POESÍA
Tachas 569 • Segundo Manifiesto Neotropical I • Javier Raya
Javier Raya

I
Bob Dylan andaba ya desde hace tiempo tras la pista de Woody Guthrie. Luego de una carrera breve y meteórica, el mítico cantante de folk había desaparecido de la noche a la mañana de la escena pública sin dejar rastro.
Guthrie era lo que llaman “un patriota”. Había cantado las grandezas del Destino Manifiesto en “This Land is Your Land”, y peleaba desde la canción las batallas que los soldados esta#dunidenses peleaban en Normandía, en Verdún, en las islas del Pacífico, cercando Berlín un metro a la vez, a costa de miles de muertos. La muerte había sido una experiencia muy real para la generación de Guthrie, para quienes los fantasmas de la guerra todavía arrastraban sus cadenas en la memoria años después. Su fama había caído en el letargo, pero Dylan y unos pocos entusiastas le seguían las huellas.
De Bob Dylan (né Robert Zimmerman) hay poco que decir en 1961: sólo ha escrito dos canciones, pero las canta en cualquier lugar donde lo dejen, además de un amplio repertorio de canciones tradicionales, algunos roots y gospels, algunos blues y muchos covers de Guthrie.
La foto que Dylan llevaba en su cartera muestra a Guthrie bajo la luz de plata con los ojos entrecerrados, la mirada baja, el mentón fuerte, camisa de leñador sobre el cuerpo hirsuto, con la guitarra sostenida a la mitad del pecho, como un hacha manejada con soltura. Tal vez estaría cantando una canción sobre los mineros que quedaron atrapados en un derrumbe, o sobre los niños Floyd que murieron en el incendio de su granja, o sobre esta tierra que es gringa desde California hasta las islas de Nueva York. Quién sabe. En el cuerpo de la guitarra se lee “this machine kills fascists”, un lema probablemente más adecuado para el alerón de uno de los aviones caza desplegados en el Pacífico Sur o para una ametralladora Springfield que para un instrumento musical.
Dylan la vio o la supuso ahí, metida en su estuche negro —con aires de ataúd—, la guitarra, al fondo de la habitación de Woody en el hospital Greystone Psychiatric de Nueva Jersey, como el arma de un mafioso de Chicago en la duermevela vigilante de las armas.
El joven Zimmerman se presentó como Dylan, sacó su guitarra, se demoró unos segundos en afinarla y tocó un par de temas, entre ellos “Song to Woody”, eso está bien documentado. Hay una vieja versión de “Song to Woody” donde se puede escuchar el cuaderno de Dylan crujir suavemente cuando cambia de página, la letra no bien memorizada aún, detan fresca. El micrófono recuerda todo. Dylan contó a través de los años que a Woody le gustó su interpretación. Lo único que consta es que Woody escribió “Aún no estoy muerto” en el autógrafo de la foto. Dylan aún no lo sabía, pero esa frase le estaba salvando la vida.
En una de las fastidiosas entrevistas que lo agobiaron durante su carrera (con aquella cantaleta de encumbrarlo como la voz de su generación), Dylan diría de sus canciones que “fueron las únicas palabras que pude encontrar para separar la vida de la muerte”. Quería, como Guthrie, delimitar una zona temporalmente autónoma donde la muerte no tuviera poder: una canción: una cosa que se ponía de pie por sí misma, como decía su héroe, Arthur Rimbaud.
Woody quería matar al fascista que cada estadunidense llevaba dentro mediante una operación espiritual: construir un monumento a la americanidad en el corazón de cada gringo, y como se propuso redimir personalmente a cada uno de ellos, escribió miles de canciones, muchas de las cuales no se grabaron nunca. Desde la trinchera de sus canciones, Woody Guthrie decidió que iba a ganar la guerra él solo. Y Bob Dylan lo seguía de cerca, tomando notas.
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Javier Raya (CDMX. 1985). Poeta, traductor y tallerista mexicano. Hizo estudios de Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México unam. Fue miembro del consejo editorial en Proyecto Literal y miembro del equipo de redacción de Pijama Surf. Impartió talleres de escritura. Parte de su trabajo ha sido traducido al inglés, portugués, árabe y a la variante dialectal spanglish. Ha publicado en Tierra Adentro, El Jolgorio, Trifulca, Periódico de Poesía y Yagular, entre otros medios impresos y electrónicos. Mantuvo el blog cuadernoderaya.blogspot.com que cuenta con un repositorio gratuito de todos sus trabajos.