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ENSAYO

De la insoportable fragilidad del futuro. O del Tiempo Social y los pasados en épocas de riesgo • Héctor Gómez Vargas

Héctor Gómez Vargas

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De la insoportable fragilidad del futuro. O del Tiempo Social y los pasados en épocas de riesgo • Héctor Gómez Vargas

Preguntando a los documentos y escuchando sus respuestas, puede estudiar las almas de los muertos y evaluar las sociedades en que vivieron. Si abandonamos todo contacto con los mundos perdidos nos condenamos a vivir en un presente bidimensional y abocado al olvido, y nuestro propio mundo se volvería plano.

Robert Darnton, Edición y subversión, Literatura clandestina en el Antiguo Régimen, p. 9




 

Memorias

El historiador leonés Guillermo Zermeño preparó la edición de las memorias de otro leonés, Toribio Esquivel, y en el estudio preliminar, y en otros escritos al respecto, hace ver algunas consideraciones que rodearon la inquietud y los momentos de la escritura de las memorias. Ambos, la inquietud y el contexto de recuperación de las memorias, se dieron una vez que Esquivel cobra una distancia de lo que fue el paso del siglo XIX y hace una serie de observaciones de algunos indicios alrededor de los efectos de la Revolución Mexicana que tendrían para reconocer lo que estaba en juego en todo el territorio nacional, del peligro de olvidar una diversidad de pasados. 

Una forma de ver esto es que Esquivel reconocía una borrosidad en el futuro del país en las primeras décadas del siglo XX porque había varios escenarios de riesgos, y una de sus reacciones fue volver la mirada a su pasado, a ese lugar donde nació y creció, de emplear sus memorias, sobre su familia, la vida cotidiana de la ciudad, sus personajes y cultura material, su vida social —que la remitía a varios pasados atrás­, como recurso de resistencia ante el olvido, un dispositivo para otros momentos de riesgo por el olvido de momentos en el futuro.

Hay dos tendencias en el escrito de Esquivel que son recurrentes en las diversas entradas de su libro. Una de ellas es hacer ver que algo sucedió en la ciudad en las últimas décadas del siglo XIX, que alteró un orden social y material que remitía a un pasado de siglos atrás que poco se había alterado, y veía dos procesos de modernización en ello. El que señala como más importante era la modernización que se daba en la fachada de la Catedral, como una iniciativa de los primeros obispos de la ciudad, y las reformas de la enseñanza del Seminario, ambos como una propuesta de modernización de la iglesia para estar al tanto de los nuevos tiempos. Pero la otra tendencia, que vio como un huracán que barrió con todo, fue la llegada de ciertos inventos, en particular el ferrocarril, y el conflicto armado de la Revolución Mexicana. En esta segunda tendencia fue la que vio como la causa de un cambio radical porque prometía borrar muchas cosas y trastornar nuestra noción del futuro, y para ello estaba su propuesta de las memorias: recuperar un pasado para evitar lo que expresa el historiador francés, Robert Darnton, evitar la condena de “vivir en un presente bidimensional y abocado al olvido, y nuestro propio mundo se volvería plano”. 

Otro asunto al que retorna seguido Esquivel es la tendencia a no valorar y atender el pasado de la ciudad. Más bien, veía una especie de rechazo o inutilidad en hacerlo, algo que iba entre la inconsciencia y la arrogancia, si no es que la estupidez, por no aceptar y hacer algo para que los documentos de los pasados de la ciudad se conservaran. Un ejemplo de ello lo dio al decir que algunos de esos documentos eran vendidos y se empleaban en una carnicería para envolver la carne o la manteca que se vendía. Es posible que no solamente haya sido algo propio de la ciudad de Esquivel. El historiador Luis González y González expresaba en algunos de sus escritos que a los mexicanos no les interesaba la historia, que era algo de unos cuantos, y en particular, de aquellos personajes que se autoasumen como cronistas, amantes, coleccionistas e historiadores de sus terruños, de su matria. 

Habría que recuperar las reflexiones de historiadores sobre las formas de proceder de su oficio, y la razón del por qué se hace historia: porque hay un riesgo en el futuro, no en el pasado. El presente del historiador manifiesta escenarios de complicaciones, peligros, momentos o condiciones de novedad donde se está ante una alteración, una singularidad donde muchas cosas, o todo, puede avanzar de una forma nueva o inédita, y ello pone en riesgo la continuidad, el futuro, o los futuros.

