viernes. 19.04.2024
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Luces y sombras de la obra de Octavio Paz, a 100 años de su nacimiento

Tarik Torres Mojica

Luces y sombras de la obra de Octavio Paz, a 100 años de su nacimiento

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La relación que ha tenido el Estado mexicano y los intelectuales a lo largo de nuestra historia reciente es un tema que nos plantea varias preguntas, en tanto que el actual entorno de la cultura global, de la crisis social, cultural nos lleva a buscar signos que nos permitan plantear una salida constructiva que nos faculte a crecer como nación. De ello, descubrimos que las relaciones entre el Estado y nuestros intelectuales ha tendido a ser muy peculiar: por una parte, la intelectualidad ha tendido a ser tolerada y se le ha permitido tener cierta libertad de opinión al señalar las deficiencias de un sistema que en ocasiones ha portado una máscara democrática y popular. Pero por momentos, sobre todo durante los tiempos en que gobernó el PRI, el mismo régimen ha sido capaz de poner límites a la libertad de opinión, y ha sancionado y castigado con severidad cuando sus intereses se han visto amenazados; en este sentido, el caso de José Revueltas (1914-1976) es ejemplar: fue un intelectual que en diversas ocasiones fue encarcelado bajo el cargo de incitar a la sedición y el amotinamiento.

Octavio Paz (1914-1998) a lo largo de su vida intelectual fue un personaje de luces y sombras: su acción osciló entre la confrontación y la cercanía con el poder; en el ámbito de la creación, fue un poeta que creó una obra poética y ensayística notable, que, además, fue capaz de plantear imágenes e ideas que hasta la fecha son motivo de reflexión y discusión.

Durante su juventud, Octavio Paz fue un personaje cercano a las ideas de la izquierda mexicana: en tiempos del régimen del General Lázaro Cárdenas, participó en las misiones educativas, en Yucatán; en 1937 fue parte de los delegados mexicanos que dieron respaldo a la República Española, y es sabido que presentó su renuncia como embajador de México en la India, como protesta por la matanza de estudiantes el 2 de octubre de 1968. Pero no puede dejarse de lado su cercanía con el gobierno priísta, sobre todo en sus últimos años de vida: tuvo un papel preponderante en el panorama político ideológico mexicano, al ser una figura que en los años noventa, durante el salinismo y el zedillismo, contribuyó a la construcción de la imagen de un México cosmopolita, ilustrado, moderno que estaba listo para sumarse al concierto de las grandes economías. Con este fin, se transformó en imagen central en la televisión abierta, por medio de programas como Conversaciones con Octavio Paz, o México, en la obra de Octavio Paz, series que fueron transmitidas por Televisa, en tiempos de Emilio Azcárraga Milmo, un hombre que se ufanaba de ser un incondicional del priísmo.

En cuanto a su labor artística e intelectual, también es un terreno de claroscuros: su poesía es un universo que se yergue sobre la búsqueda de la musicalidad y la precisión en la expresión; se indaga en la palabra y se reflexiona sobre los límites del lenguaje que, por una parte, señala a los entes y, empero, no logra aprehenderlos en su totalidad. Paz observa en el lenguaje la existencia de un espacio vacío entre el significado y el significante. En su poema “Decir, hacer”, se observa esta preocupación. He aquí un fragmento:

Entre lo que veo y digo,
Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y olvido
La poesía.

Se desliza entre el sí y el no:
dice
lo que callo
calla
lo que digo
sueña
lo que olvido.

[...]

Octavio Paz pone en evidencia el problema que está presente en los actos del habla: no obstante que se trata de aprehender los entes por medio de su enunciación, al interior del lenguaje existen espacios que impiden el completo enclaustramiento de la realidad dentro del signo. Esta inquietud sobre el lenguaje también se hace patente en su obra ensayística, sobre todo en la que reflexiona sobre la poesía y los límites de la representación lingüística; tal es el caso de los textos contenidos en su obra Corriente alterna (1967), en cuya primera parte titulada “¿Qué nombra la poesía?”, se lee:

[...] la actividad poética tiene por objeto, esencialmente, el lenguaje: cualesquiera que sean sus creencias y convicciones, el poeta nombra a las palabras más que a los objetos que éstas designan. No quiero decir que el universo poético carezca de significado o viva al margen del sentido; digo que en poesía el sentido es inseparable de la palabra, es palabra, en tanto que el discurso ordinario, así sea el místico, el sentido es aquello que denotan las palabras y que está más allá del lenguaje.

Su obra escrita es notable en tanto que procuró indagar las raíces de la mexicanidad, y para ello se embarcó en la aventura de hacer una summa de las visiones de la cultura mexicana existentes en su tiempo. El laberinto de la soledad, de 1950, El ogro filantrópico, de 1979 y Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, de 1982, son muestras de la ambición de Paz por tratar de darle forma y sentido a las paradojas de la identidad y las contradicciones del alma mexicana. De ahí habrían de surgir visiones de una pueblo edípico, enfrascado en una relación de amor/odio con sus raíces hispánicas e indígenas, que había sido incapaz de incorporarse a la Modernidad occidental.

Tal ha sido el impacto de las visiones de Paz, que su visión de la mexicanidad no ha dejado de ser objeto de discusiones y réplicas: en 1987 Roger Bartra publicó La jaula de la melancolía, y en años recientes, 2010, Heriberto Yépez publicó La increíble hazaña de ser mexicano. Ambos textos, en diferentes grados, tienen toman como punto de partida la visión de Paz respecto a la identidad mexicana.

Hombre de pasiones, de filias y fobias, fue impulsor de proyectos editoriales como la revista Plural (1971-1976), y Vuelta (1976-1998). Ambos proyectos tuvieron la ambición de conformarse en plataformas por las que se buscó ventilar el panorama cultural y artístico mexicano y que, no obstante, cerraron sus puertas a opiniones contrarias.

Es indudable la calidad de la obra escrita de Octavio Paz: el cuidado y la búsqueda de la precisión y la plasticidad en el uso del lenguaje, ya fuera por medio de la poesía o a través del ensayo, son algunos signos de gran valía de su producción escrita. Y aunque tampoco pueden dejarse de lado sus sombras, ellas también tienen un sentido positivo: permiten entender, reflexionar y tomar una postura respecto a las implicaciones que tiene hacer trabajo cultural, sobre todo en un contexto como el actual: en los tiempos de Paz existía un entorno en que los medios informativos estaban bajo la tutela del Estado mexicano, y la acción y presencia de los intelectuales le daban cierto lustre democrático al régimen; el partido gobernante premiaba y castigaba a placer, y marcaba el ritmo de la disidencia y del homenaje.

A cien años de su nacimiento, las condiciones de la intelectualidad mexicana y los mass media han cambiado: existe un entorno en que la información se presenta de manera fragmentaria y difusa; la presencia de los intelectuales es parte del ruido que se genera en el día a día, y sus opiniones se mezclan en una totalidad donde conviven tanto lo banal como lo importante, lo local como lo global. Vistas así las cosas, el reto radica en generar espacios que susciten la discusión y la transformación del presente cultural y político mexicano, no obstante la pluralidad y dispersión de las voces.

 

[1] Profesor del Departamento de Estudios Culturales Universidad de Guanajuato, Campus León