Parentalidad y buenos tratos • El trabajo, la austeridad y la felicidad • Gaudencio Rodríguez Juárez
“…trabajar menos, aunque eso represente menos ingresos, porque al adueñarnos de nuestro tiempo ya no necesitaremos correr tanto…”
Los deseos pueden satisfacerse con facilidad,
bien sea produciendo mucho o deseando poco.
Marshall Sahlins
Escuchando el relato de la mamá autónoma de un hijo adolescente, que acudía a consulta psicológica sobre algunos detalles de éste, una parte de sus comentarios llamaron mi atención, debí detenerla pues lo mencionó rápido y como sin importancia.
Ella hacía una especie de recuento de la historia familiar: matrimonio, llegada del hijo, divorcio (con el respectivo conflicto post conyugal) y monoparentalidad (como suele suceder, la crianza del día a día caía sobre sus hombros, el padre fungía como proveedor y convivía uno que otro día de la semana con su hijo). La carga es pesada, pues a la crianza se le sumaba el trabajo fuera de casa y el trabajo doméstico.
Al ir relatando el histórico de la vida familiar, en algún punto dijo con cierta connotación negativa y de lamento: “Por muchos momentos la economía era un problema. Siendo pequeño mi hijo, había que trabajar mucho. Curiosamente, fue durante un periodo de su infancia cuando tuve ciertos problemas laborales —hubo menos trabajo—, por lo tanto, teníamos menos dinero (suficiente para que no faltara para comer), pero fue una etapa en la que fuimos más felices…”.
Quiso continuar su relato de manera fluida, pero la interrumpí, para señalar una combinación que en una lógica capitalista parece ser una mala noticia. Me refiero al hecho de tener poco trabajo y no tanto dinero. No obstante, desde otra perspectiva, tal cosa no es mala noticia, pues menos trabajo significaba más tiempo para ella y para con su hijo.
Tal vez eso es lo mejor para vivir: trabajar menos, aunque eso represente menos ingresos, porque al adueñarnos de nuestro tiempo ya no necesitaremos correr tanto. Sí, es verdad que mucha gente no tiene elección respecto a cuánto trabajar. Quienes son empleados/empleadas deben cubrir un horario (en ocasiones más largo del que la Ley Federal del Trabajo permite) y generalmente con sueldos precarios.
Pero para quien tenga algún margen de acción, valdría la pena que no sea el sistema económico imperante el que decida por él o ella, llevándolo al extremo de la autoexplotación.
En el libro de mi autoría Cero golpes sugiero bajar el ritmo a la vida. ¿Cómo? Consumiendo menos, para necesitar menos cosas materiales y trabajar menos, y entonces disponer de espacios, momentos y tiempo suficiente para lo profundamente humano: mirarnos, tocarnos, olernos, acariciarnos, protegernos y re-conocernos como personas.
Vivimos en una época caracterizada por la rapidez, la inmediatez y la fugacidad. En ese torbellino las relaciones humanas se trastocan y la salud mental, el bienestar y el goce, quedan comprometidas.
Echar un vistazo a la historia de la humanidad siempre puede ser revelador para recuperar aquello que nos hace bien. En este sentido, en la era de los cazadores-recolectores (hace 11.000 o 12.000 años), su supervivencia dependía de la caza de animales y de la recolección de plantas y frutos secos.
Quienes investigan el tema han encontrado que los cazadores-recolectores tenían mucho más tiempo libre que quienes les siguieron (agricultores, industriales, etcétera). ¿Por qué? Principalmente porque no estaban abrumados por una gran cantidad de deseos agobiantes, más allá de la satisfacción de sus necesidades materiales inmediatas.
El antropólogo Jamez Suzman afirma que “los cazadores-recolectores satisfacían sus deseos con facilidad deseando poco, y así, a su manera, eran más prósperos que hoy un banquero de Wall Street que, a pesar de poseer más propiedades, barcos, coches y relojes de los que puede usar, aspira a adquirir más”.
Los deseos pueden satisfacerse con facilidad, nos dice el epígrafe de este artículo, bien sea produciendo mucho o deseando poco. Y la historia nos dice que es más viable a través de lo segundo.
Recuperemos, pues, el “deseo poco y lo poco que deseo lo deseo poco”, frase atribuida a San Francisco de Asís, lo cual representa una filosofía de satisfacción y tranquilidad. Carguemos de sentido a lo que sí tenemos para que sea disfrutable en lugar de lamentarnos por todo aquello que no tenemos, y que hoy a través de las redes sociales y demás tecnologías de la información y de la comunicación se nos pone frente a nuestros ojos.