viernes. 19.04.2024
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Nunca te quise dar en la jeta, de Javier Juan Álvarez

Jaime Panqueva

Nunca te quise dar en la jeta, de Javier Juan Álvarez

Una de mis tías, en aquella Bogotá que se sacudía entonces por las bombas y los primeros cd’s, acostumbraba a visitar las tiendas para comprar aquellos cuya carátula le resultara atractiva. No era una compradora compulsiva, ni melómana, porque no los escuchaba en la tienda, no sé si para no pedir el favor de abrir la cajita, LO que a veces estaba muy mal visto, o simplemente porque para ella la presentación ya presagiaba lo que iba a escuchar. Gracias a la tía Clara conocí a intérpretes como John Pizzarelli, por ejemplo, quien la embelesó con la portada de New standards. Y estaba barato, mijito, me dijo tras describirme su técnica. Yo se lo presto pero recuerde: nunca se sabe quién es más tonto, si el que presta un disco o el que lo devuelve. Y bueno, me lo prestó, a mí, que siempre fui el tonto que le regresaba todo lo prestado, porque aprovechaba para grabarlo en caset.

Pero traigo esto a colación gracias a un libro de cuentos de un colombiano, Juan Álvarez, cuyo título espectacular, Nunca te quise dar en la jeta, Javier (Seix Barral, 2015), escuché en una extraña presentación durante la FIL de Guadalajara del año pasado. Cuando reconocí la portada en la librería, ésta tuvo en mí ese efecto familiar que acabo de evocar. En esta colección se compila una docena de cuentos escritos a lo largo de poco más de una década. Ocho de ellos obtuvieron el premio nacional de cuento Ciudad de Bogotá en 2005, y otros aparecieron en otros medios impresos o electrónicos.

La escritura de Álvarez puede ser diversa, deslizarse entre lo alto y lo bajo, con cuentos de barrio y chanza nocturna profanadora, como en Nadie iba a venir a jodernos, o aburridamente culterana (como si respondiera al reto de fabricar cuentos borgianos para iniciados, con un insólito olor a Bolaño) como Puntos de arena. Yo, sin embargo, me quedo con su capacidad de evocar el terruño a través de la extrañeza de un destierro voluntario y la comunión con otras culturas, con su conciencia permanente de que la palabra evoca y recrea lo que hemos perdido y jamás recuperaremos. De este cd, tal vez por compartir en algunos momentos la nostalgia, me quedo, al igual que mi tía, con el track que da nombre a la carátula, un relato familiar sobre la incomprensión y la mezquindad en una familia de clase media. Sin duda, lo grabaría en un caset.

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