Es lo Cotidiano

FUMADORES [XLIV]

Zion, Illinois, 1915

José Luis Justes Amador

Fumadores, foto
Fumadores, José Luis Justes Amador
Zion, Illinois, 1915

“El uso del tabaco en cualquiera de sus formas es un hábito sucio, asqueroso, desagradable y degradante, por lo que ningún caballero usará tabaco en esta ciudad”.

Más allá de la verdad o no del tópico de que una imagen vale más que mil palabras. Pero, a cambio, hay imágenes cuya única gracia son las palabras. Una imagen son mil palabras. Ciento cincuenta aproximadamente en esta imagen de Zion, un pueblito de Illinois, a mitad de la primera década del siglo anterior. Una fotografía que demuestra que la persecución al fumador es algo que ya comenzó hace bastante tiempo. (Más allá del detalle machista de que sólo se prohíbe a caballeros, dando por sentado que las mujeres no lo usaban.)

“No tiene usted más derecho a contaminar con humo de tabaco la atmósfera que la gente limpia tiene que respirar, que el que tiene a escupir en el agua que tienen que beber”.

La mujer probablemente también esté en contra del consumo de alcohol o de cualquier otra materia que pueda proporcionar algún placer. No sonríe orgullosa del trabajo sino que tiene la seriedad de todos aquellos que han prohibido algo a lo largo de la historia. Tiene la seriedad de quien ha hecho un trabajo más que serio. Probablemente la metáfora que ilustra el argumento ha sido idea suya o de alaguna de sus compinches. (También resulta machista pensar que todos los prohibicionistas son mujeres.) Esa comparación entre el aire que se respira y el agua que se bebe resulta, además de falaz científicamente, exagerada. Y más en una época en que probablemente los establecimientos públicos todavía tuvieran escupideras para el uso de los clientes.

“DEJALO, IDIOTA antes de que caigas en la parálisis del cáncer del fumador o en cualquiera de las enfermedades causadas por el uso de esa materia sucia, desagradable y apestosa”.

Y, por supuesto, como en todas las campañas de prohibición, quien ataca y reprime no puede evitar recurrir al argumento ad hominem, al insulto. Si los que están de su lado son los buenos, los otros tienen que ser por fuerza los malos, los radicalmente malos, los, según el mismo anuncio, “estúpidos”. Suponer que el insulto puede ser un argumento es cuanto menos, por devolver la palabra, estúpido.

Utilizar el insulto como arma es grave, pero más grave resulta hacerlo público y en mayúsculas. Tal vez de eso también esté orgullosa la mujer al pie del cartel.

“Puede conseguir información en Zion en el edificio de administración a tres cuadras al norte”.

El consuelo de, en tres cuadras, tener la información suficiente como para dejarlo, sería bastante para entrar –sin fumar por supuesto- en Zion. Si el cartel a la entrada del pueblo era así, ¿cómo serían los folletos?

Pero, ¿qué se puede esperar de una ciudad fundada por un pastor evangélico, John Alexander Dowie, que también fundó la Iglesia Cristiana Católica Apostólica de una ciudad cuyo escudo tuvo que ser reformado, por orden de un juez federal, por usar simbología cristiana, de una ciudad que hasta 1940 sostenía en su legislación la doctrina de la tierra plana, y cuyo equipo de béisbol pertenece a Kevin Costner?

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