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Spoilerama • Get Back: El tratamiento Jackson [I] • Óscar Luviano

Óscar Luviano

The Beatles, Get Back - Cartel de la película
The Beatles, Get Back - Cartel de la película
Spoilerama • Get Back: El tratamiento Jackson [I] • Óscar Luviano

1.

Peter Jackson es un cineasta estimable. A él debemos una trilogía de grandes comedias, enfermizas y asombrosas en su ingenio splatter (Bad Taste, Meet the Feebles y Braindead) y dos verdaderas obras maestras: Heavenly Creatures (1994) sobre dos adolescentes que crean un universo fantástico alrededor de su amor lésbico y Forgotten Silver (1995) un falso documental sobre el neozelandes que inventó el cine, el cine sonoro y el cine a color antes que los Lumiere. Su trilogía de El señor de los anillos redefinió el estilo de hacer cine mainstream y reivindicó para siempre a los nerds, que ahora decidimos las tendencias globales (desde Harry Potter hasta el Universo Marvel).

Sin embargo, desde hace años Jackson padece la tragedia que termina por hacer pasto de los cineastas de serie B cuando les sueltan presupuesto: al igual que George Romero, John Carpenter o Joe Dante., Jackson se ve devorado por su propia magnificencia cuando los recursos sobran. 

Es el caso de su intento por emparentar King Kong con El corazón de las tinieblas o su versión sobredimensionado de El hobbit. El ejemplo más elocuente de esta elefantiasis creativa y narrativa es su adaptación de Lovely Bones (2009), un deslumbrante ejercicio visual que, en su pirotecnia, terminaba por conciliar, en apariencia, el feminicidio con el new age, banalizando el dolor de una víctima.

El problema es que Jackson parece instalado cómodamente en esta sobredimensión del cine: sus filmes no son un mero blockbuster, sino universos millonarios que terminan por fagocitarse de tanta grandeza y vacuidad.

¿Qué esperábamos que hiciera con Let it be?

2.

Let it be es, en el imaginario colectivo, el último disco de The Beatles, aunque fue el penúltimo en grabarse.

Su lanzamiento (que incluía un documental sobre los jams que lo originaron) fue retrasado un año por las presiones (internas y externas) que destruyeron al grupo de John, Paul, George y Ringo. Ninguna de ellas, por cierto, se llamaba Yoko Ono. Por ello, Abbey Road (el último disco grabado por el grupo) salió meses antes, con una alegría conceptual y una producción deslumbrante que contrastaron con la radicalidad y el ambiente ominoso que terminan por pesar en cada track de Let it be.

Hablo de radicalidad y de una atmósfera negativa porque esos fueron los motores de esta obra.

Tras el suicidio de Brian Epstein en 1967 (el hombre que, en los hechos, inventó a The Beatles) padecieron una orfandad de la que nunca pudieron salir.

El primer síntoma fue el llamado Álbum blanco, un doble disco que era, en realidad, un rejunte de producciones solistas de cada beatle. De él, brotaron como individuos con MUY poco en común:

Lennon abandonó a la madre de su hijo (literalmente) en una estación de tren hindú y pasó a depender entonces de la artista conceptual japonesa, Yoko Ono.

McCartney abandonó a su novia de toda la vida y se rodeó de las ínfulas de Linda Eastman (de tal calibre que no corregía a nadie cuando la creían heredera del imperio Kodak).

George desarrolló su veta reprimida de compositor. Se hizo de una voz.

Y Ringo siguió siendo Ringo, pero con sus primeros pasos como estrella de Hollywood.

No eran, pues, más un grupo, no aquellos adolescentes que se uniformaban al mismo tiempo como teddy boys o con flequillo de artistas alemanes avant garde (su primer look distintivo creado, sin reconocimiento, por la artista conceptual Astrid Kirchner).

Sus vidas habían tomado rumbos muy diferentes y la separación era el paso lógico.

Las canciones del album blanco (más de la mitad grabadas por separado) daban cuenta de ello: McCartney se sumergía en el vodevil y la música de salón victoriana; Lennon, de la mano de Ono, se hacía pasar por un músico concreto; Harrison abandonó los citaras por el folk, y Ringo era Ringo, pero como experto en canciones felices e infantiles.

Y cuando los cuatro tocaban de nuevo juntos, el resultado era amargo y reverberante, como en Helker Skelter y Revolution. El resentimiento canalizado en un estridencia.

Un nuevo disco era impensable bajo esas condiciones. Y McCartney, como el esposo que sugiere el paso a la cabaña remota para retrasar el divorcio, llegó con la idea: hacer un disco que volviese a las raíces musicales de The Beatles.

Y, para más inri, sugirió como título del disco Get Back (Regresa).

Continuará…

 

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