sábado. 20.04.2024
El Tiempo

Nota luctuosa

Nota luctuosa

El pasado viernes 2 de agosto, por la mañana, murió don José G. Moreno de Alba, quien fuera director de la Academia Mexicana de la Lengua, entre otros muchos encargos de gran valía para la lengua nacional. Don José nos deja un enorme y rico legado en el recurso más importante para una persona: el idioma. Sin esta habilidad bien desarrollada, el ser humano está perdido. La labor de difusión del maestro Moreno de Alba, la pasión por el idioma, su profunda calidad moral, su amor por el español de México y el perfil humanista de su actuar, dio giros importantes a las instituciones en las que se desenvolvió.

La presencia y la fuerza de la Academia Mexicana de la Lengua en el marco de la asociación de estas agrupaciones, el enorme prestigio y su decisiva influencia en la actividad productiva de ellas, materializada en documentos y libros, tuvieron origen en su entusiasmo, capacidad y visión. Pero lo más importante: a muchos nos sembró el interés por adentrarnos en el idioma y la voluntad de difundir sus particularidades. Este columnista se centró en los temas del idioma gracias a su ejemplo. Aspirante a estudioso de la lengua, le debo mucho.

En 2009, cuando tuve el gusto de ver publicados mis trabajos en un libro editado gracias a la generosidad de Antonio Borja, entonces director de la Casa de la Cultura de Guanajuato, José Luis Lara Valdés, académico de la Universidad de Guanajuato, atinadamente calificó al libro Chispitas de lenguaje como un hijo de la labor de difusión de don José G. Moreno de Alba.

Aunque don José fue un erudito de la lengua, le caracterizaba la modestia. Jamás corrigió a alguien directamente y disfrutaba el manejo coloquial a su derredor. En alguna ocasión dijo que así como un arquitecto deja como legado edificios, él dejaría sus libros. Contamos, con su famoso Minucias del Lenguaje (regularmente referido en esta columna) y El español de América (ambos en el Fondo de Cultura Económica). Pero igual contribuyó de forma decisiva en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en el Diccionario panhispánico de dudas, en los maravillosos tomos eruditos de la Nueva gramática de la lengua española (2008) y con el toque humanista y amigable de la Ortografía de la lengua española (2010).

Aclaraba que a pesar de que llevaba más de 30 años estudiando la lengua española, siempre había algo más por aprender: «Me gusta del conocer que nunca acaba, siempre es más lo que uno ignora que lo que sabe. He escrito muchos libros y artículos que han tenido cierto éxito entre los colegas o entre la gente. Para mí es satisfactorio poder manejar dos tipos de discursos, uno para el querido colega, como lo llamamos, y otro para todo mundo, en mis artículos en el periódico o en revistas, trato de decir cosas para todos, pero también he podido conservar un diálogo con otros lingüistas; creo que ambas cosas son necesarias».

Gracias a su empeño hoy el español de México tiene apellido; nada más adecuado que Moreno, igual que nuestra nación. Descanse en paz.