martes. 16.04.2024
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Pongamos que hablo de León • 477, León entre la vanguardia y la tradición • Luis Ernesto Camarillo

“…Un murmullo que se acerca, apenas perceptible, de señoras rezando el rosario…”
Pongamos que hablo de León • 477, León entre la vanguardia y la tradición • Luis Ernesto Camarillo

A lo lejos las campanadas del templo de La Conquista marcan las seis de la mañana. Un murmullo que se acerca, apenas perceptible, de señoras rezando el rosario. Se hace más presente para luego irse apagando hasta desaparecer en el barullo de una ciudad que de apoco despierta. Los motores de los vehículos automotrices, algunos cuetes de fiestas de barrio para luego unirse a esta sinfónica citadina los habitantes: niños que corren para llegar a las escuelas del centro: la Nicolás Rangel o La del Padre Lira, o la Modelo. 

León, Guanajuato, a lo largo de su historia ha destacado por pertenecer a las fundaciones que se hicieron en el siglo XVIII, al paso por la conquista del territorio, en este avance hacia el norte como un eslabón del Camino Real de Tierra Adentro. Sus puntos de acceso: de Lagos por los Pozos del Fraile, hacia Guadalajara, por los pueblos del Rincón, hacia San Luis Potosí por la Sierra de Lobos y también por ahí su conexión con las minas de Comanja de Corona y la salida dela Calle Real de Guanajuato que unía esta población con las haciendas de Santa Ana del Conde, Loza de los Padres y Comanjilla. De ahí el camino se bifurcaba hacia Silao o hacia el mineral de la Luz, en la sierra de Guanajuato. Una villa muy comunicada, por el intercambio de productos que esta tierra producía y las mercancías que llegaban de otros lugares.

Una ciudad que desde el inicio tuvo como lema Labor Omnia Vicit, que significa El Trabajo Todo lo Vence: de origen la economía era huertera; en el margen de los ríos se veían las plantaciones de jícamas y lechugas, sobre todo en las troneras del barrio de San Miguel de la Real Corona. En la Hacienda de Santa Rosa Plan de Ayala se plantó trigo y arroz, cultivo de difícil, pues el agua no abundaba, pero para ello se establecieron sistemas para transportar el agua por gravedad desde el río Silao hasta esa parte de la ciudad. 

Otra de las actividades fue la de la manufactura de rebozos, de los llamados de bolita. Talleres familiares que tenían varios telares en los que se tejían esas prendan en uso para aquellos entonces. También se tiene noticia de que había tinajas dedicadas al teñido de la Lana que se usaba para tejer los rebozos, esto en el Barrio de San Miguel. Otra de las actividades colaterales al tejido de los rebozos fue el planchado y el rapacejo, los nuditos de las barbas del rebozo. Me tocó conocer a Doña Tomasita y sus hijas, Lupe y Estela,quienes aparte de vender atole blanco, tamales y buñuelos, se dedicaban a planchar rebozos. Quizá sería de las últimas que se dedicaron a ese oficio, por los años ochenta del siglo pasado. 

Sin duda, lo que representa al León de mediados del siglo pasado es lo referente al sector cuero calzado, de ahí las grandes marcas ahora internacionales, pero primero fueron estupendos curtidores y de los principales productores de charol. Después de mucho investigar y platicar con los viejos habitantes de León, caigo en cuenta de que antes que zapateros fueron talabarteros, que es un campo mucho más amplio. 

Curtidores del Barrio Arriba, donde se instalaron desde el siglo XVIII las tinajas para curtir primero las baquetas para elaborar correas para hacer los amarres de la carga, y de ahí ir domando el grosor de los cueros para hacer una infinidad de productos, mismos que se vendían en la Línea de Fuego, zona de vendimia instalada originalmente detrás del templo de la Virgen de la Soledad, actual mercado Praxedis Guerrero. 

Las zonas de las picas se encontraban en el Barrio de Santiago y en el San Juan del Coecillo. Esto se extendió a las zonas altas de León, después de la inundación de 1888, por auspicio del Obispo Tomás Barón y Morales, quien adquirió los terrenos aledaños del Santuario de Guadalupe, y se trasladaron ahí los damnificados de ese siniestro, y los piqueros se instalan también, conformando la Colonia Obrera.

A lo largo de estos 477 años, León se ha convertido en punta de lanza de la industria, y desde principios del presente siglo se ha diversificado su economía al sector servicios y lo que ahora se llama turismo de negocios. El polígono conformado por la Biblioteca Estatal, El Museo de la Ciudad de León, y el Teatro del Bicentenario, en cuyos jardines se colocan exposiciones escultóricas de gran formato, es muestra de la vanguardia en instalaciones que, junto con el Parque Metropolitano, el de los Cárcamos y las zonas naturales de Vergel de la Sierra, se convierten en los sitios que para el solaz esparcimiento prefieren los leoneses. 

León cumple 477 años, primero como villa con sus 24 manzanas fundacionales, y luego como ciudad que incluía los barrios históricos, para erigirse en el siglo XXI como uno de los principales polos de desarrollo del país. Felicidades,León, y que sigamos viviendo entre tu majestuoso pasado y ese boyante futuro al que sin duda llegarás.