DISFRUTES COTIDIANOS
Tachas 622 • La luz que imaginamos: Iluminando feminismos • Fernando Cuevas
Fernando Cuevas

Abrir la posibilidad de un romance, a pesar de las diferencias, y cerrar la prolongada espera por el hombre amado, más como liberación que rendición. De la convulsa vida citadina a la pausada existencia rural se presentan circunstancias y se provocan encuentros, acaso bienvenidas y despedidas: la iluminación aparece entre penumbras impulsada por una imaginación capaz de invadir de luminiscencia, incluso, los caminos señalados por la incertidumbre y el desasosiego. Imaginar para recrear nuevas formas de experimentar el amor, inventando conversaciones y recordando momentos.
Dirigida por la sensible realizadora Payal Kapadia, La luz que imaginamos (All We Imagine as Light, India y varios países, 2024) es una reflexión cercana y naturalista sobre las decisiones de la vida, en particular en torno a los vínculos románticos o matrimoniales, envueltas en contextos laborales, culturales y sociales demandantes y conflictivos, como las intensas jornadas en el hospital, la gentrificación de las grandes ciudades que expulsa a los habitantes originarios, la permanencia de las bodas arregladas y la desconfianza hacia otras creencias y costumbres, así como las distancias generacionales que implica distintas formas de entender los vínculos.
Ya en Una noche sin saber nada (2021), su primer largometraje, la directora india abordó la distancia que separa a los amantes, desde un contexto social marcado por la protesta, mientras que en Afternoon Clouds (2017), exploraba la relación que establece una mujer mayor con su trabajadora doméstica. Ahora sigue a dos enfermeras (Kani Kusruti y Divya Prabha), una con más experiencia que funge como responsable de la otra: la primera espera que su esposo al menos le conteste el teléfono desde Alemania, en tanto la segunda está iniciando un romance con un joven musulmán (Hridhu Haroon). Una tercera mujer (Chhaya Kadam), también trabajadora en el hospital, se convierte en un motivo argumental que detona un viaje que las tres realizan al pueblo costero de ella, ante la imposibilidad de seguir pagando la renta.
Los días transcurren entre algún regalo inesperado, la ida al cine, la preparación de la comida, los traslados, el acercamiento afectivo de un médico y el cuidado de los pacientes en una Mumbai palpitante: la cámara se entromete a los mercados, al transporte público, a las festividades religiosas y a los latidos de las calles en modo documentalista, justo para brindar un amplio contexto de cómo viven las protagonistas, dentro de un pequeño departamento en el que comparten los alimentos, uno que otro reproche y preocupaciones conjuntas: los coloridos son contrastantes, transitando de ciertas reflexiones al filo de la oscuridad, en espacios estrechos, y el dechado de brillantes tonalidades que impulsan la gigantesca ciudad india.
La vaporosa y emotiva música de Topshe va acompañando los momentos de transición de las mujeres y de sororidad entre ellas, expresada en una puesta en escena que se detiene a observar: exigirse, cuidarse y acompañarse para tomar los propios caminos. Desde el título mismo del filme, la directora imprime un cierto tono poético que se encuentra con un realismo absorbente, capturando momentos decisorios para sus protagonistas, envueltos en una cotidianidad de la que terminamos siendo parte. La posibilidad de convertir en luz la propia imaginación para encontrar respuestas a la orilla del mar o en la lejanía de un poblado que todavía sabe encender las farolas.