Riesgo (s)

Algunos historiadores hablan de que con el paso al siglo XXI se ha pasado a una nueva relación con el tiempo, como parte de una diversidad de procesos que se gestaron en las últimas décadas del siglo XX. El orden mundial contemporáneo ha venido manifestando la aceleración de un nuevo “régimen de historicidad”, como proponen algunos historiadores y sociólogos, que tiende a manifestar la predominancia de permanecer en algo que parece un “amplio y lento” presente. Se tiende a evitar avanzar, o crear, el futuro, y con ello, el retorno de una diversidad de pasados que “conviven” en forma simultánea. Una de las consecuencias es que hay una incapacidad para crear futuros, y más bien detenerlo al mezclar pasados y disfrutarlos, de vivir de una manera que el filósofo Friedrich Jameson ha llamado el “modo nostálgico” de la cultura.

Es decir, algunos historiadores hablan no solamente del riesgo para lo que sucede con su oficio, el estudio del pasado, sino para la cultura en el momento presente. Reconocen la importancia de recuperar los pasados de las décadas previas al fin del siglo XX para contemplar el presente que se ha conformado en el XXI y evitar verlo en una condición “bidimensional”, como algo plano, sin vínculo con pasados varios.

Facebook, la ciudad de León, el pasado y la nostalgia

En los últimos años se puede observar la aparición de varias cuentas de Facebook que se dedican a compartir y comentar sobre el pasado de la ciudad. De un modo nostálgico, los administradores, aunque igualmente los que se han suscrito a las cuentas, hacen una serie de recuentos, exposiciones, y exploraciones de sus pasados: el de sus padres o abuelos; los de la ciudad, su historia, tradiciones, la ciudad que vivieron en su infancia o en diferentes momentos de su vida; actividades, gustos, objetos, lugares, personas, algo que manifieste que estuvieron ahí, lo vivieron, lo recuerdan y fue compartido con la gente de su generación.

Los temas de estos grupos se han venido especializando y diversificado: desde aquellos de mitos y leyendas paranormales, como para manifestar el desarrollo turístico de la ciudad, pasando por la identidad de la cultura local, algunas de sus colonias y barrios, y varias más. Algunas cuentas tienen miles de suscriptores. Miles. Y no todos viven de la ciudad, o nacieron y crecieron en ella. Hay muchos leoneses que viven en otras ciudades, o países, y encuentran en estas páginas algo que tienen en la memoria, en el recuerdo, en la nostalgia. 

El éxito de estas páginas ha propiciado varias cosas: el crecimiento de más páginas, el robustecimiento de las que tienen éxito, la diversificación de los temas, el abandono y fracaso de otras cuentas, pero hay otras que son muy, muy importantes. Una de ellas es que cada cuenta puede tener varios administradores que se asumen como interesados, estudiosos o dispuestos a investigar sobre el pasado de la ciudad. Es decir, nuevos historiadores matrioteros, como les diría Luis González y González, que comparten sus materiales e ideas en un tono de “nuevos” cronistas de la ciudad. Esto ha traído otra novedad: la exploración de documentos de diverso tipo y procedimientos por compartir. Se contempla una especie de saqueo a archivos personales y familiares, saqueo en el sentido de ir a buscarlos y otorgarles un valor (económico, sentimental, histórico, cultural, etcétera) que no tenían hace pocos años. El material más importante ha sido el visual: fotografías, anuncios publicitarios, portadas de periódicos, de revistas, libros de poesía, directorios, planos, postales, etc. Algunos se han puesto a producir postcasts, videos o registros fotográficos en la ciudad, y los comparten en estas cuentas, o abren canales en YouTube.

Pensando en que hace un siglo Esquivel escribió sus memorias como un acto de contemplar un riesgo para el futuro de la ciudad, ¿qué indica esta floración y exaltación del pasado de la ciudad? ¿Qué riesgos están en el futuro de la ciudad? Más allá de las proclamas de propagandas de políticos, ¿se puede contemplar y hablar de un futuro, o los futuros de la ciudad? Y, si es así, ¿por qué revisar el pasado de la ciudad, sobre todo de ese pasado “reciente” que se ha vivido en la ciudad desde la última década del siglo XX?

