domingo. 15.06.2025
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Puntuación y respiración

Puntuación y respiración

Hace unos días tuve un encuentro muy enriquecedor con doctores en Ciencias de la Educación. En discusión acerca de la puntuación caímos en cuenta que un enunciado escrito se privilegia la comprensión sobre pausar para respirar. Es decir, que es impreciso enseñar el dominio de la puntuación basado en la respiración.

Debiera desterrarse el falso postulado de «pon la coma donde te falte el aire». Surgieron en el encuentro a partir de este concepto múltiples ejemplos de su imprecisión: «Sufragio efectivo, no; reelección», en lugar de la divisa producto de la Revolución Mexicana: «Sufragio efectivo, no reelección».

También surgió el desenlace de la obra de teatro del Premio Nobel de Literatura 1922, Jacinto Benavente, Los intereses creados. En ella, los personajes principales serían sentenciados por defraudar a varios personajes secundarios. Sin embargo, con este acto de justicia, todos resultarían perdiendo. Los estafados salen a la defensa de los bribones y con ello se logra un final feliz. El Juez precisaba que los indiciados presentaron solamente argumentación de inocencia. La sentencia concluía: «…y resultando que no, debe condenárseles». Con la intervención de los afectados, el propio Juez modifica la conclusión: «¡Ah! Mi previsión jurídica se adelanta a todo. […] Quitamos la coma y ahora dice “¡…y resultando que no debe condenárseles!”».

En el enunciado: «Estaba tan cambiado que apenas lo reconocí», en una lectura en voz alta, después de la palabra ‘cambiado’, normalmente se haría una muy ligera pausa (ejemplo tomado de la OLE 2010, p. 303). Sin embargo, los académicos de la Lengua no recomiendan la coma pues se trata de un solo enunciado, a pesar de contener dos acciones. Por tanto, la coma no está obligadamente vinculada al pausado, ritmo o respiración.

Igualmente, en un enunciado como: «La señorita que está a la entrada de la oficina no me atendió bien», después de la palabra ‘oficina’, tampoco cabría una coma. Muchas personas lo considerarían así por lo largo del sujeto. En esa oración, como no sabemos el nombre de la persona, recurrimos a la referencia. Sin embargo, si todo ello es sustituido por un nombre propio podemos constatar que entre quien realiza la acción y el verbo no hay necesidad de una coma (ahora se puede enunciar de corrido, sin pausa, ni cambio de tonalidad): «Fabiola no me atendió bien».

En el enunciado: «La sirvienta, al ver que nada quedaba por hacer, se puso a descansar» es el cambio de tonalidad lo que da mejor sentido a la oración, más que un supuesto pausado. La lectura en voz alta cambia a tono más bajo en la primera coma y recupera la tonalidad en la segunda. Es decir, la aclaración no propicia respiración, sino tonalidad al enunciarse.

La respiración, entonces, no es determinante en un enunciado. Un lector podría ejecutar la respiración por alguna razón extraña al texto (gripe, asma, estremecimiento,  etc.) sin considerar el sentido de lo enunciado y ello lo trastocaría todo. Por tanto, el postulado inicial debe eliminarse de la enseñanza. Lo que debe prevalecer será siempre el sentido, la intención, de lo declarado. En resumen, la coma está más emparentada al sentido por tonalidad que a la respiración o pausado.