Para muchas personas que viven en situación de pobreza el tiempo es un recurso tan escaso como el dinero, y esto tiene consecuencias profundas en sus vidas y en su capacidad para salir de la pobreza.
Para las personas en situación de pobreza, gran parte del tiempo está dedicado a actividades relacionadas con la supervivencia. Esto incluye trabajar largas horas en empleos mal remunerados, jornadas completas de la semana perdidas en el transporte y, en muchos casos, tareas extra dedicadas a completar el ingreso o a procurarse bienes como el acarreo de agua o gestionar apoyos del gobierno. Una de las grandes inequidades en la sociedad contemporánea es la propiedad de tiempo libre. Aunque los privilegiados nos quejemos de falta de tiempo, la verdad es que tenemos mucha libertad para disponer de él, de darnos espacios para el ocio, para salir de vacaciones…
Las personas necesitamos contar con tiempo libre, que podamos dedicar en actividades de recreación, de crecimiento cultural y de vinculación familiar y comunitaria; es parte esencial para tener una vida plena. Esto es especialmente importante cuando las personas no viven de un trabajo que las haga crecer, trabajos repetitivos en los que ellas no pueden desarrollar su creatividad ni dar cauce a su vocación personal. Quienes desarrollamos trabajos gratificantes podemos difuminar los tiempos de ocio con el trabajo porque en ambos espacios nos gratificamos. Para los obreros, por ejemplo, el tiempo libre, su tiempo, se constituye en su único espacio de crecimiento, y en condiciones de pobreza éste es un bien muy escaso.
En el mundo entero el derecho al tiempo ha ido empujando la reducción de la jornada laboral. En algunos países las jornadas son ya de 35 horas a la semana. En México tenemos una semana laboral de 48, pero además somos campeones violando esos límites, con jornadas frecuentemente mayores y con horas extra no siempre pagadas como se debe.
Para abordar esta dimensión de la pobreza, es fundamental repensar la estructura del trabajo y la distribución del tiempo. Tenemos que caminar hacia la reducción gradual de la jornada para llegar a la semana de 40 horas; tenemos que aumentar la flexibilidad laboral para ayudar a que las personas en situación de pobreza puedan equilibrar sus responsabilidades laborales y personales; tenemos que garantizar el acceso a servicios de cuidado para que el poco tiempo libre de las personas más pobres no se vaya en cuidar.
La falta de tiempo es una dimensión de la pobreza, que además está en la raíz del carácter cíclico de la misma, porque la falta de tiempo cierra las posibilidades de crecimiento de las personas. La semana de 40 horas está en el centro de este problema.