Una de las tendencias de comentar en el tono nostálgico sobre la ciudad es a decir que ya no es la de antes, y a eso se agrega que tenía algo especial, incluso que era mejor. Eso, precisan unos en sus comentarios, dicen que la de ciudad ahora está cubierta de inseguridades, riesgos, incertidumbres. Es decir, los riesgos de contemplar, fr hablar, del futuro. 

Distopía

Cuando el historiador francés Francois Hartog propone que se ha estado alterando el régimen de historicidad que emergió con la modernidad europea en los siglos pasados, no ha sido el único. Antes hubo otros, más atrás, en tiempos antiguos. Además de que algunos historiadores hablan de los estratos del tiempo vinculados con las sociedades modernas, hay propuestas que provienen de otro tipo de científicos intelectuales que han estudiado el siglo XX y el actual, y lo han hecho pensando el tiempo y el espacio desde ámbitos donde se entiende la manera de percibir y concebir las diversas maneras de expresión del tiempo en la organización de lo humano dentro de civilizaciones y culturas. Así, hay sociedades que han organizado su vida alrededor del pasado, como ahora la tendencia parece ser al presente. En ambas organizaciones hay visiones sobre el futuro, donde lo más conocido que hemos tenido es el de la organización de que el futuro está adelante del presente, y que es posible concebirlo como resultado de un avance, un progreso; por ello se hablaba de utopías como algo que llegará, y por lo que las cosas serán mejores.

Lo que dicen algunos teóricos y críticos de la cultura reciente es que la idea de un futuro posible y deseable se canceló desde hace décadas. No solo ha traído como consecuencia una contracción en la idea y concepción de lo que es y podría ser el futuro, sino que se trata de evitar porque las utopías han cedido a una condición distópica. En la década de los noventa, cuando emergían las tecnologías digitales y el mundo comenzaba a interactuar mediante redes sociales, en el mundo social e intelectual había cierta utopía que podría propiciar una revolución que tanto se le había negado a los movimientos políticos y militantes en el pasado. Al comenzar la primera década del siglo XXI la visión cambió, pues ese mundo interconectado implicaba darle la espalda a un mundo deseable y feliz. El mundo distópico apareció, y hoy es posible verlo y pensarlo en las producciones visuales que aparecen por las redes sociales, y en plataformas como Netflix y otras más. Estas producciones audiovisuales son algunas de las maneras como se tematizan las perspectivas de futuro.

En los tiempos actuales, el pasado no es un asunto de los historiadores, sino de todos aquellos que imaginan los riesgos del presente, porque una de las funciones de los pasados de la cultura es que sin ellos no se conforma el presente cultural, el ahora de la cultura. Los historiadores están definiendo la importancia actual de su propia área de estudio, pero otros más se están involucrando en todo ello, y una de las tendencias importante en el presente en la noción de documentos, de la conformación de archivos, en un tiempo donde el papel, las bibliotecas, las imágenes impresas, parecían permanecer fijas, hablarnos de eso que fue, de darnos la idea, la creencia de que eso fue el pasado, pero ahora, en tiempo social que acelera, la vida social se registra por dispositivos y recursos que cambian de continuo, “¿Dónde quedara nuestro pasado dentro de un siglo? ¿Soñaremos nuestros pasados en los residuos de Facebook, Instagram o YouTube que se puedan encontrar y activar, para luego interpretar lo que ahí se encuentre? ¿Qué imagen del pasado emergerá —como ahora sucede cuando recuperamos y activamos el sonido de una audiocassetera o un walkman– cuando podamos leer algunas revistas científicas o novelas que se escribieron para Amazon y que aparecían en tabletas para leer documentos; cuando se activen hologramas? ¿La inteligencia artificial podrá describir sus historias en un contexto completamente diferente?  

“¿Dónde quedara nuestro pasado dentro de un siglo? ¿Soñaremos nuestros pasados en los residuos de Facebook, Instagram o YouTube que se puedan encontrar y activar, para luego interpretar lo que ahí se encuentre?”

Como diría Philip K. Dick: ¿podremos pensar que los androides van a soñar con sueños electrónicos? Depende mucho de la manera como percibamos y concibamos nuestro Tiempo Social, lo que hagamos con la recuperación del pasado ante la localización de riesgos de nuestro futuro.

3 de enero de 2023


 

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