Gracias a un viaje planeado desde hace meses, escapé del desabasto de gasolina justo el día de la Cabalgata de Reyes. No sin preocupaciones, pues el taxista que nos llevaría al aeropuerto tuvo que buscar un reemplazo ante la imposibilidad de cargar combustible para abandonar la ciudad.

El panorama de Silao ya era dantesco, con largas filas y gasolineras cerradas por falta de producto.

Las noticias, trinos y grupos de Whatsapp a lo largo de la semana, nos forzaron a mantener la guardia en alto durante las vacaciones, y se convirtió en una preocupación mayor que encontrar las playas invadidas por los sargazos a comienzos del 2019. La extensión de la escasez a otros estados, e incluso a la CDMX, nos hizo temer que el desabasto nos alcanzara en la lejana laguna de Guerrero; una breve cola en una estación de servicio inquietaba, aunque nunca tuvimos que formarnos para llenar el tanque del coche de alquiler.

El taxista que nos trajo a la ciudad el fin de semana pasado nos puso al tanto en la cronología de la carestía, aunque se había formado durante medio día y a lo largo de toda una noche, ya conseguía llenar el tanque en “sólo” dos horas. Y a pesar de sentirse afectado por la iliquidez, estaba de acuerdo con que finalmente se combatiera a los huachicoleros. Por entonces, no había datos específicos sobre capturas o imputados, pero decía estar dispuesto a soportar las colas durante horas mientras la empresa criminal fuese puesta tras las rejas. Mientras yo trataba de aquilatar el civismo de aquel taxista, pensaba en las imágenes del gobernador de Guanajuato, pasaporte en mano, a punto de abordar un vuelo a Houston, en búsqueda de “soluciones”; como un avestruz que hunde su cabeza en la tierra.

¿Qué apoyo popular puede tener un gobernador que lloraba en los noticieros nacionales y decía que ahora sí estaban “supervigilados” los ductos que se ordeñaron durante más de una década? Y siendo sinceros, tras los resultados electorales del año pasado, ¿en realidad le preocupa al PAN el respaldo popular? Por su forma de actuar parece que no. Las verdaderas soluciones no están en Houston, y esto lo saben muy bien, sino mucho más cerca: en Santa Rosa y los Apaseos...

Y no es sólo este asunto. Si vemos el plano nacional, los panistas se rasgan las vestiduras exigiendo una Fiscalía que sirva y repudian la terna presentada ante las Cámaras por ser amigos del Presidente. En Guanajuato, ni siquiera se han presentado alternativas a Carlos Zamarripa. Dicen que nadie tiene su experiencia, aunque el resultado de ésta consista en convertir a lo largo de ocho años a un estado seguro en uno de los más violentos de México. ¿Dónde está la terna?

Mientras el combustible vuelve a fluir, empiezan a publicarse los resultados del plan antihuachicol: empresas bloqueadas, cientos de detenidos, ex-funcionarios y figuras públicas investigadas. ¿Será que correremos el riesgo de quedarnos sin clase política?

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