CRÓNICA
Tachas 621 • Un paseo por Ciudad Pobreza • Francisco Rangel
Francisco Rangel

Hace 25 éste era el sueño del mundo económico.
Hoy es un poco diferente: bajas de un camión y vas rumbo a tomar una de sus orugas: ya puedes ir viendo la calle llena de escoria: el tráfico es extraño: nadie sigue las mínimas reglas: los autos pasándose los altos frente a los tránsitos, también frente a ellos, los motociclistas sin casco, o quien lo trae va con su pareja y un niño y un bebé: apenas acabas de caminar dos cuadras.
Ya que caminas por el bulevar puedes observar el alto contraste: edificios con gran diseño y negocios cerrados. Antes de que cruces para tomar el transporte público ves pasar a una camioneta con un anuncio de la presidencia municipal. Quién sabe qué anuncia, pero la cara de la presidenta es enorme. La gente que sube al camión tiene cara preocupada, nadie sonríe, se sube un rapero que insulta a los que viajamos y después pide dinero. Muchos negocios cerrados, varias concesionarias de autos con música fuerte y autos en las banquetas. Muchos policías armados hasta los dientes. Intento platicar y sólo logro conectar con una anciana que me cuenta sus problemas médicos y me cuenta que su hija le hará su fiesta a su hija de quince. Fuera de ella, sólo se escucha hablar fuerte a una mujer que avisa que va en la línea uno rumbo al lugar donde la esperan. La anciana me pregunta si no soy de aquí al ver que me distraigo de su drama con los médicos del imss. Le digo que sí, pero que vengo llegando de viaje y que no había dado cuenta de lo triste que es la gente en la ciudad. Vemos cómo un vento gris avienta a un motociclista que va en el carril de alta velocidad. De un lado ruinas, de otra una galería de arte. El motociclista levanta su unidad, el auto sale volando, pasándose el alto. Atrás de ellos, una camioneta que dice policía vial, que se queda impávida. Avanzamos. La señora calla. Le digo qué pasa con los tránsitos. El tipo que va atrás de nosotros me suelta una perorata de que por eso no ha comprado su moto: que los policías no hacen nada, que la ciudad está muy insegura.
La chica que va atrás nos comienza a contar que ella tenía una moto y se la robaron, que le informó a la policía y no hicieron nada. Ni harán, se escucha atrás de ella. ¿Por qué no hacen nada?, pregunto inocente. Seasmamón. escuchó. Me agüito un poco. Se siente la violencia contenida.
Se ve lo que fueron las oficinas del PRI: un edificio demacrado. Primera vez que escucho el conjunto de quejas de los leoneses. Siempre tan callados, tan en su postura. No paran las quejas. Son tantas voces que no logró poner atención a todas. De repente hay una uniformidad: es la presidenta, es MORENA, que no los toma en cuenta.
Alguien, muy atrás, grita que no dan dinero para ellos.
En mi suma estupidez se me ocurre preguntar: ¿Ustedes son pobres o clase media? Casi a gritos dicen clase media. Les preguntó si ganan más de veinte mil pesos al mes. Vuelve el silencio inicial. Si no ganas treinta y tres pesos mensuales, no eres clase media. Digo en un grito. El silencio es sepulcral. Hasta los teléfonos callaron. La anciana me dice que ella recibe ocho mil pesos mensuales. Casi en susurro, escucho cifras. Nadie pasa los los nueve mil pesos.
Somos pobres, digo, y tomo mi camino para bajar.
Esto es lo que administra la presidenta municipal. Me doy cuenta de que ella sólo administra aquella “Humilde propuesta” de Jonathan Swift.